Pistas para la Lectio Divina... Lucas 10,1-9.
La alegría de evangelizar.
“Designó el Señor a otros setenta y dos…”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Celebramos hoy la fiesta de san Lucas, el evangelista al que se le atribuye el evangelio que nos ha venido acompañando casi constantemente en el último mes y medio.

 

No vamos a hablar de Lucas como tal, pero sí podemos hoy hacerle un sentido homenaje mirándonos en el espejo en el cual él se miró. Escribir un evangelio (y los Hechos) es una forma concreta de misión.   Por eso, basados en el texto del evangelio de hoy, vamos a poner de relieve la serie de los siete imperativos de un misionero (en realidad sumaríamos diez si le agregáramos los tres que aparecen en los versículos 10-12, que no leemos hoy). Así lo entenderemos un poco más a él y nos entenderemos también a nosotros mismos.  Veamos:

 

(1) “¡Rogad!” (10,2)

 

El misionero es ante todo un orante. Como sucede en Hch 13,1-3, la misión parte de una comunidad que ora y en ese ambiente es revestida del Espíritu para enviar los que de entre ellos el Señor designe.  Por otra parte, los 72 toman conciencia de que aún ellos siendo aparentemente muchos, en realidad son insuficientes: “los obreros son pocos”.

 

(2) “¡Mirad! (10,3)

 

El misionero es conciente de que se aventura en un mundo de múltiples peligros, su vida estará siempre amenazada: “como corderos en medio de lobos”.  El misionero no va con ninguna autoridad externa que someta a los demás, él es débil e indefenso, un hombre de paz.

 

(3) “No llevéis” (10,4ª)

 

El misionero viaja desprendido de todo. Hay cuatro implementos necesarios para un viaje, de los cuales él se desprende: bolsa para la plata, alforja para la merienda y la muda de ropa, sandalias para las caminatas largas en terreno pedregoso. Esto no quiere decir que se queda “en al aire”, su seguridad está en su fe en Dios que no lo abandona y provee sus necesidades como Padre suyo que es.  Esto es tan real que cuando Jesús le pregunte “Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?”, Ellos responderán: “Nada” (Lc 22,35).

 

La frase “No saludéis... en el camino” (10,4b), indica que el misionero viaja desprendido de todos, nada ni nadie lo distrae para responder a la urgencia de la misión.

 

(4) “¡Decid!” (10,5)

 

La proclamación del evangelio comienza por el saludo de la paz: “Shalom leká” (ver Jc 6,23; Lc 24,36). No se trata de un formalismo vacío sino de un don que se puede recibir o rechazar.

 

Este don que saben acoger los “hijos de paz”, está asociado con la venida de la salvación. Esta paz es el don pascual de Cristo (Lc 24,36; ver también 2,14.29; 19,42; Hch 10,36). Un don lo recibe solo quien está abierto a él.

 

(5) “¡Permaneced!” (10,7)

 

El misionero no anda buscando comodidades, por eso se le recomienda no ir de casa en casa sino “permanecer” (10,7) y allí “comer lo que le pongan” (10,8b).

Permanecer” es entrar a fondo en la realidad y en el tejido relacional de ese hogar que evangeliza para hacer irrumpir desde dentro el Reino (como Jesús con los discípulos de Emáus: “¡Permanece con nosotros!... y permaneció con ellos”, Lc 24,29; o como Pablo en casa de Lidia, Hch 16,15).  El misionero debe saber aceptar la hospitalidad, para él es un signo del amor de Dios que provee por el. No sólo hay que saber dar, también hay que saber recibir.

 

(6) “¡Curad!” (10,9ª)

 

El misionero se expresa primero con hechos y luego con palabras que ayudan a comprender lo sucedido. En el evangelio de Lucas hemos venido leyendo un buen número de sanaciones que han hecho visible el Reino de Dios (ver 11,20). La llegada del Mesías ha podido ser reconocida por ello. Jesús coloca ahora esta tarea en las manos de sus misioneros.

 

(7) “¡Proclamad!” (10,9b)

 

Así como el Jesús viajero proclama por todas partes la “Buena nueva del Reino de Dios” (4,43), el misionero es un proclamador de la irrupción definitiva de Dios en la historia y da testimonio de ello.  La misión silenciosa de las obras necesita también de la Palabra.

 

Tengamos presente que “el Evangelio es el don más grande del que disponemos los cristianos. Por eso debemos compartirlo con todos los hombres y mujeres que están en busca de razones para vivir” (De la CEI).

 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cuál de estos imperativos me toca más? ¿Cómo lo voy a implementar?

2. ¿Cuál es la finalidad de la misión? ¿Qué espiritualidad supone?

3. ¿En este mes de las misiones, de qué manera voy a contribuir para que la tarea evangelizadora de la Iglesia tenga mayor vigor?

 

Bendigamos al Señor por el evangelista Lucas

Esta es la nueva alianza que Dios hizo con Lucas (cfr. Jr 31,31),

puso en su corazón la palabra viva y eterna (Jr 31,33).

Lo sacó de entre los griegos

para que fuera y diera fruto (cfr. Jn 15,16).

Lucas, el médico bien amado (cfr. Col 4,14),

el hermano elogiado por todas las Iglesias

por su predicación del Evangelio (cfr. 2 Cor 8,18).

Judío o griego, ya no hay distinción,

porque dice la Escritura: ‘No será confundido el que cree en Él.

Él mismo es Señor de todos, generoso para quienes le invocan’.

Vino a buscar y salvar a lo que se había perdido (cfr. Lc 19,10).

Vendrán a Él de oriente y occidente

del septentrión y del mediodía,

a tomar parte en el banquete en el Reino de los cielos (cfr. Lc 13,29).

(Preparado por el Monasterio Apostólico de Piedra Blanca)