Pistas para la Lectio Divina... Juan 1, 47-51.
“Veréis… a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”
Llamados a contemplar la Gloria de Jesús

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Celebramos hoy la fiesta de los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En la Sagrada Escritura ellos aparecen, dentro del lenguaje y mentalidad bíblica, como intermediarios entre el mundo de Dios y de los hombres:

(1)     Miguel: cuyo nombre significa “¿Quién como Dios?”, lo encontramos en el libro de Apocalipsis en la gran batalla contra el dragón: Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos” (Ap 12, 7-8) (ver también Dn 10,13.21; 12,1).

(2)     Gabriel: lo recordamos especialmente por los relatos de anunciación en Lucas, a Zacarías, “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios…” (1,19), y a María, “Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea…” (Lc 1,26) (ver también Dn 8,16; 9,21).

(3)     Rafael: cuyo nombre está relacionado con la curación, se presenta a sí mismo en el libro de Tobías: “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor” (12,15). 

El evangelio de esta fiesta nos invita, no tanto a detenernos en los ángeles en sí, sino a contemplar a Aquel que realiza en sí la plenitud de la revelación, de la cual los ángeles eran mediación. 

1. La promesa al verdadero israelita 

Cuando Jesús llamó a Natanael le dejó entender que conocía su corazón: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.” (1,48). ¿Qué conocía Jesús de él? Él mismo lo dice: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” (1,47). Este admirable conocimiento despeja las dudas que inicialmente plantea sobre Jesús y lo lleva a comprender delante quién está: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (1,49). 

“El verdadero israelita”, así como lo hizo Abraham (ver Gn 12,1-7; 18,1-5) reconoce la presencia de Dios donde quiera que se manifieste y reacciona positivamente frente a ella. Natanael, por su formación hebrea, sabe que las acciones de Dios son poderosas, sorprendentes e increíbles. Pero cuando descubre a Jesús, es capaz de ver más: éste no puede ser sino el Hijo de Dios y el Mesías que estamos esperando. 

Al final Jesús le promete una nueva y más grandiosa visión (1,50) de la identidad y de la misión de Jesús: “Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre” (1,51). 

2. Una maravillosa revelación 

En su viaje hacia Galilea junto con sus discípulos, Jesús probablemente pasó por las cercanías de Betel, donde tiempo atrás el patriarca Jacob tuvo el sueño de la escala que unía el cielo con la tierra y sobre la cual subían y bajaban los ángeles de Dios (ver Gn 28,10-17).  

La promesa de Jesús a Natanael alude a este hecho. Con dos afirmaciones solemnes (“Veréis el cielo…”; “Veréis a los ángeles…”), Jesús alude a las relaciones continuas y recíprocas entre él y el Cielo, entre el Hijo del hombre y el Padre. En Jesús y su revelación del Padre a lo largo del evangelio se ofrece el espectáculo de este cielo abierto. Hay que descubrir esta relación y luego entrar a formar parte de la escena, intenta decir Jesús.  

3. Invitados a participar en la escena: el camino del “creer” 

Esta visión de la “gloria” ya había sido proclamada anticipadamente en el prólogo de Juan 1,14 cuando también un plural comunitario (“veréis”, 1,51 / “hemos visto”, 1,14) se anuncia que en el Verbo encarnado la inmensa majestad de Dios y toda la realidad divina se han hecho presentes en medio del mundo; no de manera pasajera -como en las antiguas teofanías- sino de manera definitiva, porque él vino a “morar” en la tierra. Por eso se afirma de Jesús: “Hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (1,14b). 

Para “ver” y “contemplar” se requiere la fe: “¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, Crees?” (1,50ª). Puesto que la respuesta implícita es “sí”, se agrega: “Has de ver cosas mayores” (1,50b). Es decir, verá al Padre (14,9: “El que me ve ha visto a mí, ha visto al Padre”). 

Este es el camino por medio del cual entramos en el conocimiento de Aquel de quien los relatos bíblicos sobre los ángeles ya intentaban dar a conocer su grandeza. 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué se entiende por “ángeles” y por qué los celebramos?

2. ¿Dónde aparecen en la Biblia los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael? ¿Cuál es su misión?

3. ¿Cuáles son las cosas mayores que Jesús invita a Natanael a ver? ¿Qué se requiere para verlas?

 

“Abrid el corazón, es él quien llama

con veces apremiantes de ternura;

venid: habla, Señor, que tu Palabra

es vida y salvación de quien la escucha”

(Himno de la Liturgia de las Horas)