XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 18, 15-20: Saber corregir es saber amar

Autor: Padre César Tomás Tomás

 

 

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."

SABER CORREGIR ES SABER AMAR

Es así de claro: corregir es amar; pero no a todo le podemos llamar corrección. La corrección no lleva consigo la traca del puñetazo en la mesa, el insulto, la descalificación o el grito. El verbo corregir no va acompañado de ningún tipo de violencia: ni de palabra, ni de gestos, ni siquiera de la forma de mirar o del silencio cortante.

En la película ‘Canción de cuna’ (de José Luis Garci), la protagonista dice en un momento: “Saber mirar es saber amar”. Estoy de acuerdo pero también podemos decir hoy: saber corregir es saber amar. Tengo constatado que saber corregir es un arte que muy pocos llegan a dominar. Pues bien: en ese arte nos quiere expertos Jesús de Nazaret, como nos lo manifiesta en el evangelio de hoy. Comienza diciendo: “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano…”.

Es el primer paso: A SOLAS. Es muy fácil fallar a esta primera regla como nos lo demuestra la vida diaria: el profesor que ante el alumno ‘gracioso’ de turno, el único medio que tiene es descalificar (a veces llegando al insulto) delante de todos y expulsar de clase al infractor. O el padre que ante la impertinencia del hijo adolescente pierde los estribos (delante de los otros hermanos o amigos) y hace lo mismo: descalificar, insultar, anunciar públicamente el castigo…

CORREGIR no es imponer a la fuerza ni obligar. Corregir no es echar ‘sermones’ apocalípticos ni catastrofistas. Corregir no es lanzar chantajes afectivos. Corregir no es que el otro haga lo que yo quiero o a mí me gusta (porque si no, me enfado). Corregir quiere decir que deseo para el otro lo mejor, para que pueda echar mano de las posibilidades que Dios ha puesto en él y cambie, que abandone las actitudes negativas, que salga del error, que viva más contento y feliz.

A SOLAS quiere decir que el que corrige hace un gesto de aguante y autodominio para no saltar ante el fallo del otro (por grande que sea). Después, en el momento que puede, llama ‘a solas’ y desde el cariño o el deseo de hacer el bien, intenta ayudar a reflexionar al hijo, al discípulo, al marido, etc., interesándose por su manera de actuar, preguntando, escuchando, sin prejuicios, acogiendo… para que el otro descubra, encuentre el camino que debe recorrer.

Dios ha puesto (si no crees en Dios pon aquí lo que tú quieras, pero luego lo piensas…) dentro de nosotros la posibilidad de cambiar, la capacidad de descubrir nuestros pasos equivocados, erróneos; Dios se vale muchas veces para ello de personas que pone en nuestro camino para ayudarnos a discernir, para señalarnos (sin imponer ni obligar) la dirección posible, para poder encontrar la luz. El día que la encontramos se escribe en nuestra biografía íntima como un gran momento inolvidable. Todos tenemos en nuestro corazón el recuerdo agradecido a personas, que en algún momento de nuestra historia concreta, nos han ayudado, nos han corregido de esta manera con su palabra suave pero firme, con su testimonio… a salir a flote.

¡Qué pena que en bastantes ocasiones estas personas que ayudan a ver la luz no sean los más cercanos: familiares o aquellos que se tienen como mejores amigos!

Es curioso el contraste que nos ofrece Jesús en el Evangelio de hoy. Si la primera frase aplicada a la corrección es “A SOLAS”, la última frase del Evangelio es: “DONDE DOS O TRES ESTÁN REUNIDOS EN MI NOMBRE, ALLÍ ESTOY YO EN MEDIO DE ELLOS”. Lo mismo que resalta la corrección ‘a solas’ en la intimidad… también pone la misma fuerza en que la vivencia de la fe la expresemos en grupo, en comunidad.

Cuando un día descubrimos y gozamos en nuestra vida de la experiencia de Dios, nos ponemos en sus manos, sentimos en la vida diaria su presencia que nos acompaña siempre, tenemos como eje central a Jesucristo que nos ama totalmente, además de vivirlo de esa manera tan íntima, Él nos lanza a la comunidad, al grupo, a los demás.

Mucho tiempo hemos tardado, por ejemplo, en descubrir el valor de lo comunitario, del grupo para orar. Desde los tiempos en los que muchos cristianos entendían la Eucaristía como una práctica de piedad personalista e íntima, donde los demás quedaban alejados, distantes, no tenían nada que ver en ‘mi misa’, hasta la insistencia actual en unirnos más, hasta físicamente (más cerca unos de otros), para celebrarla, los compromisos solidarios que dimanan de la fuerza de la Eucaristía… indican que vamos descubriendo la importancia que el Señor le da a la comunidad al vivir la Eucaristía; Eucaristía que, a su vez, nos lanza a los demás, a hacer el bien y a ser testigos del amor de Dios en nuestro mundo, sabiendo que ÉL ESTÁ EN MEDIO DE NOSOTROS.

César TOMÁS TOMÁS
Delegado Diocesano de MCS