IV Domingo de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Diego Millan García

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EVANGELIO

Mt.
1, 18-24

“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esa resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa: “Dios-con-nosotros”.

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”.

PALABRA DEL SEÑOR.


CUENTO: EL PESEBRE DE LOS HUMILDES

Cuenta una leyenda que cuando nació Jesús, un ángel decidió reunir a todos los animales de la tierra para encontrar a los que fueran dignos de estar en el Pesebre de Belén.

Entre los voluntarios, se presentó primero el león. El ángel le preguntó que por qué él se consideraba el más digno de los animales para estar en el Portal de Belén.

El león le respondió: -Está claro, yo soy el rey de la selva y qué mejor que un rey para estar cuidando del Rey del mundo. Además, soy el animal más fuerte de todos y puedo defender como nadie al Niño Jesús de todos los peligros y enemigos.

El ángel lo miró y le dijo: -Gracias, león, por tus buenas intenciones de defender al Niño Jesús, pero eres demasiado pretencioso y demasiado creído. Además, tu presencia y tus rugidos puede asustar al Niño.

Inmediatamente, se presentó el zorro y le dijo al ángel: -Yo soy el animal más apropiado para estar junto a Jesús.

-¿Por qué? -. preguntó el ángel. –Pues porque yo podría robar todas las noches leche y miel para alimentar al Niño y a sus padres y así no pasarían hambre.

El ángel lo miró con una sonrisa y le dijo: -Gracias, zorro, pero eres demasiado poco honesto para estar junto a quien viene al mundo para ser la Verdad.

Llegó otro animal y el ángel quedó impresionado por su belleza. -¿Quién eres tú?, dijo el ángel. –Yo soy el pavo real, ¿acaso no te has dado cuenta?. Soy el más vistoso y bello de todos las aves y quién mejor que yo para estar en el Pesebre y adornar con mis hermosas plumas un lugar tan pobre, sucio y desangelado.

El ángel le dijo: - Gracias, pavo real, pero eres demasiado vanidoso para estar junto a quien ha querido venir al mundo en la sencillez de un pesebre.

Y así fueron pasando todos los animales, sin que ninguno lograra agradar al ángel. Cuando ya parecía que no habría ningún animal digno de estar en el Portal de Belén, de pronto, escondidos, el ángel divisó a dos robustos animales que le llamaron la atención: -¿Quiénes sois?.

– Somos el buey y la mula.

– Y ¿por qué vosotros no os habéis presentado como candidatos para estar junto al Niño Jesús?, volvió a preguntarles el ángel.

-¿Nosotros?. Pero si no servimos más que para trabajar y trabajar y estamos siempre debajo del amo que nos utiliza como animales de carga. ¿Qué podríamos ofrecerle al Niño Jesús?.

Yo, dijo el buey, lo único que podría hacer es espantarle las moscas con el rabo para que no le molesten.

Y yo, dijo la mula, solamente sabría darle calor con mi aliento para que no pase frío.

El ángel, emocionado, les dijo: -¡Vosotros, vosotros sois los animales que he estado buscando, vosotros sois los más dignos de estar con el Niño Jesús, porque El ha venido para los pobres y los humildes!. Y así es como el buey y la mula pasaron a ser los famosos animales del Pesebre de Belén.

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:


Hemos llegado al último domingo de Adviento, antesala inmediata del tiempo de Navidad. Estamos ya muy cerquita de tocar y adorar el Misterio de Dios Hecho Humano por nosotros, o, como dice el Evangelio de san Mateo, del Dios-con-nosotros.

Dos personajes nos esperan en la puerta: José y María. Dos cualidades los distinguen: la fe y la humildad. Sin ellas y sin ellos, no podemos tener acceso al Pesebre de Belén.

Y es que Dios no llega al mundo entre la fanfarria de la música celestial ni los oropeles de los ejércitos sobrenaturales. Tampoco llega rodeado del esplendor de los poderosos. Ni ha elegido a sus padres entre la realeza de palacio.

Dios es así. Por eso es tan difícil comprender todo el ruido que se monta en estas fiestas ni las luces multicolores ni ese ir y venir de las multitudes, en carrera frenética por comprar algo.

Y encima decimos que es para preparar la Navidad. ¿Qué Navidad?. Estamos como Herodes y los sacerdotes de aquella época, que no se enteran de que Jesús no nace en Jerusalén, ni en el palacio del gobernador, ni el Templo, ni en las iglesias, ni en los grandes almacenes, ni el derroche de las comidas y las compras, ni en los poderes mediáticos de la información, ni en las camarillas corruptas de los políticos. Porque Dios no es “políticamente correcto”. Y se salta a la torera nuestro protocolo diplomático. Y se le ocurre nacer en las afueras de la ciudad, en una noche como otra cualquiera, de unos padres desconocidos, pobres, humildes. Y como dice el cuento, rodeado de un buey y una mula, adorado por sencillos pastores, reverenciado por unos extranjeros y extraños soñadores y buscadores de estrellas.

Dios es así, el Dios que nace en Belén es desconcertante y nos sigue pillando en fuera de juego también hoy, ocupados y empeñados en buscarlo allí donde no está. Y mientras, Jesús sigue naciendo en los pobres y gritando de hambre en los millones de niños que mueren ante la mirada fría de quienes derrochamos, y sigue clamando en los sin techo, en los inmigrantes, en los que sufren en hospitales, en cárceles, en asilos, en los que se tienen por única compañía la soledad. ¡Qué horror de Navidad! ¡Qué falsa Navidad!.

Claro, eso sí, como no queremos que nos queme demasiado la conciencia, estos días creemos que somos buenos, y justos y solidarios, porque damos algunas “migajas” de lo mucho que nos sobra, y organizamos telemaratones benéficos para que se exhiban los personajillos mediáticos que así aumentan su caché económico, y visitamos hospitales, y nos retratamos con la abuelita del asilo, y apadrinamos niños del Tercer Mundo, e incluso por un día detenemos las guerras y parece que el mundo es otro mundo, y nos lo creemos.

En fin, pensemos un poquito, que todavía estamos a tiempo de vivir “otra” Navidad más humana, más cristiana, más espiritual y más solidaria y sostenida en el tiempo, todo el año.

Jesús, María, José, el buey, la mula, los pastores, los magos de Oriente, son los mejores modelos. Dejemos que nos lleven de la mano hacia Belén y que nos ciñan la corona de la fe y el cetro de la humildad.