Domingo de Resurrección, Ciclo C

Juan 20, 1-9: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
Autor: + Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Argentina


Apuntes de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia para la homilía del Domingo de Pascua (Abadía Niño Dios, Victoria, Entre Ríos, 8 abril 2007)
 

 

I. JESÚS SE DA A CONOCER A LOS QUE LO SIRVEN CON AMOR

 

1. “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí. Ha resucitado” (Lc 24,5-6). ¡Qué anuncio gozoso escucharon las mujeres discípulas de Jesús! Lo venían acompañando desde Galilea. A ellas se refiere San Lucas como ningún otro evangelista, subrayando el rasgo del servicio amoroso que le prestaban a Jesús. Incluso nos da algunos nombres: “Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena,… Juana, esposa de Cusa, Susana, y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes” (Lc 8,1-3). ¡Benditas mujeres que hicieron posible el ministerio de Jesús!

En la hora triste de la Pasión ellas no podían estar ausentes. San Lucas agrega: “Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido” (Lc 23,49).

Y al momento de despedir al muerto, cuando todo parecía terminado, también dieron la cara: “El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron la piedra removida del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor” (Lc 24,1-3).

Y, por cierto, se apresuraron a dar su testimonio ante los Apóstoles: “Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban (Lc 24,9-10).

 

2. No es el caso de destacar hoy el papel que la mujer ocupa en el Evangelio según San Lucas. Pero sí, el papel que el servicio y el amor de la mujer juegan en el descubrimiento de Jesús resucitado. Es cierto que buscaban a Jesús entre los muertos. Pero, aún muerto, lo buscaban con amor para servirlo. Y como amor con amor se paga, Jesús resucitado no se quedó atrás. Por ello a ellas antes que a nadie les dio a conocer su resurrección.

¿No les parece que es una hermosa lección pascual esta? Podemos conocer a Jesús resucitado y gozar su presencia si lo servimos con amor en nuestro prójimo necesitado.

 

 

II. LA NECESARIA RELACIÓN ENTRE RESURRECCIÓN Y PASIÓN

 

3. San Lucas trae una segunda lección pascual. Nos dice que “se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes”, que les decían a las mujeres: “Recuerden lo qué él les decía cuando aún estaba en Galilea: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día’” (Lc 24,4. 6-7).

La relación entre resurrección y pasión es un punto que el evangelista San Lucas subraya en las apariciones que narra. A los discípulos de Emaús, Jesús les dirá: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?” (Lc 24,25-26). Lo mismo les dirá a todos los discípulos en la aparición del domingo por la tarde: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día’” (Lc 24,46).

 

4. En esta solemnidad, podría parecer poco pascual subrayar la relación entre Resurrección y Pasión. Pero es inevitable. El Jesús que resucita es el que padeció. Lo contrario, sería una fantasía. Y no tendríamos verdadera alegría.

 

5. Además, lo que vale de Cristo, vale también del cristiano. Para resucitar a una vida nueva hemos de morir al pecado. Para gozar, primeramente hemos de padecer. “El que quiere celeste, que le cueste”, decía un proverbio que ya no se escucha. La necesaria relación entre resurrección y pasión es un elemento importante de la catequesis de los apóstoles. El apóstol Pablo les enseñaba a los discípulos de Antioquía: “Es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios” (Hch 14,22). No olvidemos de enseñar esto a los hijos.

 

6. En esta Pascua insisto en este elemento, porque a ello da pie el Evangelio que hemos leído. Y porque pienso en los jóvenes de hoy. La cultura ambiental los presiona a gozar al instante, al máximo, sin medir consecuencias. Y ya no saben dónde ubicar el dolor. Especialmente, el dolor del alma. Éste fatalmente llega. Y entonces se desesperan, y hasta se suicidan en número creciente.

 

7. ¡Hermanos! La Pascua nos embarga de júbilo porque Jesús, el Buen Pastor de las ovejas, la Cabeza de su Cuerpo que es la Iglesia, ha vencido a la muerte y ahora goza con una alegría indecible. También nos alegra porque en Cristo cobra sentido todo dolor. Nuestros sufrimientos, que parecen atentar contra nuestra felicidad, en Cristo muerto y resucitado se muestran como una cantera de gloria. Como enseña el apóstol Pablo: “Aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida” (2 Co 4,16-17).

¡Que el Señor resucitado los inunde con el gozo pascual!  

 

Fuente: AICA.org con permiso del Sr. Arzobispo