Pistas para la Lectio Divina...  
Lucas 14,1.7-11: La etiqueta en la distribución de los puestos en la mesa según Jesús. “Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos…”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Veamos las tres partes del pasaje evangélico: (1) una observación, (2) una parábola y (3) la aplicación. 

1.         Una observación: “Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos” (14,7a) 

¿Qué hay detrás de este comportamiento?  Una de las necesidades humanas es la estima. Esto se percibe en la aspiración al reconocimiento. El problema en cuando se busca por medio de la competencia: ser superiores a los demás, tener posiciones más altas, estar más adelante. Esto último es lo que Jesús ve en los comensales de aquella mesa: quieren los puestos más visibles (a la cabecera de la mesa o en el centro), los que indican superioridad. 

Esto que sucede en las comidas formales también sucede en la convivencia humana y en todos los estratos sociales. No es fácil reconocerles a las otras personas nuestros mismos derechos y nuestro mismo valor. En esta feria de las vanidades, aparece el deseo de la afirmación personal mediante la comparación: lo nuestro es superior o mejor que lo de los otros. De esta comparación proviene un criterio errado de valoración. 

2.         Una parábola: “Cuando seas invitado…” (14,8)

En una parábola, Jesús propone una regla de comportamiento diferente para los comensales: “Cuando seas invitado a una boda, no te pongas en el primer puesto… no sea que… y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto” (14,8-10). Su frase proviene de la sabiduría popular: quien busca los primeros puestos de manera directa o muy de prisa puede terminar recibiendo más humillación que honra; no hay que correr riesgos. 

Sin embargo, detrás de esto puede suceder que no haya verdadera humildad sino una estrategia para salirse con la suya. A lo mejor de esta forma la honra puede ser más evidente ante los demás invitados a la hora en que el anfitrión lo haga ascender de lugar. 

Puesto que lo que Jesús quiere no es simplemente recordar una regla de sabiduría sino ir hasta el fondo de las actitudes, es que  no hay que perder de vista la idea principal: hay dejarle al patrón de la casa la tarea de la asignación de los puestos. Los puestos no dependen de los méritos que creemos tener sino de la gratuidad del anfitrión. 

3.         La aplicación: “Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (14,11)  

De la parábola se deducen las siguientes enseñanzas e invitaciones: 

(1) Poner en crisis este tipo de comportamientos 

Toda búsqueda de honor fracasa delante de Dios; es más, tiene un efecto contrario. Dios no está dispuesto a admitir las jerarquías de honor que nos inventamos los hombres. Todo lo que hagamos por dar brillo a nuestro honor, prestigio y esplendor carece de valor en presencia de Dios.  

Por eso, en este tipo de cosas no vale la pena gastar energías porque pertenece al mundo de la vanidad, que en el fondo es vaciedad, una forma de egoísmo por la exaltación del propio yo. Es Dios, no nuestra ambición, quien nos da el valor y la importancia que tenemos. 

(2) Ponernos bajo la mirada de Dios 

De ahí que el verdadero lugar del hombre es el que ocupa ante Dios y no el que puede ganar esforzándose en su propia promoción. 

Lo mismo vale para las relaciones entre nosotros. Hay que evitar la autopromoción y más bien actuar desde la humildad, no nos corresponde a nosotros sino los otros la promoción.   

(3) Vivir según el principio de vida evangélico 

La última palabra sobre el valor de las personas la tiene Dios. Esto ya lo había dicho María en el Magníficat: “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes” (1,52).  

Todas estas actitudes provienen del fondo del corazón, por eso se retoma como conclusión de la parábola de la oración del fariseo y el publicano: “Todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado” (18,14).  

La lección se volverá a escuchar en la última cena, donde irónicamente los discípulos van a pelear por los puestos; Jesús les responderá con un llamado al servicio humilde, de lo cual Él es el mejor ejemplo: “¿Quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22,27). 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 

1.         ¿Qué formas -discretas o públicas- tiene hoy la aspiración al honor y al prestigio? ¿Qué podemos decir al respecto? 

2.         ¿Qué nueva cultura de las relaciones propone Jesús? ¿En qué se basa? ¿Para dónde apunta? 

3.         Los fariseos basaban su espiritualidad en la lógica de la recompensa. ¿Esto es correcto? ¿Qué es lo que hay que buscar en la relación con Dios y con los demás?

 

 

El que se arrima y allega a Dios, hácese un espíritu con Él,

tocando este soberano matrimonio,

que presupone haberse llegado Su Majestad al alma por unión”

(Santa Teresa de Jesús)