Pistas para la Lectio Divina... Lucas 7, 36-50:
La muda elocuencia del amor, “Ha mostrado mucho amor”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Jesús ha dado signos claros de su identidad a través de sus milagros: su misericordia revirtió la enfermedad y la muerte de dos jóvenes  en un chance de vida, aliviando así también el sufrimiento de sus respectivas familias y poniéndolas a caminar en una nueva dirección de esperanza.  Frente a esta evidencia ya se pueden sacar conclusiones acerca de Jesús.  Es en este contexto que el evangelio inserta la pregunta de Juan Bautista a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (7,19).  La respuesta se cae de su peso.

 

 

1. Dos actitudes frente a Jesús: la de los pecadores y la de los fariseos

 

Pero la respuesta no es unánime.  Así como ha habido una división de opiniones frente a la misión de Juan Bautista, igualmente ha sucedido con Jesús:

(1) El pueblo y particularmente los pecadores le creyeron y decidieron convertirse (7,29).

(2) Los más religiosos, los fariseos y legistas, no le creyeron y “frustraron el plan de Dios sobre ellos” (7,30)

 

Jesús le hace caer en cuenta a sus oyentes que con su intransigencia, con su incapacidad de dar el salto de la fe, son todavía más infantiles que estos niños: no aceptan el ascetismo de Juan, quien “no comía pan ni bebía vino” y fue tildado de “endemoniado” (7,33), ni aceptan tampoco la libertad, la apertura, el carácter festivo de Jesús, a quien llaman “comilón, borrachón, amigo de publicanos y pecadores” (7,34)

 

Sin embargo, queda claro que la actitud negativa de la generación de los tiempos de Juan y de Jesús no impide, de ninguna manera que el plan de Dios (7,30) se cumpla, porque  -como dice literalmente en griego- “a la sabiduría le han hecho justicia  todos sus hijos” (7,35).  Es decir que hay personas, así  sean pocas, que con su extraordinaria actitud de fe echan para adelante el nuevo plan de salvación de Dios para el mundo. 

 

Lo anterior lo ilustra el caso concreto de la pecadora perdonada (7,36-50), quien ocupa hoy el lugar central en nuestra “lectio” del día.

 

1.      Una bella lección de misericordia

 

La crítica a Jesús por ser “amigo de publicanos y pecadores” (7,35), le paso a una de las historias de misericordia más bellas de los evangelios.

 

En el relato de la pecadora perdonada confluyen los temas principales que han aparecido en los relatos lucanos que hemos leído después del sermón de la llanura: 

(1) La fe: “tú fe te ha salvado” (7,50);

(2) La misericordia: “quedan perdonados” (7,47);

(3) El reconocimiento de Jesús como “profeta” (7,39).

 

Pero ciertamente el tema que sobresale es el de la misericordia. La vemos expresada  en los siguientes comportamientos de Jesús:

(1) El perdón que le ofrece a una pecadora publica;

(2) La defensa que hace de ella frente a la severidad del fariseo censurador;

(3) La acogida de un gesto de amor que realiza ella; y

(4) La confianza que deposita en ella al enviarla a la vida nueva en el “vete en paz” con que termina el relato.

 

La clave de lectura del relato entero la encontramos en la frase: “A quien  poco se le perdona, poco amor muestra” (7,47b; aunque la primera parte del versículo presenta la frase a la inversa).  Esto quiere decir que el gesto de amor de la pecadora es la consecuencia del perdón recibido.

 

La mujer expresa el perdón recibido por parte de Jesús -antes de la cena en casa del fariseo- con una grandeza casi inigualable; sin pronunciar ni un sola palabra en toda la escena, ella hace con Jesús gestos profundamente femeninos y maternos, que el mismo Señor resumirá con la frase “mucho amó”. 

 

 

3. Los signos del amor

 

Notemos con atención la muda elocuencia del amor de la mujer que se descubrió profundamente amada por Jesús:

(1) Se pone detrás de Jesús

(2) Llora

(3) Moja sus pies con las lágrimas

(4) Le seca los pies con los cabellos

(5) Besa sus pies

(6) Lo unge con el perfume

 

Esta mujer, que ha creído en Jesús y ha acogido el don de su perdón, ha comenzado una vida nueva que se expresa en la capacidad de donación representada  en el perfume de altísimo valor que invierte en Jesús y en el don total de si misma. 

 

Esta mujer ya no es la prostituta, no es el objeto sexual que todavía creía ver el fariseo, sino una mujer autentica y digna que ha sido rescatada desde lo mejor de si misma, desde su feminidad, desde su humanidad convertida ahora por la fuerza del perdón en la imagen más bella del amor oblativo que los evangelios nos presentan después de la cruz de Jesús.  El amor despierta para el amor.

 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cuáles son las actitudes que podemos tener frente a Jesús? ¿Cuál me gustaría tener? ¿Cuál tengo en realidad?

2. ¿Estoy convencido/a del perdón y la misericordia que Jesús me ofrece? Si es así: ¿Qué puesto ocupa en mi vida el sacramento de la reconciliación? ¿Qué puedo hacer para acercarme con más frecuencia a él y recibir la abundante gracia que brota de allí?

3. ¿Soy una persona de paz? ¿De dónde me viene esa paz? ¿En qué forma comparto y transmito a los otros esa paz? ¿Si no me considero una persona de paz, qué estoy llamado/a a hacer?