II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Jn. 1, 29-34

Autor: Padre Diego Millan García

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EVANGELIO   


“En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:

“Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquél de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”.

Y Juan dio testimonio diciendo:

“He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”.

Y lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

PALABRA DEL SEÑOR.


CUENTO: LA IMPORTANCIA DEL TESTIMONIO

Un templo atravesaba serias dificultades provocando el total abandono por parte de sus feligreses y quedando tan sólo cinco miembros: el párroco y cuatro personas ancianas, todos mayores de 60 años.

En las montañas, cerca del templo, vivía un obispo en retiro. Una vez, el párroco se animó a pedirle al obispo algún consejo que podría ayudar a salvar la iglesia y hacer que los feligreses retornaran a ella. El párroco y el obispo hablaron largamente, pero cuando el párroco le pidió el consejo, el obispo le respondió: "No tengo ningún consejo para ti. Lo único que te puedo decir es que el Mesías es uno de vosotros".

De regreso al templo, el pastor le comentó a los cuatro miembros restantes lo que el obispo le había dicho. Durante los siguientes meses que siguieron, los viejos feligreses reflexionaron constantemente sobre las palabras del obispo.

"El Mesías es uno de nosotros", se preguntaron unos a otros. Decidieron entonces asumir dicha posibilidad, y empezaron a tratarse con un extraordinario respeto y exquisito cuidado puesto que uno de ellos podría ser el Mesías.

Los meses fueron pasando, y las personas empezaron a visitar la pequeña Iglesia atraídos por la aura de respeto y gentileza que envolvía a los cinco feligreses. Duros de creer, más personas empezaron a retornar a la Iglesia, y ellos comenzaron a traer amigos, y sus amigos trajeron más amigos. En pocos años, el templo volvió a ser instancia de fe y de regocijo, gracias a la multitud de fieles que asistían diaria y semanalmente al templo. Y por supuesto, gracias al regalo del señor obispo.

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:

Terminado el ciclo de la Navidad, reiniciamos de nuevo el año litúrgico en su tiempo llamado ordinario. Y lo hacemos con un evangelio que está en continuidad con la última fiesta del Bautismo de Jesús.

Aparece Juan Bautista dando testimonio del Señor y señalándolo con el Mesías de Dios, como el Predilecto del Padre. Para el evangelista Juan, la fe es ante todo experiencia viva y testimonio de esa experiencia, antes que doctrina o que dogmas o ritos o moral.

Juan Bautista insiste en que él ha visto al Mesías y que de eso da fe.

Desgraciadamente, muchos cristianos no han hecho esa experiencia de Cristo, no han “visto” al Señor, y sin “ver” es muy difícil hablar ni convencer a nadie. La crisis religiosa que vivimos hoy tiene mucho que ver a mi entender con esta falta de “testigos” vivos del Evangelio. Y por eso, entre otros muchos factores, mucha gente ha dejado de creer en la Iglesia.

Hay muchos cristianos bautizados, pero muy pocos convencidos ni convertidos, muy pocos que han hecho experiencia de Cristo. Vivimos las consecuencias de una falta de verdadera evangelización y conversión que tienen nefastas consecuencias en el testimonio creíble de la Iglesia.

Más que nunca hoy necesitamos ser “testigos” de Cristo, contagiar el amor que ha transformado nuestras vidas. Y para eso es muy importante en nuestra vida de fe hacer experiencias profundas de oración, leer y meditar la Palabra de Dios, estar cerca de los pobres, vivir en verdad la Eucaristía, compartir la fe en comunidad, acoger a todos con cariño… Ahí está Dios, ahí podemos hacer experiencia de Cristo.

El cuento de este día nos habla precisamente de la importancia del testimonio personal y comunitario para atraer a los que están alejados. Sólo comunidades vivas de fe que se amen entre ellos y sean testimonio del amor verdadero en el mundo, pondrán a nuestros hombres y mujeres contemporáneos a interrogarse y plantearse la posibilidad de acercarse a nosotros, y descubrir en Cristo y en la Iglesia un camino de felicidad.

Buena tarea la que nos encomienda la Palabra de Dios de este domingo: ser testigos de Cristo, transmitir su amor, hacer experiencia de su bondad y de su misericordia en nosotros, tratar a todos como si fueran en verdad el Mesías, el Señor Jesús. Que puedan decir de nosotros: he ahí un cristiano al que se le nota que Cristo está en su vida, porque irradia su amor, su paz, su alegría, su bondad.