XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Autor: Padre Diego Millan García
EVANGELIO
Mt. 9, 36-38; 10, 1-8
En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se
compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin
pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
«La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rogad, por
tanto, al dueño de la mies que
envíe trabajadores a sus campos».
Después, llamando
a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y
curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de
todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan,
hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el
Alfeo y Tadeo; Simón el cananeo y Judas Iscariote, que fue el traidor.
A estos doce los
envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en ciudades de
samaritanos. Id más bien en busca de las ovejas
perdidas de la casa Israel. Id y proclamad por el camino que ya se acerca el
Reino de los cielos. Curad
a los leprosos y demás enfermos; resucitad a los muertos y
echad fuera a los
demonios.
Gratuitamente habéis recibido este poder;
ejercedlo, pues,
gratuitamente».
CUENTO:
LLAMADOS A SER TAZAS PARA DIOS
Se cuenta que una vez
en Inglaterra existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del
centro de Londres. Una de esas tiendas favoritas era donde vendían vajillas
antiguas.
–¿Me
permite ver esa taza?, preguntó la señora.
–Nunca había visto
nada tan fino como eso. En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la
tacita comenzaba a hablar.
–Usted no entiende
que no fui siempre la taza que tiene ahora entre sus manos.
Hace mucho tiempo
sólo era un montón de barro sin forma y sin belleza. Mi creador me tomó entre
sus manos, me golpeó y me amoldó cariñosamente. Cuando le gritaba porque me
dolía, simplemente me decía: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo”.
Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto
calor. Me pregunté por qué mi creador querría quemarme . Pero de nuevo escuché
su voz: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo”.
Finalmente, se abrió
la puerta del horno, mi creador me tomó y me puso en una repisa para que me
enfriara. Estaba ya tranquila, cuando de nuevo mi creador me empezó a cepillar y
a pintar. Quise resistirme y le gritaba que me dejara, pues aquella pintura era
horrible y desagradable. Pero de nuevo me haló con cariño: “Aguanta un poco más,
todavía no es tiempo”.
Al fin dejó de
pintarme, pero de nuevo me metió al horno, mucho más caliente que el anterior.
Grité, lloré y pedí que me sacara de aquel sofocante calor. Y de nuevo su voz:
“aguanta un poco más, todavía no es tiempo”.
Sentí que me moriría
y, justo cuando estaba a punto de darme por vencida, se abrió la puerta del
horno, me tomó cariñosamente entre sus manos y me dejó de nuevo en la repisa
para que me enfriara.
Después de una hora
de haber salido del segundo horno, me dio un espejo y me dijo: “Mírate. Esta
eres tú”.
¡Yo no podía creerlo!. Lo que veía era hermoso.
Mi creador nuevamente
me dijo: “Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos, pero
si te hubiera dejado como estabas no hubieras sido más que un barro cada vez más
seco e inservible. Todo lo hice para que fueras una hermosa taza, llena de
belleza y de color, admirada por muchos y útil para dar alegría a muchos
caminantes sedientos de calor y de cariño. Ahora eres un producto terminado.
Eres lo que siempre soñé que fueras cuando te empecé a formar”.
ENSEÑANZA PARA LA
VIDA:
Este domingo undécimo nos presenta la llamada de Jesús a
sus apóstoles, consecuencia, no de los méritos personales, sino de una libre
elección del Señor, que los elige para ser testigos en el mundo de su amor.
Y es una elección
personal, a cada uno lo llama por su nombre, porque para Dios no somos un número
más en la masa informe de la humanidad.
Y los llama para una
misión, no para que complazcan narcisistamente en su privilegio, sino para que
vayan por los caminos del mundo anunciando el mensaje liberador del Evangelio a
una sociedad que parece no escuchar ya esta Buena Noticia.
Los apóstoles estás
llamados a sentir esa ternura y esa compasión del Maestro por las ovejas sin
pastor, es decir, a tener una mirada de bondad sobre la realidad concreta de
cada época de la historia.
Con frecuencia, y más
ahora, podemos tener la tentación de mirar al mundo actual con pesimismo; Jesús
nos invita a mirarlo con amor. Porque con pesimismo sólo podemos ir a la misión
en actitud agresiva y proselitista; con amor, iremos en actitud de misericordia,
en actitud de acogida y de escucha paciente y humilde.
Porque sabemos
también nosotros que hemos sido elegidos por Dios a pesar de nuestras muchas
debilidades, como nos recuerda el cuento de la taza de hoy, y todos tenemos que
dejarnos rehacer y convertir para evitar caer en la tentación de creernos
mejores que los demás.
Vivimos tiempos
difíciles para la fe, pero quizá son tiempos maravillosos de purificación.
Necesitamos un nuevo pastoreo en la Iglesia, una manera nueva de vivir el
Evangelio, de construir la comunidad. Es verdad que hay muchas ovejas sin
pastor, muchos seres humanos a la deriva, muchas personas guiadas por los astros
mediáticos de turno, que en muchos casos no son precisamente referentes morales
ni humanos de nada. Pero también es cierto que la Iglesia tampoco ha sabido
transmitir muchas veces un pastoreo y una guía desde la cercanía, la humildad,
la acogida, la tolerancia, el respeto, la entrega generosa. No siempre la
sociedad ha percibido que la misión de la Iglesia sea gratuita como pide Jesús,
en espíritu de pobreza.
Cuando mis alumnos
siempre critican a la Iglesia por los tesoros que tienen, sobre todo el
Vaticano, siempre pienso que en algo tienen razón. No es muchas veces el rostro
visible de la Iglesia un rostro que irradie sencillez, pobreza, gratuidad,
humildad. Sería bueno recuperar este llamamiento de Jesús a cada uno de
nosotros, por nuestro nombre, para que nos comprometamos con él en la misión de
llevar su Buena Noticia de amor y de alegría a tanto ser humano que anda errante
sin norte, sin guía, sin referentes, sin alegría.
Estoy convencido de
que si la Iglesia vuelve a la sencillez original del Evangelio, sería un foco de
atracción para muchos en estos tiempos, donde los seres humanos buscan a Dios
más de lo que a veces creemos.
Dejémonos moldear por el Espíritu de Dios, dejemos que El
nos limpie de tanto aderezo humano y nos haga humildes instrumentos de su Amor
en el mundo. Seamos como esa taza moldeada y purificada en el fuego de la
misericordia divina, para que así resplandezca en nuestros rostros y en nuestros
actos la alegría y la bondad de Dios.
¡FELIZ Y ALEGRE
SEMANA PARA TODOS!