Pistas para la Lectio Divina...  Lucas 8,16-18.
“Mirad, pues, cómo oís”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

En el octavo capítulo del evangelio de Lucas, entre 8,4 y 8,21, nos encontramos con una catequesis sobre “la escucha de la Palabra ” pronunciada por Jesús. Tenemos (1) la parábola del sembrador (8,4-8); (2) la explicación de por qué habla en parábolas (8,9-10); (3) la explicación de la parábola del sembrador (8,11-15); (4) una exhortación sobre la manera como hay que recibir la Palabra ; y (5) el momento culmen: la relación entre la “escucha” y la “práctica” de la Palabra , donde aparece la Madre de Jesús.

 

La penúltima línea de la explicación de la parábola del sembrador dejó planteada una situación negativa relacionada con la escucha inadecuada de la Palabra de Dios: hay oyentes que escuchan la Palabra de Dios, pero “no llegan a madurez” (8,14).  Este es un hecho preocupante: ¿cuántas Palabras de Dios escuchamos cotidianamente y qué signos de conversión damos finalmente? Lo ideal es conservar “ la Palabra con corazón bueno y recto” y dar “fruto con perseverancia” (8,15). 

Si miramos hacia atrás, en los pasajes de Lucas ya leídos, veremos que Jesús les había dado a los discípulos muchas instrucciones -de palabra o con acciones-, pero surge la inquietud: ¿Están haciendo aprendizajes?  

Por todo lo anterior se comprende la frase principal del pasaje de hoy, que invita a “escuchar” bien: “Mirad, pues, cómo oís” (8,18). Ésta es la aplicación de la parábola del sembrador, donde se vio que todos “oían” pero pocos llegaban “a la madurez”. 

Repasemos las ideas centrales de la exhortación de Jesús: 

(1) La comparación de la lámpara, “Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija… sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz” (8,16), nos lleva a pensar inmediatamente en la persona de Jesús, quien la “luz que ilumina” a todas las naciones (Lc 2,32).  

Jesús entra en nuestras vidas de manera discreta, como la semilla en la tierra, pero tiene su presencia trae la fuerza irresistible de la luz, la cual no puede cubrirse con una vasija ni puede esconderse debajo de una cama.  

(2) Aquel que es tocado interiormente por Jesús, poco a poco va exteriorizando su experiencia de manera que todos los captan: “para que los que entren vean la luz” (8,16b). Y esto vale también para la experiencia comunitaria. La enseñanza es esta: no sólo hay que dejarse quemar por el Señor (recordemos el relato de los discípulos de Emaús) sino que nuestra misión es ser candeleros que irradien la luz de Jesús resucitado por todas partes, comenzando por el propio entorno. Esto hará que mucha gente “entre” en los caminos del Señor, en su Iglesia, atraídos por la luz del testimonio apostólico. 

(3) La explicación que aparece en el v.17, “nada hay oculto que  no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto”,  nos hace ir más a fondo: Jesús, al pasar por la sombra de la Cruz , más adelante se manifestará en su resurrección como el Mesías glorioso y el Señor. Esta misma dinámica es válida para nuestro proceso espiritual personal: ahora no lo vemos todo claro, pero un día se manifestará con toda claridad –en la dinámica de la pascua- toda la intensidad de la iluminación que llevamos dentro. 

(4) Para llegar a este punto, para que podamos manifestar toda la luz que llevamos dentro, para que vivamos este proceso, es necesario que escuchemos correctamente la Palabra : “Mirad, pues, cómo oís” (8,18ª; ya en el v.8 Jesús había dicho que había que “tener oídos para oír”). 

(5) Para quien camina con Jesús es de vital importancia la fidelidad en la escucha, de manera que pueda vivir según las exigencias de la enseñanza recibida. A quien sepa escuchar -“al que tenga”- “se le dará” el don contenido en la Palabra ; pero quien no sepa escuchar -“al que no tenga” actitud de oyente- podría perder la luz que se le ha dado con tanta generosidad (8,18b). 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Realizo con perseverancia la Lectura Orante de la Biblia (=Lectura Santa)?

2. ¿Percibo hoy con mayor claridad qué don me puede traer la escucha permanente de la Palabra por medio de los ejercicios que me propone todos los días esta Revista?

¿La luz que el Señor me ha dado está irradiando positivamente y con alegría entre los que me rodean?