Pistas para la Lectio Divina...  
Marcos 9,14-29: Contemplar el poder de Jesús. ¡Yo te mando, sal de él!

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Jesús y tres de sus discípulos acaban de tener una experiencia fuerte en el monte y ahora bajan a la llanura. Apenas bajan ven a los otros discípulos rodeados de gente. La gente se sorprende al ver a Jesús. Podríamos pensar que en el rostro de Jesús aún había destellos de la transfiguración y por eso se sorprenden.

 

Jesús se interesa por lo que sucede y pregunta: “¿De qué discutís con ellos?”. Un padre que sufre el dolor del hijo enfermo, probablemente epiléptico, responde: “Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, donde quiera que se apodera de él, lo derriba, le hace echar espumarajos, rechinar los dientes y lo deja rígido” (17-18). Ha sido una descripción muy gráfica de la situación. Al no encontrar a Jesús, el padre ha recurrido a los discípulos para que lo curaran pero “No han podido” (18).

 

Nuevamente Jesús resalta la falta de fe y se siente dolido y cansado con esa actitud. Es la falta de fe de los discípulos y es la falta de fe del padre.

 

Jesús entonces manda traer al hijo. Se produce un nuevo encuentro entre las fuerzas del mal, que se hacen sentir, y Jesús. Este encuentro no es tan pacífico. En efecto, el espíritu agita violentamente al muchacho hasta derribarlo.

 

Jesús se dirige al padre y le hace una pregunta: “¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?” (21). Toda situación de mal tiene historia. El padre responde que esto le sucede desde niño y agrega un elemento más, al decir que ese espíritu trata de eliminarlo por todos los medios, arrojándolo al fuego y al agua.  El padre entonces, con voz suplicante agrega: si algo puedes, ayúdanos, compadécete  de nosotros” (22). Al decir ayúdanos, compadécete de nosotros”, el padre pone de manifiesto no sólo su dolor sino el de su familia.

 

Jesús entonces pronuncia dos frases que diríamos son el núcleo del texto: 1. ¿Qué es eso de si puedes?  2. Todo es posible para el que cree”. Lo más importante en esta curación no es el poder de Dios, sino es la fe que tengamos en el poder de Dios. El padre al decir Si algo puedes, deja entrever su fe titubeante. Esta frase no es nada comparable con la bella frase que dijo el leproso cuando le pidió la curación a Jesús. “Si quieres, puedes limpiarme” (1,40). Sé que tú puedes, lo importante es tu querer y a él me someto. Sabemos que Jesús le contesto: “Quiero queda limpio”. En el relato de hoy, en cambio, el padre dudaba un poco.

 

El hombre, reconociendo que le faltaba fe, pronunció una frase muy bella: “Creo, ayuda a mi poca fe” (24). Hay quien traduce así: “Yo creo pero dudo”. Como si en esa frase estuviera contenida toda nuestra frágil experiencia de fe. En cuanto a la fe, siempre es necesario que Dios nos de una mano.

 

Este hombre había sufrido mucho. Las muchas oraciones que sin duda había hecho, el intento fallido de los discípulos, todo esto había debilitado su fe.

 

Mientras tanto la gente se había agolpado. Jesús entonces “increpó al espíritu inmundo diciéndole: ¡Sal de él y no entres más en él! (25). Suena raro que Jesús a este espíritu lo defina primero como inmundo y luego como mudo y sordo. Aunque si nos detenemos un poco más, lo peor que le puede pasar a una persona es quedar incomunicada o porque no puede expresarse, o porque no puede escuchar lo que otros dicen y se cierra en si misma.

Jesús ordena perentoriamente al espíritu que deje al muchacho y dice una frase que debió alegrar mucho al Padre: “Y no entres más en él” (25). Por el resto de su vida este muchacho  y con é toda su familia, se verían libres del espíritu del mal.

 

El último show del espíritu fue sacudir violentamente al muchacho, quien quedó como muerto. Jesús entonces se acerca, lo toma de la mano, lo levanta y el muchacho se pone en pie. Estaba totalmente curado.

 

Todo no termina allí. Los discípulos se interrogan por qué ellos no lo pudieron hacer. Jesús entonces les cuestiona fuertemente su vida de oración al decirles: “Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración” (29) 

 

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:

1. ¿Qué quiere decir Jesús con la expresión: “Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración”

2. ¿En qué forma las situaciones de muerte o de pecado que he vivido me han impedido la comunicación con Dios y con los demás?

3. ¿Cómo es mi fe ante las cosas que le pido a Dios? ¿Qué debo cambiar al respecto?