Solemnidad: La Ascensión del Señor, Ciclo B

San Marcos 16,15-20

Autor: Padre Diego Millan García

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Evangelio:   

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban. 

                  CUENTO:   SOLTAR LAS AMARRAS

Un día un niño vio cómo un elefante del circo, después de la función, era amarrado con una cadena a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Se asombró de que tan corpulento animal no fuera capaz de liberarse de aquella pequeña estaca, y que de hecho no hiciera el más mínimo esfuerzo por conseguirlo.

Decidió preguntarle al hombre del circo, el cual le respondió: "Es muy sencillo, desde pequeño ha estado amarrado a una estaca como ésa, y como entonces no era capaz de liberarse, ahora no sabe que esa estaca es muy poca cosa para él. Lo único que recuerda es que no podía escaparse y por eso ni siquiera lo intenta". 

ENSEÑANZA PARA LA VIDA:  

Celebramos este domingo los cristianos una festividad importante: la ASCENSIÓN del Señor a los cielos. Con esta fiesta termina propiamente el tiempo de la Pascua y comienza en tiempo de Pentecostés. También, en el tiempo de la Iglesia, este domingo es el comienzo de la misión de los apóstoles, el tiempo de la Iglesia, el tiempo del testimonio de los cristianos. Jesús desaparece físicamente de la vista de los discípulos. Eso no quiere decir que nos haya abandonado, sino que su presencia es ahora espiritual. Como nos dice el evangelio de hoy, Él está con nosotros hasta la consumación de los tiempos. Pero ahora será una presencia mediatizada. Ahora su presencia en el mundo somos nosotros, los cristianos. Sus manos son nuestras manos, sus pies son nuestros pies, sus palabras son nuestras palabras, su amor es nuestro amor. ¡Tremenda y maravillosa responsabilidad!. No es la hora de quedarse mirando al cielo, con la boca abierta, anhelando seguridades, añorando tiempos pasados que creemos mejores. Cristo nos lanza hacia el futuro. Es cierto que corren tiempos difíciles para el testimonio de la fe en el mundo actual. Ni mejores ni peores que otros tiempos. Es un mundo muy diferente el que nos toca vivir, es verdad. Pero el mensaje de Cristo sigue siendo actual, vivo, más que nunca necesario para esta sociedad nuestra aparentemente satisfecha de cosas materiales, pero vacía de ideales, de valores, de horizontes que lleven a una felicidad plena. El problema no es Cristo, el problema es la Iglesia, somos cada uno de los cristianos. Ya lo dijo un cardenal en un Sínodo de Obispos: “los jóvenes hoy creen en Cristo, pero no creen en la Iglesia”. O sea, que lo que falla es el testimonio de los cristianos. Más que nunca, aunque parezca lo contrario, los cristianos son observados y analizados, y se les pide en realidad que sean más auténticos. No tengo dudas de que si los cristianos  pusieran en práctica de verdad el mensaje de Cristo, primero el mundo cambiaría radicalmente, segundo muchos se interesarían por saber la causa de nuestra felicidad, tercero, la Iglesia sería realmente lo que debería ser: sal y luz del mundo, sacramento y signo de la salvación. Cuidemos el testimonio de la vida diaria. No hace falta hacer cosas extraordinarias, sino hacerlo todo con mucho amor y alegría, con amabilidad, con respeto, con acogida a todos, con tolerancia, con una inmensa solidaridad y preocupación por los más necesitados. No olvidemos que somos observados en el trabajo, en la familia, en el colegio, en la universidad, en el vecindario, entre los amigos. ¿Qué testimonio damos ahí de Cristo? Buena tarea para cada día y para toda la vida. Soltemos las amarras que nos atan a una vivencia cristiana paralizada por el miedo, la tradición, la rutina, como le pasaba el elefante de este cuento de hoy. Abramos la mirada, miremos hacia lo alto y hacia dentro, como Cristo, y nuestros ojos se transformarán y nuestras manos se pondrán a trabajar y construir una Iglesia más auténtica, más sencilla, más positiva y cercana a los problemas e inquietudes del mundo de hoy, y a edificar un mundo más justo, más solidario, más pacífico y humano, en unión con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sean de la religión que sean o sen sin ninguna religión, pero  que compartan nuestros valores y nuestros sueños. ¡QUE TENGÁIS UNA SEMANA LLENA DE LAS BUENAS OBRAS QUE ACOMPAÑAN A LA VERDADERA FE ¡