I Domingo de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Diego Millan García

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EVANGELIO

Mt. 24, 37-44

“En aquel tiempo. Jesús dijo a sus discípulos: «Así como sucedió en tiempos de Noé, así también sucederá cuando venga el Hijo de hombre. Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se cansaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que están en el campo, uno será llevado y el otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo trigo, una será tomada y la otra dejada. Velad, pues, y estad preparados, porque no sabéis qué día va a venir vuestro Señor. Tened por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También vosotros estad preparados, porque a la hora que menos lo penséis vendrá el Hijo del Hombre” PALABRA DEL SEÑOR.

CUENTO: ATENTOS, VIENE EL SEÑOR


Era un crudo día de invierno en que llovía torrencialmente. Una pobre mujer llegó a un pueblo e iba de casa en casa pidiendo limosna. Sus vestidos eran viejos pero muy limpios y llevaba en su cabeza un pañuelo, por lo que el viento y la lluvia no permitían ver casi su rostro. En la mano derecha sujetaba un viejo bastón y en su brazo izquierdo una cesta. La pobre mujer pedía algo para comer. Algunos le dieron panes duros, otros le dieron una miserable moneda, otros no le dieron nada. Un solo vecino, de los menos acomodados del pueblo, la hizo entrar en su casa y le dijo que se acercara al fogón para secar un poco su ropa. Su mujer, que acababa de hacer un rico pastel, le dio un buen pedazo a la pobre mendiga. Al día siguiente, todas las personas a cuya puerta había llamado la mendiga, fueron invitados a cenar en el castillo de un señor muy acaudalado que vivía en el pueblo. Nadie esperaba este honor y quedaron todos muy sorprendidos. Cuando entraron en el comedor, vieron dos mesas, una llena de exquisitos manjares y otra mucho más grande, en uno de cuyos platos sólo había un trozo de pan duro, en otro una pequeña moneda y la mayoría estaban completamente vacíos. Entonces apareció la dama del castillo, indicándole a sus invitados que tomaran asiento en la mesa más grande. Sólo un matrimonio fue invitado a que se sentaran junto a ella en la mesa llena de manjares. Y les dijo: “Aquella desgraciada mendiga que se presentó ayer a vuestra puerta, fui yo; pensando en los tiempos difíciles que vive tanta gente, he querido poner a prueba vuestra generosidad. Estas dos buenas personas que veis aquí a mi lado, me permitieron entrar en su casa y me atendieron lo mejor que pudieron, me ofrecieron secar mi ropa en su fogón y me dieron de comer. Por eso ellos son mis invitados de honor, y además les daré una pensión para el resto de sus días. En cuanto a vosotros, comed lo que me disteis de limosna y que encontraréis en esos platos. Para que la próxima vez estéis más atentos a quienes os pidan ayudan”.

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Comenzamos este domingo el tiempo del Adviento, cuatro semanas para prepararnos a la celebración del Nacimiento de Cristo en la Navidad. Estas semanas son un tiempo de espera y de esperanza, un tiempo de conversión, un tiempo de oración y de acercamiento al Señor y a su Iglesia. Desgraciadamente, también en muchos países. incluso sociológicamente muy cristianos, este tiempo son sólo unos días de frenética carrera para comprar regalos y preparar la cena familiar, olvidándonos del significado religioso y solidario de estas entrañables fechas. Y no es que comprar regalos o cenar en familia sea algo malo, al contrario, si son signo de cariño y detalles de amor son algo maravilloso y recomendable. El problema es cuando reducimos la Navidad a un tiempo de mero consumo y nos olvidamos de lo esencial: que Jesús se hizo humano y que en su humanidad nos manifestó el rostro amoroso y misericordioso de Dios, un Dios que vino a mostrarnos el camino que conduce a la felicidad, el camino solidario del amor. Sin esto, el Adviento y la Navidad pasan a ser unas meras fiestas humanas, donde sobre todo abunda la dimensión materialista y consumista, que nos reduce a meros objetos comerciales, y nos hacen olvidar la otra realidad, la de quienes viven en la pobreza, la de quienes son marginados de este banquete ostentoso y escandaloso del paraíso capitalista. La palabra de Dios y el cuento de este domingo nos alertan ante esta venida del Señor, una venida que será silenciosa, humilde, y que se verificará en nuestro trato a los más necesitados. Para eso hay que estar atentos, hay que cultivar la dimensión más interior de nuestra persona, hay que mirar hacia adentro y descubrir en nosotros lo que se aleja de este proyecto humanizador y solidario de nuestro Dios. Dejémonos iluminar estas semanas por la Palabra de Dios, abramos nuestro corazón a su mensaje, cambiemos actitudes egoístas por comportamientos que nos lleven a controlar los gastos innecesarios y así podamos ser solidarios con los que menos tienen. No nos vaya a ocurrir como a las personas del cuento que no supieron ver al Señor en los pobres, o nos sorprenda el ladrón al llegar la noche por no estar preparados, como nos dice el Evangelio de hoy. Os deseo un ADVIENTO LLENO DE DIOS, QUE ES LO MISMO QUE DECIR DE AMOR Y DE SOLIDARIDAD.