II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
San Juan 1,29-34: «Llamados a ser testigos de Cristo Salvador»

Autor: Basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

Fuente: almudi.org (con permiso) 

 

Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

«Llamados a ser testigos de Cristo Salvador»

I. LA PALABRA DE DIOS

Is 49,5-6: «Te hago luz de las naciones para que seas mi salvación»
Sal 39,2.4ab.7-8a.8b-9.10: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad»
1Co 1,1-3: «Gracias y paz os dé Dios nuestro Padre, y Jesucristo, nuestro Señor»
Jn 1,29-34: «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»

II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO

El Bautista manifiesta que Jesucristo preexiste, que es el Hijo de Dios, el Ungido por el Espíritu, el que bautiza con el Espíritu. Proclama, sobre todo, que es «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo», clara alusión a la Pasión (4.o Poema del Siervo de Yavé: Is 52,4).
El Siervo de Yavé, al que Dios hace luz de las naciones para salvarlas, (1ª Lect.) es Jesucristo.
La Iglesia se dirige hoy «a los santificados en Cristo-Jesús, llamados a ser santos». (2ª Lect.) y nos invita a predicar, como S. Pablo, a Jesucristo y éste crucificado, que salva al hombre liberándolo del pecado.

III. SITUACIÓN HUMANA

Para anunciarle a Jesucristo al hombre de nuestros días, a quien nada dicen ni las verdades abstractas ni los sucedáneos que puedan acompañar a la vida, han de estudiarse muy a fondo las necesidades y espectativas, los ideales y carencias de esta sociedad y las exigencias de nuestro mundo.
En medio de este mundo, los cristianos hemos de presentarnos limpios de pecado, llenos de Espíritu, servidores humildes de todos, para que la salvación alcance hasta el confín de la tierra.

IV. LA FE DE LA IGLESIA

La fe

- La Iglesia, comunión con Jesús. La Iglesia es el sacramento de Jesucristo, por la comunicación de su Espíritu a los hombres reunidos de todos los pueblos, los constituye místicamente en su Cuerpo: "A ellos les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: «Permaneced en mí como yo en vosotros... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos». Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: «Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6,56)" (789; cf 798).

La respuesta

- Cristo, Cabeza del Cuerpo de la Iglesia: "Él nos une a su Pascua: Todos los miembros tienen que esforzarse en asemejarse a él «hasta que Cristo esté formado en ellos» «Por eso somos integrados en los misterios de su vida... nos unimos a sus sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con él para ser glorificados con él» (LG 7)" (793).
- Él provee a nuestro crecimiento: «Para hacernos crecer hacia Él, nuestra Cabeza, Cristo distribuye los bienes y servicios...»: 794.

El testimonio cristiano

- " «Ay de mí si no anuncio el Evangelio» Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Debo predicar su nombre. Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo.... Él como nosotros y más que nosotros fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente... Él instituyó el nuevo Reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre y sed de justicia son saciados, en el que todos somos hermanos" (Pablo VI, Homilía en Manila, 29.10.70).
En comunión con la Iglesia, abrazados a la Cruz de Cristo y haciéndonos entender por el mundo de hoy, hemos de proclamar, como el Bautista, que Jesucristo es el Salvador.