I Domingo de Adviento, Ciclo C

Lc 21, 25-28. 34-36. Preparar la venida

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta la estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y majestad.

Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación. Estén alerta para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos; porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre. (Lc 21, 25-28. 34-36).

¡Palabra del Señor!
¡Gloria a ti Señor Jesús!

Comentario:

Empezamos hoy un nuevo ciclo en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia. Es el primer domingo de Adviento, periodo dedicado a prepararnos convenientemente a la próxima Navidad. Es un tiempo de gozo y esperanza, pues con Cristo llega la salvación; pero hay muchas cosas que nos impiden disfrutar el gozo de la Navidad.

Situación:
Aumentan los suicidios de quienes no le encuentran sentido a la vida y a sus sufrimientos. Muchos campesinos abandonan sus tierras y sus pueblos, porque no ven perspectivas de que su situación mejore. Los partidos políticos no logran ponerse de acuerdo en muchos asuntos de trascendencia para el país, como las reformas fiscal, eléctrica, laboral y electoral. No son rentables los precios del café, de la copra y de otros productos de los pobres, lo que provoca una migración creciente. Se desboca la agresividad social, sobre todo en marchas y manifestaciones. Hay angustia, miedo, terror y angustiosa espera, como dice el Evangelio.

Dice Jesús: “Pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”. Por tanto, no hemos de escondernos cómodamente en nuestros asuntos personales, sino poner atención a lo que sucede y levantar la cabeza, para estar pendientes de los acontecimientos. La hora de la liberación llegará cuando aceptemos de corazón a Jesús como nuestro Salvador, porque El puede quitarnos las cadenas del pecado, del egoísmo y de la injusticia, para llevar esperanza a los decaídos. En Jesús se cumple lo prometido en Jeremías: “Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra. Entonces Judá estará a salvo, Jerusalén estará segura” (Primera lectura: Jer 33,14-16).

El Evangelio dice: “Estén alerta para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente”. Esta es una recomendación oportuna para todo el año, pero en especial para las fiestas navideñas, cuando algunos entorpecen su mente por el alcohol, por el ansia de comprar y llenarse de placeres. También nos dice: “Velen y hagan oración continuamente”. Hay que estar atentos, pues, ya que las tentaciones nos acechan por todos lados. La oración constante nos hace abrir el alma a la Palabra de Dios, a las inspiraciones del Espíritu, a las necesidades de los pobres. Quien ora, encuentra paz, fortaleza y esperanza.

Atendiendo a estas recomendaciones, podremos “comparecer seguros ante el Hijo del hombre”. Si hacemos caso a la Palabra del Señor, saldremos liberados cuando nos presentemos ante el tribunal de Dios, libres de tristezas y temores.

Por lo tanto, debemos preparar nuestra Navidad de un modo cristiano, no pagano; que no se quede todo en adornos de la casa, de los comercios y de las calles, sino que haya una conversión de la propia vida. Evitar vicios y borracheras. Hacer una buena confesión sacramental, ante un sacerdote, para que el Señor nos libere de nuestros pecados y, así, el alma esté bien dispuesta para celebrar la venida del Salvador. Preocuparse por lo que acontece a nuestro alrededor, y no entretenerse sólo con comedias y programas vulgares de la televisión.

Hacer más oración, tanto personal como familiar y comunitaria. Organizar unas “posadas” donde no falten lecturas bíblicas y oraciones. El Rosario en familia conserva unidos los hogares. Amar a los prójimos más cercanos, como es la propia familia, pero también a los que viven solos, tristes y sin esperanza. Visitar ancianos y encarcelados. Consolar huérfanos y viudas. Orar por los legisladores y las autoridades civiles, para que el Señor les ilumine la mente y les mueva el corazón, y así encuentren soluciones a los graves problemas que enfrenta el país. Velemos pues para que no se nos embote la mente, ni se nos entorpezca el corazón y mantengamos el dinamismo de la espera.