Pistas para la Lectio Divina...  
Lucas 1, 67-79: La grandeza de la misión del niño que ya nació y la del que va a nacer. Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo... »”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Estamos ya  a las puertas de la Navidad y escuchamos en este preludio de la gran fiesta que comienza esta noche, un hermoso himno de alabanza por la vida y la misión de Juan Bautista y de Jesús, conocido como el “Benedictus” (por la palabra con la que empieza). Es como si fuera la “obertura” de la gran sinfonía navideña.

 

Notemos que es el Espíritu Santo quien le abre la boca a Zacarías y quien lo hace orar y profetizar: “Zacarías quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo...” (1,67).

 

La idea central de su himno profético es, como también ocurre en el de María, la proclamación de la misericordia, la credibilidad y el poder de Dios que ayuda a su pueblo y que lo conduce hasta la plenitud de la vida.

 

El texto del himno tiene dos partes:

 

 

1. La proclamación de lo que Dios ha obrado a través del Mesías (1,68-75)

 

El anciano Zacarías comienza con una bendición al “Dios de Israel”, recordando que Yahvé es el Dios de la historia y que se ha revelado como tal en el caminar de un pueblo. Él es el Dios...

  • que se unió de manera concreta a su pueblo a través de la promesa a Abraham (ver 1,55.73),

  • que demostró su misericordia a los patriarcas (1,72),

  • que le hizo a David una promesa con relación a su reino (1,32.69; ver 1 Samuel 7,12-16), 

  • y que ha hablado por medio de los profetas (1,70). 

En toda esta larga historia, Dios ha dejado claro que es poderoso, fiel y misericordioso. 

 

Y sobre este trasfondo es que se entiende la venida del Mesías. En Él, el Dios de la historia, en esta nueva etapa de la historia de la salvación,  ha suscitado un salvador poderoso” (1,68).

 

 

2. La respuesta a la pregunta del pueblo “¿Qué será de este niño?”(1,66)

 

Ante la grandeza del misterio de Jesús-Mesías, Zacarías proclama ahora el significado de la misión de Juan Bautista: “Y tú, niño, serás llamado profeta del altísimo, pues irás delante del Señor...” (1,76).  Con estas palabras Zacarías, consigue responder a la pregunta que había formulado el pueblo ante el nacimiento de Juan (ver 1,66).

 

Enseguida Zacarías, profetizando, proclama quién es éste “Señor” que él precede. Por eso, la segunda parte del Himno se divide en otras dos: (1) la misión de Juan (1,76-77) y (2) la misión del Mesías (1,78-79).

 

(1) La misión de Juan (1,76-77)

 

Juan es un servidor del plan de Dios. Su título más significativo es el de “profeta”; su tarea: la de ir como precursor para preparar los caminos del Mesías; el contenido de su anuncio: la experiencia de Dios como Salvador; salvación que en última instancia se vive en el perdón de los pecados.   Así se cumple la promesa de Jeremías 31,34: “Todos me conocerán del más chico al más grande -oráculo de Yahvé- cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme”.

 

(2) La misión del Mesías (1,78-79)

 

Tres imágenes la describen:

 

·         Jesús, el Mesías, es el liberador de su pueblo (1,68.71.74)

 

Es la imagen de uno que combate por nosotros y nos  rescata llevándonos a una situación de vida  (“libres de manos enemigas”); una vida conforme a la voluntad de Dios (“santidad y justicia”), al servicio en la obra de Dios (“servirle”) (ver 1,54-75). Él nos libera también del “temor”, de manera que una vida al servicio de Dios está fundamentada en la confianza en El y no en el miedo del castigo.

 

·         Jesús, el Mesías, es la luz de un nuevo “amanecer” (1,78)

 

El paso de la noche al día es símbolo del triunfo de la vida y por lo tanto de esperanza. Así, la venida del Mesías es un nuevo amanecer sobre un pueblo que ha pasado por la noche del sufrimiento. La luz es también símbolo de la orientación: en la oscuridad estamos perdidos, pero con la luz del Mesías podemos orientarnos para vivir.

 

·         Jesús, el Mesías, es el que endereza nuestro caminar por el camino de la paz (1,79)

 

Con su luz, el Mesías nos enseña el camino de la vida que, aún pasando por la muerte, conduce a la paz de Dios y en Dios.

 

Concluyendo...

 

Al final de su himno Zacarías nos enseña lo que debería ser la clave de lectura de toda la obra de Jesús: la misericordia de Dios.  De esta forma, su oración se remonta hasta la fuente de todo, hasta el corazón de Dios, y trata de traducir todo lo que capta allí: “las entrañas de misericordia de nuestro Dios” (1,78).

 

Todo lo que Jesús va a realizar estará en consonancia con ese corazón. Jesús es el corazón amoroso de Dios que la humanidad nunca antes había experimentado en tan tremenda cercanía.

 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

Estamos en las vísperas de la navidad. La Palabra de Dios nos conduce progresivamente hasta el encuentro vivo con Jesús en la Eucaristía, ese espacio privilegiado sacramental en que acogemos su “venida”. A lo largo de todos estos días la Palabra de Dios no sólo ha querido calentar nuestro corazón despertando nuestros sueños y poniéndolos en sintonía con Dios, sino también nos ha llamado a una purificación. Vivámosla sacramentalmente en la celebración de la misericordia por medio de una buena confesión.

1. Según la oración inspirada de Zacarías (el “Benedictus”), ¿Cuál es la misión de Juan Bautista? ¿Qué relación tiene con la misión de Jesús?

2. ¿Con qué imágenes se presenta la misión del Mesías? ¿Qué nos dice cada una de ellas con relación a los dones que de Él vamos a recibir en esta navidad?

3. ¿Cuáles son las “sombras de muerte” que hay en mi vida, en mi familia, en la sociedad? ¿Cómo se pueden vencer? ¿Qué anuncia la navidad?