XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 16, 1-13: Compartir los bienes que Dios nos da (I)
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para la homilía del 25º domingo durante el año (23 de setiembre de 2007)

 

I. Dinero mal administrado: peligro de condenación

 

1. La parábola que acabamos de leer es un tanto difícil para entender de primera oída (Lc 16,1-13). Y ello porque el dueño alaba a su administrador que lo estafó.

¿Acaso Jesús propone la parábola para alabar la estafa? De ningún modo. Con ella alaba la astucia del administrador malvado que sabe revertir en provecho propio la situación desgraciada de su próximo despido. Así como él con los bienes que le roba a su dueño se ha hecho amigos que lo reciban mañana y le permitan continuar con su tenor de vida, así nosotros hemos de hacernos amigos con nuestros bienes materiales, cuyo dueño en definitiva es siempre Dios, para que un día nos reciban en el cielo. La moraleja de Jesús es clara: “Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas” (v. 9).

 

2. ¿Por qué al dinero Jesús lo llama “dinero de la injusticia”? ¿Porque es malo en sí mismo? No, pues como tal es un símbolo de intercambio. ¿Porque es fruto del lavado de orígenes turbios: narcotráfico, armas, etc.? Tales problemas no existían entonces. Se trata del dinero acumulado por sí mismo. Tener por tener. Éste proviene muchas veces de viejas injusticias y es fuente de nuevas. A estas se refiere la primera lectura del profeta Amós: “Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. Ustedes que dicen:… ‘Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar…’” (Am 8,4-7).

 

3. Como vimos el domingo 17º, cuando leímos la parábola del hombre rico que tuvo una gran cosecha, o como veremos el domingo próximo en la parábola del rico comilón y del pobre Lázaro (cf Lc 16,19-31), o el domingo 31º, con la escena de Zaqueo (cf Lc 19,1-10): tener bienes materiales para amontonarlos, y no administrarlos para promover el bien común, pone en riesgo la salvación eterna. “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!” (Lc 18,24-25). Esta fue la expresión dolida de Jesús cuando un hombre, que practicaba los Mandamientos, rechazó su invitación a seguirlo porque estaba apegado a sus bienes.

 

4. Para superar este peligro, es preciso que el dinero nunca ocupe el lugar de Dios: “Ningún servidor puede servir a dos señores… No se puede servir a Dios y al Dinero” (Lc 16,13). Es preciso poseerlos a la manera como posee Dios, creador de todas las cosas. Siendo el dueño de todo, todo nos lo da con generosidad para nuestro disfrute y desarrollo integral. Dicho de otro modo, el dinero ha de estar siempre subordinado al hombre, y no el hombre al dinero.

 

5. Esto se logra por la buena administración. Para ésta no basta el cumplimiento de las normas económicas, sino que ha de mantener siempre la finalidad para la cual es legítimo producir y acumular bienes; a saber: destinarlos al propio sustento, disfrutarlos con los seres queridos y contribuir a su pleno desarrollo, compartirlos con el pobre que Dios pone en nuestro camino, cumplir las obligaciones económicas con la sociedad, sostener la obra evangelizadora de la Iglesia. Nos detendremos un instante en este último punto.

 

II. La Reforma económica de la Iglesia argentina, a diez años del Plan Compartir

 

6. Se cumplen diez años del Plan Compartir aprobado por el Episcopado como instrumento para promover la Reforma Económica de la Iglesia. Aceptado en general en septiembre de 1997, ha sido ratificado recientemente en el documento “Navega Mar adentro” (31-05-2003), que es la actualización de las “Líneas pastorales para la Nueva Evangelización”. Al tratar de cómo hacer para que la comunidad eclesial sea casa y escuela de comunión, decimos: “Queremos afianzar el desarrollo del plan Compartir, una acción apostólica iniciada con la carta pastoral “Compartir la multiforme gracia de Dios, sobre el sostenimiento de la obra evangelizadora de la Iglesia en la Argentina” (31-10-1998). Hemos de procurar que este proyecto, que exige un cambio de mentalidad, avance mediante una adecuada y perseverante catequesis. Llevar adelante tal conversión requiere un cambio de mentalidades, actitudes y prácticas. La reforma económica de la Iglesia ha de pasar, necesariamente, por la conversión al evangelio de Jesús” (NMA 89).

 

7. No sé cuánto ustedes en esta Parroquia conocen este Plan, ni la importancia que dan al sostenimiento de la obra evangelizadora de la Iglesia. Aprecio, ciertamente, la solidaridad con que cada domingo atienden los pedidos de Caritas y la generosidad y rapidez con que han respondido al pedido de ayuda económica extraordinaria que les ha planteado el párroco para la refacción del templo. En una sola colecta ustedes han recolectado más que yo en toda la arquidiócesis de Resistencia en la colecta anual, preparada con bastante cuidado. Por ello los felicito. Es posible, sin embargo, que esto les impida a ustedes apreciar la importancia que el Plan Compartir tiene para la Iglesia en la Argentina. Y quizás suceda lo mismo con otras parroquias de Buenos Aires. La meta del Plan no consiste en acumular un gran capital monetario para que la Iglesia viva después de sus intereses, sino en amontonar un capital espiritual, que no se desgasta, y que les explicaré el próximo domingo.

 

Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo