Pistas para la Lectio Divina...
Lucas 19,41-44: La ciudad en el corazón de Jesús orante. “¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

Hemos venido acompañando a Jesús en su subida a Jerusalén. En este camino, el Maestro ha dado las lecciones más importantes sobre el discipulado, en ellas ha quedado  claro en qué consiste el evangelio.

 

En este camino, ante Jesús, han aparecido los rostros de los aquellos que necesitan de salvación: el hombre herido en el camino de Jericó, la mujer encorvada, el hidrópico, el hijo pródigo, el mendigo Lázaro, el rico Zaqueo, el mendigo ciego de Jericó; los pobres, lisiados, cojos y ciegos invitados al banquete. Estos lo han acogido. 

 

Pero en este mismo camino Jesús también ha encontrado rechazo: en Samaría no lo reciben porque se dirige a Jerusalén; las ciudades de Corazin, Betsaida y Cafarnaum le cierran las puertas a los misioneros; los fariseos y legistas se confabulan contra Él, lo critican porque come con pecadores y ayuda a la gente el sábado, Herodes amenaza su vida. 

 

Pues bien, Jesús ahora llega a Jerusalén y allí  encuentra la mayor resistencia: la de toda una ciudad y la que lo llevará a la muerte.

 

El texto comienza diciendo: “Al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella” (19,41). La tradición ha visto en este momento de la vida de Jesús, un momento de oración (hay actualmente una capilla en el Monte de los Olivos desde donde se vislumbra la ciudad de Jerusalén, conocida como “Dominus Flevit”). Y no hay duda que esta pausa en el camino, previa a la entrada a la ciudad santa, momento culminante de largo camino hacia Jerusalén, está envuelta en la atmósfera de la oración (al fin y al cabo el ministerio de Jesús es orante), sin embargo en ella Jesús no le habla al Padre sino a la ciudad. Su manera de hacerlo y el contenido de sus palabras son toda una enseñanza para nosotros.

 

(1) Qué hace Jesús frente a la ciudad (19,41)

 

La descripción lucana es muy diciente: un hombre sólo frente a una ciudad entera. Todo lo que puede distraes es quitado de en medio y así la atención del lector se enfoca hacia un escenario simple, donde se tiene lugar el  monólogo del profeta frente a la capital, frente a la sede de la actividad política y religiosa, de la que ya se sabe que “apedrea a los profetas” (ver 13,34-35).

 

Las tres acciones iniciales de Jesús indican un itinerario también interno. El punto de referencia es “la ciudad”. De cara a ella, Jesús “se aproxima”, la “ve” y “llora” por ella. En tres pasos Jesús se inserta en el corazón de la ciudad y también inserta la ciudad en su corazón.

 

Notemos que hay un proceso de captación profunda. Aquí se revela un aspecto nuevo de la misericordia de Jesús, quien no sólo capta a las personas –individualmente- por dentro sino también todo el tejido urbano; ese mundo urbano en el que se vive funcionalmente, en el que se traba, se come, se duerme y se divierte, pero al que no se le capta fácilmente un corazón.

 

Jesús, en su oración capta lo esencial de aquello que es complejo y lo relee desde el proyecto de Dios.

 

(2) Qué le dice Jesús a la ciudad (19,42-44)

 

Jesús traduce sus lágrimas en palabras. No son palabras de amenaza sino las de un corazón adolorido que lanza un último llamado a la conversión desde el amor. El dolor del profeta expresa su visión anticipada de las trágicas consecuencias que tiene para el pueblo el no haber recapacitado a tiempo.

 

En sus palabras  podemos notar los siguientes énfasis:

 

(a) Jerusalén es invitada a vivir su vocación. Precisamente el mismo nombre de la ciudad incluye el término “shalom”, que significa “paz”. Jesús trae el “mensaje de la paz” (este es el contenido del evangelio: Lc  1,79 y 2,14) que la puede ayudar a la realización de su proyecto.

(b) Jerusalén debe responder con urgencia. Para ello Jesús plantea la premura del tiempo: “este día” (del mensaje de paz; v.42) se contrapone al “vendrán días” (de violencia; v.43). La “visita” de Jesús (v.44), el tiempo de la salvación que se realiza en Jesús (ver Lucas 4,19 junto 1,68 y 7,16), es el último chance para revertir la historia.

(c) La solidez de la ciudad se vendrá abajo por causa de su autosuficiencia: “no quedará piedra sobre piedra” (v.44; cuyo desmonte se da dentro de la progresión del sitio de Jerusalén: la rodean, aprietan el cerco y la invaden arrasándola). Además de que este es un ejemplo claro de que “dispersa a los soberbios” (Lc 1,51), en el fondo está la pedagogía de Dios que coloca va a sustituir a Jerusalén por Jesús como punto de referencia del actuar salvífico de Dios.

(d) Hay una contraposición entre “conocer” (dicho dos veces) y “ocultar”.  Jesús no le está quitando toda posibilidad a Jerusalén, sino que indica que la ciudad tendrá que hacer el camino lento que pasa por la sombra de la cruz y se desvela en la gloria de la resurrección.

 

Es así como Jesús saca a la luz la realidad de la ciudad, desde el proyecto que Dios tiene sobre ella y que está a punto de realizarse definitivamente en un nuevo anuncio del “mensaje de paz”.  Esta nueva proclamación del Evangelio ya no brotará de sus labios en lo alto del Monte de los Olivos sino del silencio de las lágrimas en la entrega de sí mismo desde el Monte donde se planta la Cruz.

 

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en lo hondo del corazón:

1. ¿De qué manera las lágrimas de Jesús, sobre la ciudad cerrada al evangelio, se siguen derramando hoy?

2. ¿Por qué las ciudades grandes son las más difíciles de evangelizar? ¿Por qué esto sucede también en los ambientes más religiosos, como lo era Jerusalén? ¿Hay esperanza?

3. ¿De qué manera va a Jesús a evangelizar finalmente a la ciudad santa?

4. ¿Qué se debe hacer en aquellos ambientes y con aquellas personas que le cierran las puertas al Evangelio de Jesús?

5. ¿Qué pistas nos dan las acciones de Jesús en este texto para la “pastoral urbana”?