Pistas para la Lectio Divina...  
Marcos 1,21-28: Asombrarnos de Jesús. “Sé quién eres tú, el santo de Dios”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

El evangelio de hoy se abre con una bella costumbre de Jesús que repetirá muchas veces a lo largo de su vida: “Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar” (1,21).  Después de ser bautizado por Juan en el Jordán, inaugura su misión en la sinagoga de Cafarnaúm y lo primero que hace es ponerse a enseñar. Seguramente muchos maestros y predicadores habían enseñado en esa misma sinagoga, pero la gente, al momento, reconoce que este no es un predicador como los demás y “quedaban asombrados de su doctrina” (22). ¿Cuál era el motivo de ese asombro? Un poco más adelante nos lo dice: “porque enseñaba como quien tiene autoridad” (22).

 

Para los oyentes, esta era una doctrina nueva, era algo muy distinto de lo que frecuentemente escuchaban a los escribas. Había algo especial en estas palabras que tocaba el corazón y ellos apenas lo podían describir afirmando que hablaba con autoridad. La autoridad para Jesús, y para los que lo escuchaban, no estaba tanto en la belleza o no de la doctrina, sino en la coherencia entre lo que él decía y vivía y esto lo habían captado muy bien los oyentes de la sinagoga. Toda doctrina será más convincente y generará más procesos de cambio si, de parte de quien la expone, viene acompañada por aquello que comúnmente llamamos ‘ejemplo’ es decir la coherencia entre lo que se dice y se hace.

 

Es paradójico que, para los oyentes de Jesús, esta apreciación parece que se quede en un comentario en voz baja. A continuación Marcos nos señala la presencia de un personaje muy particular: “un hombre poseído por un espíritu inmundo” (23), el cual, palabra más, palabra menos, reconoce también la autoridad de la doctrina de Jesús, pero esta vez no es en voz baja sino a los gritos.

 

Mientras en los versículos 22 y 23, parece que haya una pregunta tácita: ¿Quién es este hombre?,  aquí, en el versículo 24, el mismo espíritu hace gritar al hombre: “Sé quién eres tú, el Santo de Dios”. Tal vez este espíritu inmundo sintió la fuerza de las palabras de Jesús y el temor de una inminente aniquilación. Por esto pregunta: ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazareth? ¿Haz venido a destruirnos? (24).

 

Nuevamente se hace visible, y esta vez por medio de las obras, la autoridad de Jesús ordenando al espíritu inmundo: “cállate y sal de él”. De forma muy gráfica Marcos nos describe la salida del espíritu: agita al hombre violentamente, y con un fuerte grito salió de él. El mal siempre trae consigo una carga fuerte de agresividad, en este caso física y verbal.

 

El final del texto es como una síntesis de lo sucedido. Si al inicio la gente se admiraba de la autoridad, ahora esa admiración se convierte en asombro y certeza de que la doctrina y la persona de Jesús son algo nunca visto. Por esto en el ambiente gira una pregunta:“¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva expuesta con autoridad! como si ellos hubieran entendido de dónde es que viene esa autoridad.

Jesús nos invita hoy a evaluar el peso de lo que decimos no tanto por cuanto sea un discurso fluido, novedoso, acertado, que logre mover sentimientos, sino por cuanto esté cargado y conectado a una vivencia personal capaz de mostrar con la vida lo que se enseña con las palabras.

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón.

1. ¿Por qué la gente afirmaba que Jesús hablaba con autoridad?

2. ¿Con qué frecuencia me acerco a la Palabra de Dios? ¿Qué descubro de novedad en ella? ¿En qué forma está cambiando mi vida al leerla y meditarla?

3. Comunitariamente, ¿cómo nos dejamos sorprender por la Palabra de Dios que nos interpela?