III Domingo de Pascua, Ciclo B
San Lucas 24,35-48:
Testigos por la experiencia

Autor: Mons. Diego Monroy Ponce

Vicario General y Episcopal de Guadalupe y Rector del Santuario

 

 

Amados hermanos y hermanas, que están unidos a nuestra oración desde sus propios hogares convirtiéndolos en santuarios. Entorno seguramente de nuestra Niña y Muchachita Santa María de Guadalupe. En torno de Aquel que es nuestro camino, verdad y vida, Jesucristo el Señor.

 

Sólo muy brevemente los invito a que meditemos la Palabra que Dios nos regala este domingo. En la primera lectura se nos entrega la gran palabra profética de Pedro para dar testimonio del resucitado. Mataron a la vida, pero Dios mató a la muerte y el Siervo Jesús vive y ha sido glorificado. La Palabra, el Kerigma, esta proclamada con valentía y comprensión. Pero, mis amados hermanos, exigen reconocimiento del pecado, arrepentimiento, pero a su vez ofrece caminos de esperanza, caminos de salvación. En este momento especial que vivimos, es urgente tomar estos caminos de esperanza y de salvación, que nos ofrece el Señor Jesús el único que salva.

 

En la segunda lectura que hemos proclamado, miren, san Juan: denuncia nuestro pecado. La Iglesia es pecadora, pero al mismo tiempo ofrece el perdón, ofrece la gracia que se encuentran en Jesucristo el Señor. La Iglesia es santa, no lo olvidemos, no sólo la Iglesia el mundo entero está llamado a beneficiarse de la redención de Cristo. De ahí nuestra esperanza, nuestra plegaría confiada al Señor, mis hermanos, para ello se necesitan dos cosas: conocer al Señor Jesús, adherirse por la fe al Señor Jesús y desde luego, mis hermanos, guardar su Palabra, es decir: vivir en el Señor, que se expresa en el amor, en el servicio, en la entrega. 


Hemos proclamado el Evangelio de Lucas, en este relato de Lucas es continuación y complemento de Emaús: Hay presencia, Jesús en medio. Hay signos, las heridas de su cuerpo. Hay Palabra, les abrió el entendimiento. Hay comida, pez asado. Hay misión, predicarán a todos los pueblos.

 

Mis amados hermanos y hermanas, sobresale la bondad, la compresión, la paciencia y la maestría de Jesús resucitado con sus discípulos a quienes trata con verdadero amor. ¿Cómo no tener confianza y esperanza en este momento? El Señor Jesús nos trata con verdadero amor en este momento difícil de nuestra patria, por esta epidemia, no sólo de este virus porcino, sino esta epidemia de la inseguridad, de la violencia, de la mentira, de la corrupción, del narcotráfico, qué terrible epidemia estamos viviendo, mis hermanos.

 

Pero, el Señor es nuestra esperanza, Él nos trata con verdadero amor a través del rostro dulce y amable de Santa María de Guadalupe. Miren, como vemos a los discípulos, que por una parte confirman su fe en el resucitado y por otra empiezan a dar testimonio de su Maestro glorificado y constituido Señor y Salvador de todo. Esto vale, mis hermanos, también para cada uno de nosotros, cada domingo hemos de confirmar y enriquecer nuestra fe, para que así cada lunes y cada martes y cada miércoles y cada día de la semana demos testimonio vivo de nuestro encuentro con Jesús, el único Señor y Salvador.  Y más en este momento, insisto, tan difícil en que estamos viviendo ante esta epidemia que nos azota.

 

Digámosle a la Niña del Cielo: Señora cúbrenos con tu manto, libramos de este mal. Sigamos puntualmente las indicaciones de las autoridades sanitarias y pidamos también por ellas, por todas nuestras autoridades quienes tienen el poder de decidir para que sepan establecer medidas y prioridades para prevenir y ayudar a toda la población y en particular a quienes son más vulnerables.

 

Pidamos para todos nosotros el pueblo serenidad, prudencia para actuar con mucha responsabilidad y así evitar contagios y contagiar.

 

Mis hermanos, yo los invito a que nos pongamos de pie y juntos a que hagamos una oración a la Señora del Cielo y vamos a hacerla con esta oración que nos entrega nuestra Cardenal Norberto Rivera Carrera nuestro Arzobispo Primado de México, Tenochtitlan. Una oración que él ha enviado a todas las comunidades, a todas las familias para encomendar a México por esta epidemia de la influenza.

 

Digamos, todos:

Santa María de Guadalupe

A ti que nos amas con especial ternura,
velas por nosotros con maternal intercesión
y nos procuras siempre tu eficaz ayuda
suplicamos tu protección y auxilio
para superar pronto esta epidemia
que ha venido a afectar nuestra nación.

Cúbrenos con tu manto,
líbranos de este mal.

Ruega por todas las autoridades
y por quienes tienen poder de decisión
para que sepan establecer medidas
y prioridades para prevenir y ayudar a toda la población,
y en particular a quienes son más vulnerables.

Concédenos prudencia y serenidad
para actuar con mucha responsabilidad
y así evitar ser contagiados o contagiar.

Socorre al personal de salud,
vela por la recuperación de los enfermos
y sé consuelo de quien se encuentran en duelo.

Madre del Verdadero Dios por quien se vive,
Tú que nos has rescatado de otras plagas,
encomiéndanos a la misericordia
de Aquel que nos sanó con Sus llagas
y nos libró de la muerte con Su Resurrección.

Enséñanos a unir nuestro dolor al Suyo
para hallarle sentido redentor
y salir de esta adversidad fortalecidos
en la fe, la esperanza y el amor. Amén.