Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 16, 13-19: Nos dejamos interrogar por Jesús. “Dichoso tu, Simón hijo de Juan por que no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que esta en los cielos”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

La celebración de la Cátedra de San Pedro en este día, da a la liturgia la ocasión para colocarnos, en pleno camino cuaresmal, ante la Persona de Jesús y su Misterio.

 

Mateo nos narra hoy la profesión de fe de Pedro con más detalles que los otros sinópticos, en lo que se refiere a la Persona de Jesús y al discípulo que acoge su misterio.

 

El lugar concreto donde Jesús es reconocido por los suyos es precisamente Cesarea de Filipo, el lugar quizás más alejado de Jerusalén y reconocido abiertamente como región pagana.

 

Hasta este momento en el Evangelio, han sido los otros quienes continuamente se han puesto interrogantes sobre la Persona de Jesús: “¿Quién es éste a quien el viento y la mar obedecen?” (Mateo 8,27),  “¿Quién es este que hasta perdona pecados?” (Marcos 2,7; ver Mateo 9,3).

 

Pero ahora es Jesús mismo quien interroga sobre sí a los discípulos, para hacer brotar la respuesta de la fe. La fe comienza justamente cuando dejamos de cuestionar al Señor y permitimos que sea el quien nos cuestione, nuestra respuesta será entonces la expresión viva de nuestra fe.

 

 

1. Entrando en el misterio del Maestro

 

Jesús interroga a los discípulos, pedagógicamente, en dos momentos sucesivos.

 

Primera pregunta: “¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?(16,13).

 

“Hijo del hombre” es el titulo que más frecuentemente Jesús se aplica a sí mismo. Jesús prefiere siempre este titulo al de Mesías, porque está más relacionado con el del  “siervo de Yahvé” que será rechazado y humillado, pero finalmente triunfará.

 

Con esta pregunta indirecta Jesús da a sus discípulos la oportunidad de expresar todo lo que han oído sobre el en el hablar común, dándole aquella respuesta genérica que no les compromete. “Ellos le dijeron: unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o algunos de los profetas” (7,14).

 

Las actitudes de Jesús acompañadas por signos, sus denuncias ante las autoridades religiosas y el rechazo a su Persona y a su mensaje, han dado motivos suficientes para que la gente lo considere como un profeta.

 

Jesús que parece no prestar atención a esta respuesta, va directamente al grano:

 

Segunda pregunta: “Y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?(16,15).

 

 Con estas palabras Jesús se aplica a sí mismo el título de Hijo del hombre y los interpela directamente “Pero ustedes”, ustedes que escuchan mi palabra, ustedes que han creído en mi, que viven conmigo, ustedes que son mi comunidad, ¿qué dicen de mi?

 

Pedro, responde en nombre de todos. Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo (16).

 

La profesión de fe de Pedro es la profesión de nuestra fe cristiana. Jesús es el Cristo, el único Cristo, el Hijo de Dios, el Hijo amado del Padre, enviado al mundo para que en el tengamos la vida (ver Juan 3,16). Pedro ha sido, en este momento, admitido a participar en el secreto de Dios.

 

 

2. Entrando en el misterio del discípulo

 

Después de la respuesta de Pedro, Jesús hace caer en cuenta que ésta no proviene de la lógica o de la comprensión humana; es una respuesta sugerida en el corazón por el Padre: Dichoso tu, Simón hijo de Juan por que no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que esta en los cielos(16,17).

 

Pedro ha sido el primero en recibir la revelación del misterio escondido a los sabios y a los inteligentes (11, 25-27), si bien después tendrá que reconocer que Jesús no era el Cristo que él pensaba y tendrá que aceptar, a pesar de su resistencia, que Él se revela como tal, justamente, en lo que el menos el esperaba: la muerte y muerte de cruz.

 

En esto podemos comprender porque Jesús pidió a sus discípulos que no le dijeran a nadie que Él era Cristo.

 

Esta Palabra tan cuestionante, en esta segunda semana de Cuaresma, nos ayuda a verificar hondamente la calidad de nuestra relación con Jesús, nuestra acogida de su Misterio y nuestra respuesta.

 

El desierto cuaresmal pide silencio del corazón, para permitir que Jesús nos interrogue amigablemente y haga brotar de nuestro corazón una respuesta de fe más profunda y más comprometida.  

 

 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.

 

 

1. ¿Cuáles son los dos momentos sucesivos en los cuales Jesús interroga a sus discípulos?

2. ¿En el grupo al cual pertenezco cómo es considerada la figura de Jesús? ¿Qué hacemos para conocerlo cada vez más?

3. ¿En qué forma comparto con los demás el paso de Jesús por mi vida?

 

Más sobre la Transfiguración de Jesús

“Su meta principal era neutralizar en el corazón de sus discípulos el escándalo de la Cruz e impedir, por la revelación de la excelencia de su dignidad oculta, que la fe de ellos fuera turbada por las humillaciones de su Pasión voluntaria”

(San León Magno, “Sermón 51”)