Pistas para la Lectio Divina...  
Lucas 19, 1-10: El encuentro de Jesús y Zaqueo:La recuperación y la salvación de la oveja perdida

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Como lo hemos venido notando, en nuestra lectura del evangelio de Lucas, Jesús sabía hacer de toda circunstancia una ocasión para transmitir una enseñanza. Estando Jesús en una cena en casa de uno de los líderes de los fariseos, consigue sacar de este mundo de los banquetes cuatro lecciones importantes para la vida de sus discípulos. 

La primera lección la encontramos en Lc 14,1-6, allí, a través de la curación de uno de los comensales, un enfermo de hidropesía que Jesús tiene justo al frente suyo. Jesús enseña que la salvación es inaplazable, no importa que sea un sábado. 

La segunda lección, que se encuentra en el pasaje siguiente, en Lc 17,7-11, al propósito del cumplimiento de las reglas de etiqueta sobre los puestos separados para las personas de alta dignidad, Jesús se dirige a los invitados para enseñarles que hay que evitar la autopromoción y más bien actuar desde la humildad, es decir que sean los otros los que te promuevan. La enseñanza tiene que ver, naturalmente, con la relación con Dios: el verdadero lugar del hombre es el que ocupa ante Dios y no el que se puede ganar esforzándose en su propia promoción. 

Hoy nos detenemos en la tercera lección (14,12-14) que también parte de un detalle que no se puede olvidar en las comidas importantes: hacer la lista de los invitados. Jesús ahora se dirige al anfitrión de la comida, que como se ha dicho, es un fariseo. 

Jesús hace un paralelo entre dos maneras de seleccionar a los invitados, para señalar allí cuál debe ser el comportamiento distintivo de un seguidor suyo. Observemos con atención el texto: 

- La primera columna indica lo que “no” se debe hacer (“cuando des una comida o una cena no tomes la iniciativa de invitar a…”, v 12), la segunda indica el comportamiento deseable (“cuando des un banquete, toma la iniciativa de invitar a…”, v 13). 

-En la primera situación la lista comprende: los amigos, los hermanos, los parientes y los vecinos ricos. Son aquellos que, muy probablemente, también te ofrecerán un banquete. En la segunda lista, la que propone Jesús, los invitados son todas personas que no tienen cómo corresponder con otra invitación: pobres y lisiados, cojos y ciegos. 

-En este paralelo se destaca el hecho de la recompensa o contraprestación del favor. En el primer caso, la recompensa es inmediata (en la tierra), y en el segundo, ésta aguarda al tiempo de la resurrección (v.4)

Al enfatizar el comportamiento novedoso, el de no traer a la mesa únicamente a quienes están en condiciones de devolver la invitación, Jesús refleja una nueva manera de entender las relaciones humanas. Según ésta, las relaciones humanas, habitualmente fundamentadas en la reciprocidad, se basan más bien en un amor unilateral, así como es el amor de Dios por cada hombre: Dios nos ama a pesar de que no queramos o no estemos en condiciones de responderle a la altura de su amor. 

Así se entiende por qué invitar a un pobre. Pero Jesús colocó en la lista también una pequeña lista de enfermos: “lisiados, cojos y ciegos”. Cuando uno lee la 2ª Samuel 5,8, uno nota que los ciegos y los enfermos no eran huéspedes agradables para David. En Qmrán (ver la “Regla de la Comunidad”), los esenios excluían también a los enfermos, los cojos y los ciegos. ¿Cómo sería la reacción del anfitrión cuando Jesús le dijo a quiénes era que debía invitar a su mesa? 

Hay que vencer el exclusivismo derribando los muros y los círculos cerrados en las relaciones humanas. El corazón debe ensancharse para darle espacio a todos, especialmente a los desfavorecidos, los abandonados, los que sufren y acogerlos con amor, haciéndolos parte de nuestra propia vida. Para ello hay que vencer la repugnancia a los prejuicios, como lo hizo Jesús. 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cuándo fue la última vez que organicé una fiesta o invité a alguien a comer? ¿Con qué criterio seleccioné mis invitados?

2. ¿Por qué la Iglesia (y yo junto con ella) opta preferencial y proféticamente por los pobres?

3. Los fariseos basaban su espiritualidad en la lógica de la recompensa. ¿Esto es correcto? ¿Qué es lo que hay que buscar en la relación con Dios y con los demás?

4. ¿Hago parte de algún círculo cerrado? ¿Mi grupo o mi comunidad cristiana tienen esta tendencia?