IV Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Jn 9, 1-41: El ciego limosnero

Autor:  Mons. Felipe Aguirre Franco

 

 

Evangelio: 

 

En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?” Jesús respondió: “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé” (que significa ‘Enviado’). El fue, se lavó y volvió con vista.

Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?” Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”. Y le preguntaban: “Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?” El les respondió: “El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: ‘Ve a Siloé y lávate’. Entonces fui, me lavé y comencé a ver”. Le preguntaron: “¿En dónde está él?” Les contestó: “No lo sé”.

Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. El les contestó: “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?” Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?” El les contestó: “Que es un profeta”.

Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron: “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo”. Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: ‘Ya tiene edad; pregúntenle a él’. (Jn 9, 1-41). ¡Palabra del Señor! ¡Gloria a ti, Señor Jesús!

 

Comentario

La Cuaresma es un tiempo que nos dispone a renovar nuestro Bautismo. En la antigüedad, era la última etapa de preparación de los catecúmenos para ser bautizados en la Vigilia Pascual. Hoy, es un periodo oportuno para disponernos a renovar nuestro bautismo, en las fiestas pascuales. Recordemos que se nos entregó una cera encendida en el cirio pascual, signo de Cristo luz y vida, porque El es la luz del mundo, que sana nuestras cegueras. Hay muchos ciegos, de los ojos, del alma y del corazón. Vamos a citar algunos ejemplos actuales:

En la historia pasada y presente de la Iglesia, hay críticos que no resaltan todo lo bueno que ésta ha hecho por la humanidad, sino que sólo ven nuestras fallas, que tampoco se pueden ocultar. Por ejemplo, no ven la fidelidad de la mayoría de los sacerdotes y religiosas a sus votos celibatarios, sino sólo resaltan casos de deficiencias. No ven las razones jurídicas que pueden haber valido para declarar que un matrimonio fue nulo desde el principio, sino que inventan razones políticas y económicas. Y lo más lamentable es que son guías ciegos que conducen a otros ciegos, pues mucha gente, ignorante de su religión, les hace caso y repite sus medias verdades y mentiras, como si fueran dogmas de fe.

Es creciente el número de quienes han apagado la luz de la fe que recibieron en el bautismo. No se declaran ateos, sino sólo no practicantes. Son los que más aumentan. Son como ciegos, que no saben distinguir lo bueno de lo malo, y caen en un relativismo moral que les hunde en el pozo de sus pecados. Presentan como buena y legítima las “sociedades de convivencia”, porque no aceptan la luz de Dios sobre la familia. Reprueban que insistamos en un estilo de familia, formada por padre, madre e hijos, como institución natural, y alientan cualquier otro estilo, aunque sea entre homosexuales, porque carecen de la luz que nos ofrece la revelación divina, para no equivocarnos ni caer en excesos, que a la larga dañan y destruyen a la sociedad.

La recuperación de la vista por parte del ciego procede en efecto por igual con su descubrimiento de quién es Jesús. Reconstruyamos las tres etapas de este camino. Al comienzo, el ciego no sabe nada de Jesús. A la pregunta: “¿Y cómo se te han abierto los ojos?”, responde: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro…” Para él, Jesús es todavía un “hombre” cualquiera, nada más que un hombre.

Más tarde, le preguntan también: “Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?”, y él responde: “Que es un profeta”. Jesús es un enviado de Dios, que habla y trabaja en nombre de él. Hemos llegado a la base de un simple razonamiento que cualquiera podría hacer: “Si éste no viniera, de Dios, no tendría ningún poder”. En fin, después de que los fariseos lo han arrojado de la sinagoga e insultado por haberse atrevido a defender lo efectuado por Cristo, el ciego se encuentra de nuevo con Jesús y esta vez le grita: “Creo, Señor” y se postra ante él para adorarlo, reconociéndole así manifiestamente como a su Señor y a su Dios.

Las afirmaciones de Jesús en el Evangelio de hoy son muy claras: “Yo soy la luz del mundo... Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. Seguir a Jesús, es gozar de la luz verdadera. Quien presume que todo lo sabe, pero prescinde de Jesús, es el peor ciego. Quien, por lo contrario, busca en Cristo la luz para su vida en familia, en la escuela, en el trabajo, en la política, en la enfermedad y en la muerte, no se equivoca y sale victorioso.