Pistas para la Lectio Divina...  
Marcos 7,1-13: La verdadera pureza es la del corazón. “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

No perdiendo de vista que en la página anterior de Marcos el tema era el alimento, no nos extraña que éste vuelva a pasar a primer plano al comenzar este nuevo capítulo.

 

El asunto ahora no es el servicio pastoral sino la libertad de corazón del discípulo con relación a cierta normativa. Allí se plantean dos temas: que la obra de Jesús apunta al corazón y no a lo epidérmico y que el servicio a los demás no puede dejarse condicionar por falsas normas que lo impiden.

 

Ante Jesús aparecen ahora “fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén” (7,1). Todo comienza tomar el carácter de una confrontación oficial. El asunto problemático se enuncia brevemente: “algunos de sus discípulos (de Jesús) comían con manos impuras” (7,2).

 

Enseguida Marcos hace un breve paréntesis para explicar cómo funcionan las costumbres de purificación de los fariseos antes de las comidas.

 

El argumento de fondo es que todo alimento se consigue a costa de la vida de los otros. Para alimentarnos, acabamos con la vida de las plantas y los animales. Este aspecto de muerte, presente en la vida, hace que los alimentos se vuelvan impuros. Por eso los ritos de purificación, de manera que éstos se hagan puros ante Dios.

 

El problema que aparece que de esta forma era prácticamente imposible permanecer puro. Así, la ley de pureza se volvió un problema social, dividiendo al pueblo entre puros e impuros.

 

Este es el punto exacto que Jesús va a cuestionar. Jesús desenmascara la conducta hipócrita de sus acusadores: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas” (7,6).

 

Lo más grave es que este mismo esquema de comportamiento era trasladado a otras esferas de la vida, como por ejemplo la responsabilidad que los hijos tienen de mantener a sus padres cuando llegan a la vejez (ver 7,9-13). Lo que muchos buscan es la práctica externa de la norma, viviendo con continuos escrúpulos, sin mirar qué es lo verdaderamente fundamental, cuál es el sentido de la Ley.

 

Jesús señala cómo las pequeñas normas creadas por los hombres, supuestamente para interpretar el querer de Dios, al final terminan “anulando la Palabra de Dios” (7,13).

 

Las normas que Jesús pone en cuestión son las llamadas “tradiciones de los antepasados” (7,5.13). Un conjunto complejo de normas para los detalles más simples de la vida que al final terminan perdiendo de vista qué era lo fundamental. Como si la ceniza tapara el fuego.

 

Lo que importa, según Jesús, es la comunión de corazón con Dios. Por eso citando a Isaías subraya: “Su corazón está lejos de mí” (7,6). La verdadera pureza es la adhesión a la voluntad de Dios sin suavizaciones ni trucos para evadirla.

 

Hay que discernir lo que es mandato de Dios y lo que es tradición de los hombres. La segunda no quita la primera, pero debe estar en coherencia con ella.

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:

1. ¿Cuál es la idea central del evangelio de hoy?

2. ¿Busco la pureza de corazón? ¿De qué manera me esfuerzo por vivir unido/a a Dios? ¿Las prácticas rituales me llevan a olvidar que lo que Dios quiere de mí es la ética?

3. ¿El conflicto que aparece en el texto se sigue repitiendo hoy? ¿Cómo? ¿Qué hay que hacer?