III Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Juan 2,13-25: "La Pascua de Cristo no es para "destruir'' sino para que nazca el Hombre Nuevo"

Autor: Basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

"La Pascua de Cristo no es para "destruir'' sino para que nazca el Hombre Nuevo"

La tradición Sacerdotal, al redactar el Decálogo, usa un estilo imperativo, conciso. Los mandatos se imponen sin condiciones ni matices. Es una manera de entender por parte del pueblo la voluntad de Dios.

Jesucristo, al mantener la antigua Ley en todo su vigor y dimensiones, pone en la caridad, en el amor al Padre, la motivación principal para su cumplimiento. Y es precisamente ese amor, experiencia única de los cristianos y velada a los que ponen en la racionalidad la única fuente de su conocimiento, lo que hará que la Cruz sea "escándalo para los griegos o necedad para los judíos" (2.a lectura).

El antiguo templo ya no tendrá razón de ser a partir del Nuevo Templo que es Cristo. Y la referencia a los "tres días" y a la Pascua, muestra que Juan está pensando en el acontecimiento pascual que dará lugar al inicio de ese tiempo nuevo.

Quienes creen que lo religioso ha de circunscribirse y limitarse a lo estrictamente personal, al ámbito de la conciencia, al repliegue a las sacristías, hoy pueden advertir que Cristo propone algo distinto. La acción pública de Jesús en el templo muestra que el celo de la casa de su Padre presupone lo privado y además se presenta públicamente. Contrapone la religiosidad exterior y vana, con la suya, interior y profunda.

"Jesús subió al templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El templo era para Él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21,13). Si expulsa a los mercaderes del templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado''. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: "El celo por tu Casa me devorará' (Sal 69,10)'' (Jn 2,16-17)" (584).

"Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24,1-2). Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua" (585).

Nuevo templo:

"Por eso su muerte corporal anuncia la destrucción del templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación: "Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre'' (Jn 4,21)" (586).

El templo, lugar propio de oración:

"La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración" (2691).

"Ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros" (San Agustín, Sal 85,1) (2616).

"El Espíritu es verdaderamente el lugar de los santos, y el santo es para el Espíritu un lugar propio, ya que se ofrece a habitar con Dios y es llamado su templo" (San Ambrosio, Spir. 26, 62). (2684).

Porque Cristo es el Nuevo Templo, la Iglesia, su Cuerpo Místico, es su plenitud (pléroma), y nosotros, signos vivos (piedras vivas).