Miércoles de Ceniza, Ciclo B
San Mateo 6, 1-6.16-18

Autor: Mons. Diego Monroy Ponce

Vicario General y Episcopal de Guadalupe y Rector del Santuario

 

 

Mis amados hermanos y hermanas. Alabemos y glorifiquemos al Señor nuestro Dios, porque es misericordioso y nunca odia a sus creaturas, borra los pecados de los hombres que se arrepienten y los perdona. Con el Miércoles de Ceniza empezamos, un año más, la celebración de la Cuaresma. Toda la Iglesia está invitada a ponerse en camino para celebrar la Pascua gloriosa de Cristo con un corazón renovado. Estemos, mis hermanos, abiertos a este tiempo favorable, si de verdad nos implicamos en esta propuesta de conversión, si nos reconciliamos con Dios será un camino de liberación, será un camino de vida renovada, es un volver a empezar y podemos empezar de nuevo o renovar nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos.

 

Hoy cada uno le hemos dicho al Padre: “crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”. Ahora es una nueva oportunidad, tal como nos lo recuerda san Pablo: “ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación”. Aprovechémoslo, ya que nuestra felicidad y la de los que tenemos cerca ganarán con todo esto, mis amados hermanos.

 

Los textos de la Sagrada Escritura que hemos proclamado nos invita precisamente a la conversión, es decir: a centrarnos en lo esencial, a preguntarnos ¿por qué tan a menudo cosas superfluas pasan a ser importantes en nuestra vida hasta el punto de distraernos de la relación con Dios, de nuestra buena relación con los demás y descentrarnos a nosotros mismos? El profeta Joel llama al pueblo y nos llama a cada uno de nosotros a la conversión interior, a la conversión sincera, a huir de la ritualidad puramente externa: conviértanse a Mí de todo corazón, dice el Señor, con ayuno, rasguen los corazones, no las vestiduras. Conviértanse al Señor su Dios. El apartará sus ojos de sus pecados, los perdonará porque es misericordioso, se apiadará de todos. No odia nada de lo que ha creado y es siempre fiel a su alianza. Y en el Salmo Responsorial hemos cantado en sintonía con los textos de la Escritura proclamados: Por tu inmensa compasión: Señor borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Y le insistimos al Señor: crea en mí un corazón puro, devuélveme la alegría de tu salvación. A pesar de nuestros pecados, mis amados hermanos, Dios es siempre ternura, Dios es siempre misericordia, bondad. Y más lo vivimos nosotros, cuando contemplamos este rostro dulce y sereno de nuestra muchachita Santa María de Guadalupe. Es el trasunto, precisamente, de este Dios que siempre tiene ternura, misericordia y bondad para con nosotros.

 

San Pablo describe la salvación, no como obra nuestra, sino como don gratuito, es decir es una gracia. Es una gracia, que hemos de acoger. Les pedimos que se reconcilien con Dios. Escuchemos, pues, la propuesta de la Iglesia, mis hermanos, al empezar la Cuaresma, porque ahora, hoy, no mañana, es tiempo favorable, hoy es el día de la salvación, tiempo de remover los obstáculos, de abrir de nuevo el corazón al don de Dios, cuando se trata de avanzar en la conversión partimos siempre del protagonismo de nuestro Buen Padre Dios, que nos ha regalado su gracia. Ésta nos capacita para amar tal como Jesús amó, para actuar con misericordia para dar ternura, para orar con confianza, para ser sencillos para perdonar a quienes nos han ofendido, para reconocer la propia pequeñez, para ayudar con más desprendimiento, con más generosidad, para ser más compasivos con los pobres y los enfermos, los afligidos y otras tantas maravillas, mis hermanos, que la gracia de Dios nos permite. Como nos dice la Segunda Carta a los Corintios de Pablo: los exhortamos, nos exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Hemos recibido la gracia a través del bautizo y la renovamos continuamente en la Eucaristía, en el Sacramento de la reconciliación y desde luego en la plegaria, en la oración.

 

Es Tiempo de Cuaresma y este tiempo es una nueva oportunidad para aprovechar mucho más la gracia de Dios. La gracia de Dios nos permite enternecer nuestro corazón y escuchar la Palabra de Dios, como que hemos perdido esta dimensión de la ternura. Precisamos, sin embargo, de una actitud humilde a fin de acoger los dones de Dios, tener aquella confianza en los hijos, que esperan las caricias de sus padres. Nosotros, mis hermanos, nosotros, también esperamos que nos llegue la ternura de Dios, sus caricias. Sus caricias manifestadas en los sacramentos, en su Palabra, en las personas, en los hechos cotidianos, en los que sufren, etc., de mil maneras Dios nos va expresando su amor, su ternura, su bondad, su misericordia para con nosotros. Si miramos con sinceridad nuestro interior nos daremos cuenta de que a veces estamos endurecidos. Somos tan indiferentes unos de otros. Y no percibimos las caricias del Padre. O estamos tan pendientes de nosotros que no nos damos cuenta de la gente que nos rodea. O estamos tan angustiados, tan preocupados por cosas secundarias, que no valoramos las más importantes. Todo esto, mis amados hermanos, y más nos lo recuerda la ceniza que vamos a tomar hoy: Acuérdate que eres polvo, al polvo te volverás. Acuérdate que eres barro, pero conviértete, cree en el Evangelio, déjate acariciar por Dios, recibe la ternura que Él te ofrece en Jesucristo el Señor, que se ha entregado por nosotros hasta derramar la última gota de su sangre.

 

Ahora, mis hermanos, es el momento de colaborar con Dios para hacer posible nuestro cambio. La Cuaresma no le resta el protagonismo a nuestro Padre Dios, sino que quiere recordarnos; que por nuestra parte tenemos que hacer algo aunque todos sepamos que es muy poco. Seguramente, ustedes vieron una película, que se estrenó el año pasado, la película Bella. Empezaba esta película diciendo: si quieres hacer reír a Dios explícale tus proyectos, porque los proyectos de felicidad del Señor siempre son más esplendidos que los nuestros, hermanos. Quizá es mejor llevar acabo los planes del Señor, quizás es mejor realizar los proyectos de Dios y en este Año Paulino recordemos cuales eran los proyectos de Pablo, cuando se llamaba Saulo, y en el camino de Damasco se convirtió a los proyectos de Dios. Y Saulo, Pablo dejó de hacer de hacer los suyos, dejó, abandonó a los suyos.

 

Amados hermanos, pensemos en esto, un buen ejercicio cuaresmal puede ser intentar descubrir, que quiere hacer Dios por mejorar y aumentar nuestra felicidad. ¿Y qué quiere que hagamos habiendo? ¿qué nos pedirá algo posible y adaptado a la propia realidad? Y un camino bueno, conseguirlo es poner amor, mucho amor en todas las exigencias cuaresmales, a veces difíciles. Ponemos en amor y seguramente se transforman en momentos de gozo aquellas cosas que realicemos. Hagamos realidad el Evangelio de hoy con el amor, con la ternura de Dios. Dar limosna a los pobres, a los necesitados, es decir, compartir. Fíjense que no es gratuito que el Señor Jesús ponga en primer lugar la limosna, es compartir, es pensar en los demás, es lo más difícil. Como sea buscamos un rato de oración o nos sacrificamos, nos mortificamos. Pero pensar en los otros, ayudar a los otros, entregarnos a los demás, nos cuesta. Por amor a ellos y a Dios sin buscar ser bien vistos o bien considerados, aplaudidos, sin duda tenemos noticias de personas que sólo se ha sabido que han sido muy buenas, muy caritativas y habían hecho muchos favores hasta después de su muerte, y seguro que de muchas otras, no lo sabremos jamás. Dios sí, Dios lo sabe y es tan importante, a Dios no se les escapa nada. Y luego orar, cuando hagas oración, orar con afecto a Dios, orar con confianza, orar porque lo necesito para ser verdaderamente cristiano, orar porque a veces es el único medio para solucionar problemas o aceptar situaciones difíciles, orar con amor. Tener el coraje de apagar la televisión, la radio para estar un rato en silencio en oración. Hagámoslo esta Cuaresma. Ayunemos de televisión, ayunemos de cine, de radio para estar en silencio. Ayunar, ayunemos de criticar, ayunemos de murmurar, ayunemos de buscarnos a nosotros mismos. Ayunar y renunciar a cosas superfluas con amor y por amor.

 

Esta es la verdadera alegría, mis hermanos, y seré más pobre, y los pobres de verdad se podrán veneficiar más de mí. Dios permanecerá en el corazón generoso con el don de la alegría siempre.

 

Recibamos, pues, ahora la ceniza como signo del inicio de este Tiempo Cuaresmal y luego continuemos con la Santa Eucaristía, la mayor realidad del amor de Dios para con todos nosotros.

 

Que nuestra Niña y Madrecita Guadalupe nos ayude a vivir hoy este Tiempo de Cuaresma, de gracia y de salvación. Cuaresma para que haya Pascua 2009 para todos nosotros.

 

Que así sea.