Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 10,16-23: El Manual de los Buenos Obreros del Evangelio (III): A la hora de los problemas por causa de la Misión. “Seréis odiados de todos por causa de mi nombre”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM

 

 

Si Jesús nos comparte su gloria –el poder del Reino- también nos comparte su cruz –la persecución y el martirio-.

 

Después de exponer las instrucciones referentes a la tarea que realizarán los misioneros para la formación del nuevo Pueblo de Dios (10,6-15), Jesús pasa ahora a lo más doloroso: los conflictos que surgen en la misión, ¿qué hacer cuando éstos se presentan? (10,16-24).

 

La situación de los misioneros es verdaderamente desafiante: viven y evangelizan en un medio hostil. Puesto que la predicación de la justicia del Reino toca proféticamente las fibras de los intereses de la sociedad injusta, como respuesta también se recibirá el ataque furioso por parte de aquellos que no están interesados en perder sus privilegios y seguir en su injusticia.

 

Ya desde el anuncio de las bienaventuranzas se había hablado de la persecución injusta que puede acarrear la misión: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan, y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (5,11).

 

El v.16 nos coloca primero frente a la difícil situación que van a encontrar los discípulos de Jesús, la cual es semejante a la desproporción que hay entre el lobo y la oveja: “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos” (10,16). Como respuesta los misioneros tendrán la sagacidad-inteligencia de la serpiente (“prudentes como las serpientes”) y la sencillez de la paloma (“…y sencillos como las palomas”); como quien dice: tener la astucia para salir a tiempo de un embrollo (la fuga de la serpiente cuando siente pasos de animal grande) pero tampoco volverse tan arisco que nadie se pueda aproximar (sencillez de la paloma para dejarse tomar cariñosamente entre las manos).

 

A partir del v.17 se pasa la página de la amenaza y se abre la de la realidad de la persecución y el martirio: “os entregarán… seréis llevados… se levantarán y os matarán…. seréis odiados… cuando os persigan…” (10,17.18.21.22.23). Los misioneros serán tratados en algunas partes como delincuentes o como subversores del orden establecido, y esto incomoda notablemente. 

 

Jesús enumera los diversos ámbitos de la persecución y muestra cómo transformar la adversidad en oportunidad para anunciar con mayor eficacia el evangelio:

 

(1) El tribunal judío y la sinagoga (= Juicio por herejía, 10,17)

 

Se está haciendo referencia a algunos tribunales locales que existían pero también al castigo que se les propinaba en la sinagoga a los judíos disolutos (es lo que parece estar tratando de hacer Pablo en vísperas de su conversión; ver Hechos 9,1-2).

 

 (2) Los palacios de los gobernadores y reyes del mundo grecorromano (= Juicio por subversión, 10,18)

 

No sólo ante el mundo judío sino también ante los paganos serán llevados los misioneros, “por mi causa”.  Pero ellos –guiados por el Maestro- saben transformar la adversidad en oportunidad: “para que deis mi testimonio ante ellos” (10,18).

 

Después de presentar los dos primeros ámbitos, Jesús hace una pausa para decir qué hacer “cuando os entreguen”: “No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar… será el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros” (10,19-20). Quien entró con todo su ser a sembrar en el campo conflictivo del mundo la semilla del Reino, debe confiar en el dueño del Reino, que es el Padre, Él le dará su ayuda especial a través de su Espíritu.

 

(3) La propia familia (= Clima de denuncia e inseguridad, 10,21-22)

 

La tensión se infiltrará hasta el seno de la familia: se denunciarán unos a otros e incluso llegarán hasta lo peor: “se levantarán hijos contra padres y los matarán” (10,21).  Pero el odio generalizado también será ocasión para sacar la perla del tesoro del corazón: “el que persevere hasta el fin, se salvará” (10,22). La salvación está en la fidelidad al Maestro.

 

(4) Las ciudades (= Linchamiento popular, 10,23)

 

El misionero no debe exponerse inútilmente: no es así como se hace un mártir. La vida es un valor incalculable que no vale la pena perder. Por eso se aconseja la fuga: “Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra” (10,23b). Hay que hacerlo sin acongojarse porque el Hijo del hombre es el Señor de la historia (“No acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre”, 10,23c).

 

El horizonte del seguimiento en medio de la persecución

(Los vv.24-25 se leerán mañana pero es más lógico considerarlos dentro del pasaje de hoy)

 

¿Qué debe tener en mente un discípulo de Jesús cuando se presentan todos estos problemas?  Debe saber que todos estos aspectos que giran en torno al tema de la persecución por causa de la misión, son parte integral de la misma vida de Jesús, por eso el discípulo los asumirá como consecuencia lógica del “seguimiento”. 

 

De ahí que los discípulos deben contar con sufrimientos y persecuciones, y vivirlos con la mirada puesta en el evangelio, aprendiendo cómo actuaba Jesús ante los numerosos conflictos que se le presentaban. 

 

La identidad con Jesús es la clave. Tres imágenes que hay que tener presentes en la oración, que refuerzan este sentido de pertenencia y de comunión con Jesús:

 

En Él debe reposar nuestra mirada. En Él está nuestra inspiración. Detrás de Él cada paso.

 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿En qué forma los misioneros enviados por Jesús deben transformar la adversidad en oportunidad para dar testimonio de su fe?

2. ¿En este momento qué tensiones existen a nivel de mi familia, de mi comunidad, de mi grupo?, ¿Cómo he reaccionado personalmente?, ¿Cómo es hoy mi relación con los miembros de dicho grupo? Si con alguno me siento distanciado ¿Qué voy a hacer concretamente para restablecer la relación?

3. ¿He sentido alguna vez el rechazo o la oposición de alguien al manifestar abiertamente mi fe en Jesús, o por el contrario nunca lo he sentido porque considero que mi fe y mi relación con Jesús es mía y sólo mía y esto no suscita conflicto? ¿Será eso lo que quiere Jesús de mi?, ¿Si mi vivencia de fe no encuentra tropiezos será auténtica?, ¿Si Jesús mismo los tuvo, puedo darme e lujo de pasarla mejor que Él?  En un rato de oración le pido al Señor que me indique lo que debo hacer.