Pistas para la Lectio Divina... Lucas 12,35-38:
Con las lámparas encendidas. “Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

El buen discípulo, tiene la mirada puesta en la meta. Él, con el corazón puesto en Dios (Lc 12,22-32) y en el ejercicio de la caridad (Lc 12,33-34), camina hacia la plenitud con “las cinturas ceñidas” y con “lámparas encendidas” (12,35) en el presente.

 

Con relación a la segunda venida del Señor, en la primitiva Iglesia (y aún hoy) hubo una gran incertidumbre. Razón por la cual hubo espacio para muchas fantasías sobre este regreso que veían como algo casi inmediato y, sobre todo, mucho descuido en las exigencias de vida, ante la evidencia de que no sucedía.

 

¿Qué enseñó Jesús al respecto?

 

La parábola “de los servidores vigilantes”, que estamos leyendo hoy, presenta al discípulo precisamente como un “servidor” que sabe esperar la llegada de su patrón. Esta parábola presenta dos momentos:

(1)   El primero en 12,35-36, donde se describe el comportamiento de los siervos mientras esperan al amo.

(2)   El segundo en 12,37-38, donde se describe el comportamiento del patrón con relación a los siervos que ha encontrado vigilando: él mismo se hará el servidor de cada uno de ellos.

 

1. De los servidores hacia su Señor

 

Según la primera parte (12,35-36), la espera del Señor se hace con “los lomos (=cinturas) ceñidos” y las “lámparas encendidas”.

a.       Los “lomos ceñidos”. Normalmente dentro de la casa la gente andaba con la túnica suelta, sin correa; es el equivalente de estar en pijama o de ponerse ropa cómoda (no siempre para la vida social) cuando se llega a la casa después de una larga jornada. En cambio, “estar con el cinturón” era propio de quien estaba pronto para el trabajo o para un viaje (por ejemplo Ex 12,11; recordemos también que Jesús se “ciñe” para servir en la última cena).

b.      Las “lámparas encendidas”. Las lámparas de la casa se apagaban cuando la familia se iba a dormir (como hoy el apagar los bombillos). Por eso “lámpara encendida” es señal de actividad en la casa. Para Mt 5,16 estas lámparas son las “buenas obras” y su irradiación evangelizadora.

 

Con estas dos imágenes, Jesús enseña que el discípulo que sabe vivir la “espera” es aquel que sabe “vigilar”. La vigilancia es lo contrario del irse a dormir o entrar en situación de reposo.  Pero el Evangelio no da sosiego, no permite descuido, no da espacio para la pereza, no tiene reposo, no tiene jubilación.  “Vigilar” es estar siempre listo para la acción, es estar siempre en forma para poder vivir los requerimientos propios del Evangelio (“lomos ceñidos”) y para irradiarlos a los demás hermanos (“lámparas encendidas”):

 

2. Del Señor hacia sus servidores

 

La segunda parte de la parábola (12,37-38), el premio a aquellos que “encuentre despiertos” (12,37) y “haciendo lo que deben” (12,38) se describe con el máximo calificativo que da el evangelio: “¡Bienaventurados!”.  Esto quiere decir, que en su actitud de espera, de apertura al futuro de Dios, todo hombre vive su verdadera felicidad. Y este calificativo que ennoblece el presente está seguido por un don todavía mayor en el futuro: Jesús será para él como un siervo, es decir, nos ofrece todos los dones de su servicio a lo largo de su ministerio, particularmente los de su cruz redentora y de su vida nueva en la resurrección.

 

La referencia a los diversos momentos de la noche (“la segunda vigilia o la tercera”) nos recuerda la importancia de la perseverancia.

 

Es fácil y común llegar a cansarse en este caminar, por eso: dichoso al que el Señor “lo encuentre haciendo lo que debe”.

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué significan los símbolos del cinturón y de las lámparas?

2. ¿De qué manera me pide el Señor que lo espere?

3. ¿Qué me ofrece el Señor con su venida? 

Al leer la Biblia: no sacar los textos de sus contextos

Cuando surgieron las primeras oposiciones y críticas a los viajes de fundaciones que realizaba Santa Teresa algunos utilizaron contra ella el famoso texto paulino de 1 Cor 14,34: ‘que las mujeres guarden silencio en las asambleas; no les está permitido hablar...’. En aquel momento Dios mismo le revela a Teresa una elemental regla de exégesis bíblica con estas palabras: ‘Diles que no se sigan por una sola parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos’ (Rel.19). Es toda la Biblia la que expresa el proyecto de Dios. Por el principio de la ‘unidad de toda la Escritura’ (Dei Verbum 12) no podemos aislar los textos, arrancarlos de su contexto histórico y literario y proclamarlos como verdades aisladas y absolutas”