IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt. 5, 1- 12

Autor: Padre Diego Millan García

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EVANGELIO:  Mt. 5, 1-12


En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.



CUENTO: EL PESCADOR FELIZ


Un hombre rico y emprendedor se horrorizó cuando vio a un pescador tranquilamente recostado junto a su barca contemplando el mar y fumando apaciblemente su pipa después de haber vendido el pescado.


- ¿Por qué no has salido a pescar? -le preguntó el hombre emprendedor?.



- Porque ya he pescado bastante por hoy -respondió el apacible pescador.


- ¿Por qué no pescas más de lo que necesitas? -insistió el industrial.


- ¿Y qué iba a hacer con ellos? -preguntó a su vez el pescador.


- Ganarías más dinero -fue la respuesta- y podrías poner un motor nuevo y más potente a tu barca. Y podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nailon, con las que sacarías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas... Y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico y poderoso como yo.


- ¿Y qué haría entonces? -preguntó de nuevo el pescador.


- Podrías sentarte y disfrutar de la vida -respondió el hombre emprendedor.


- ¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento? -respondió sonriendo el apacible pescador.



ENSEÑANZA PARA LA VIDA:


Si uno pregunta a la gente en general y a los jóvenes en particular sobre lo que buscan en la vida, sin duda que, además de terminar los estudios, encontrar trabajo, formar familia, tener dinero y vivir bien, te dirán que ser felices. ¿Quién no quiere o busca ser feliz? El problema viene cuando preguntamos sobre lo que se entiende por felicidad. Aquí divergen quizá las respuestas y los intereses. Y bien que lo saben y los explotan eso los comercios, la moda, los espectáculos, que intentan llenar las diferentes expectativas de las personas, especialmente de los más adolescentes y jóvenes.

Hoy vivimos de la cultura “fast”, o sea del “todo rápido y fácil”, cuanto menos esfuerzo mejor. Ocurre en los estudios, en las relaciones humanas, incluso en la propia vivencia de la fe. Lo queremos todo “a la carta”, una felicidad que no nos suponga ningún sacrificio, que no requiera renunciar a nada. Lo que huele a generosidad, entrega, fidelidad, esfuerzo intentamos dejarlo de lado.

Y viene Jesús con su programa y su oferta de felicidad, que eso son las Bienaventuranzas. Un programa que para nada sigue la ley de lo políticamente correcto o de lo socialmente aceptable. Nuestro mundo dice que serás más feliz cuanto más dinero tienes, cuanto más éxito consigas, cuantos menos obstáculos tengas, cuanto más agresivo seas, cuanto más te adaptes a las circunstancias. Jesús, en cambio, proclama felices a los sencillos, a los que resisten pacíficamente, a los que trabajan por la paz, a los que no renuncian a sus ideales aunque eso les cueste la incomprensión o la persecución, a los que se solidarizan y se compadecen de los que sufren y los que los necesitan, a los que ni piensan ni hacen mal, a los que el mundo considera un poco “tontos” porque no se aprovechan de los demás. ¡Vaya contraste y vaya poco atractiva proposición en esta época “blanda” de valores y de ideales que estamos viviendo!.

Pero Jesús sabe que ésos son los valores que perduran y los que nos hacen felices. Y lo sabemos los padres y los educadores: lo que se consigue sin esfuerzo, no perdura; el amor egoísta y comodón dura poco; la riqueza acumulada sin escrúpulos es fuente de preocupaciones y de ataduras, no de libertad; las mentiras y dobleces acaban saliendo a la luz; la agresividad y la violencia acaban volviéndose contra nosotros; unas personas sin ideales, sin sueños, sin utopías, sin valores acaba al final víctima de cualquier manipulación y desemboca en muchas veces en un vacío existencial.

El problema con las Bienaventuranzas es que creemos que son para el futuro, para el Reino de los cielos y no para esta vida. Pero Jesús al proclamarlas las estaba pensando para esta vida. La felicidad que quiere Dios para nosotros comienza ya en esta tierra y la debemos testimoniar con nuestra vida.

Sólo si los cristianos vivimos esto, sólo si somos en verdad hoy una imagen de felicidad profunda, sólo si nos ven alternativa sencilla y alegre a esta sociedad consumista y materialista y contagiamos otra forma de vivir felices sin tanto artificio, quizá podamos demostrar que la felicidad que nos promete Dios es posible en nuestro mundo y en nuestra época.

El cuento de este día ilustra estas dos mentalidades: se puede ser feliz con menos cosas, compartiendo, y contemplando y disfrutando más de la sencillez de las realidades cotidianas, teniendo un corazón transparente, amable, bondadoso, creando y sembrando paz en las personas y en la sociedad, teniendo hambre y sed de justicia y luchando por un mundo mejor, manteniendo nuestros valores, proponiéndolos, nunca imponiéndolos a nadie.

Demostremos con nuestra vida y nuestras obras que creer en Dios, amarlo y seguirlo no es sinónimo de aburrimiento, de tristeza, de represión o de negativismo. Todo lo contrario, contagiemos que Dios es fuente en nosotros de alegría, de sano disfrute de todas las cosas, de solidaridad, de amabilidad, de esperanza y de amor a todos. No olvidemos nunca que un cristiano triste, nunca será un buen cristiano, porque traiciona lo esencial de su fe que no es otra cosa que el amor incondicional que Dios nos tiene y que no puede ser otra cosa que manantial de felicidad. ¡QUE TENGÁIS COMO NUNCA UNA FELIZ SEMANA HACIENDO FELICES A LOS DEMÁS!