Pistas para la Lectio Divina...  
Mateo 7, 15-20: Criterios de discernimiento (I): Lo auténtico da frutos. “Todo árbol bueno da frutos buenos”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

No sólo el dejarnos atraer por la “masa” (ver el evangelio de ayer) puede desviarnos del recto camino sino también la obra de los falsos profetas (evangelio de hoy). 

Ya Pablo había descrito el comportamiento de los falsos profetas en el ambiente cristiano de esta forma:

Esos tales no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre, y, por medio de suaves palabras y lisonjas, seducen los corazones de los sencillos” (Romanos 16,18).  

Y en el discurso de Mileto les había dicho a los presbíteros:

Sé que después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño; y también entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí. Por tanto vigilad” (Hechos 20,29-30). 

Desde los orígenes hasta hoy no le ha sido fácil a los discípulos de Jesús orientarse en medio de todas las enseñanzas, opiniones, explicaciones de la Escritura, interpretaciones del presente y del futuro, que se escuchan. Muchas palabras pueden ser inteligentes y bien dichas, pero no necesariamente verdaderas. Los falsos profetas obran con la palabra pero nunca con la coherencia con lo que predican; de aquí proviene un criterio de discernimiento. 

Jesús no invita a discutir o fiscalizar las palabras, más bien se remite a las obras. Dice dos veces: “Por sus frutos los conoceréis” (7,16.20). 

Esto no es novedad. Ya Juan Bautista había predicado: “Dad fruto digno de conversión” (3,8).e incluso había advertido: “Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (3,10). Jesús repite hoy esta última frase pero en tiempo presente: “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego” (7,19). 

El buen fruto (recordemos en 5,16: las “buenas obras”) es el actuar según la justicia del Reino, que corresponde a la voluntad de Dios (ver los textos anteriores). Éste no puede ser sustituido por ninguna palabra y es el punto de referencia. Cuando esto se descuida, viene la ruina (7,19). 

La comparación del falso profeta con un lobo disfrazado de oveja (7,15), muestra hasta que punto una persona puede predicar una Palabra sin estar convertido a ella. La apariencia es buena pero por dentro sigue el hombre viejo: el codicioso y rapaz que somete todo lo que aparece en el camino a sus intereses personales; el fondo, sigue siendo la misma persona “salvaje” que no ha conocido la educación del Reino. 

Por eso las obras seguirán siendo el punto de referencia en el discernimiento del falso profeta: no importa todo lo que diga, lo que cuenta es lo que al final haga. Y ya sabemos cuál es el actuar que se espera. 

En fin, todo el Sermón de la Montaña enseña cuál es el actuar justo. Con base en este criterio se debe hacer una valoración de los frutos de cada árbol, y sólo la conformidad con la enseñanza de Jesús (los valores del Reino) indica si son correctos o no. La valoración de las obras debe disipar la niebla de las palabras. 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿La comunidad de fe a la cual pertenezco ha vivido conflictos doctrinales, divisiones o desviaciones en materia de fe y costumbres por parte de falsos líderes?

2. ¿Cuál es el criterio para discernir al falso profeta?

3. ¿Cómo sé si estoy viviendo la Justicia del Reino y entrando así en el Reino de los Cielos? ¿Qué “frutos” de vida nueva están esperando de mí que todavía no se ven?