Pistas para la Lectio Divina...
Lucas 19,45-48: Respetar el templo. “Mi casa es casa de oración”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»

 

Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

 

Jesús culmina su viaje hacia Jerusalén.  Frente a la ciudad, viendo el panorama urbano,  llora por ella como una expresión cuánto la ama y cuánto le duele su rechazo (19,41) y con un dicho profético, anuncia el destino de aquellos que por su ceguera espiritual no acogen su mensaje de paz (19,42-44).

 

Tal como lo prefiguró el relato de “Jesús entre los doctores”, en los relatos de infancia (ver Lc 2,46-50), Él entra con propiedad en la casa que llamó “de su Padre” (2,49).  Comienza entonces la última etapa -que es también el culmen- de su ministerio.   En el ámbito del Templo, donde dialogará con las máximas autoridades del pueblo de Israel, escuchamos la palabra de Jesús, el maestro por excelencia.

 

El texto que leemos hoy nos presenta la introducción de esta nueva etapa. Se distinguen dos partes: - La entrada solemne de Jesús en el Templo -como lo profetizó Malaquias 3,1- y la expulsión de los vendedores de allí (19,45-46). - Un resumen de la amplia actividad de Jesús en el área del Templo (19,47-48).

 

El ambiente del Templo Jerusalén era bastante animado.  En sus diversos espacios la gente iba y venía, se encontraban amigos, se resolvían problemas, y allí incluso los grupos religiosos de la época aprovechaban para reunir a sus partidarios. Que la parte más amplia, el “patio de los gentiles”, se encontraran algunos comerciantes no tenía nada de extraño, al fin y al cabo el lugar de los sacrificios y de las oraciones no era ése. Ellos estaban allí por razones prácticas: puesto que un peregrino no siempre estaba en condiciones de cargar su ofrenda (un animal pesado) desde un lugar lejano, lo mejor era traer el dinero y adquirirlo allí mismo en el templo para realizar el sacrificio.  También se adquirían otros elementos necesarios para el culto, como vino, aceite y sal.

 

Por eso no debemos entender la expulsión de los vendedores del Templo (vv.45-46) como un rechazo de las actividades comerciales, sino más bien como una acción profética de Jesús frente a quienes se aprovechan del culto de Templo para justificarse, sin esforzarse verdaderamente por la conversión.  Por esa razón Jesús cita dos profecías:

De Isaías 56,7, Jesús toma la frase: “Mi Casa será Casa de oración”.  La frase muestra cuál es la verdadera finalidad del Templo.  Si a ella pueden venir los paganos (como dice la frase completa en Isaías) es porque allí pueden vivir encuentro con Dios que los puede transformar (ver por ejemplo la parábola de Lc 18,11-14).

De Jeremías 7,11, Jesús toma la frase: “Cueva de bandidos”. Esta vez, en contraste con el ideal, Jesús muestra en qué ha llegado a convertirse el culto a Dios: un área de seguridad (como sucede con los ladrones cuando llegan al área donde saben que ya no los perseguirá la policía).  El legítimo comercio para poder realizar los sacrificios estaba acompañado de injusticia.  Detrás de todo, como también lo denunció Jeremías, se realizaba un culto sin conversión. El culto era un tranquilizador de conciencias (“¡Estamos seguros!”, Jr 7,10), mientras que al volver a la vida cotidiana se seguía con las mismas actitudes y comportamientos (“robar, matar, adulterar, jurar en falso... seguir a otros dioses”, Jr 7,9).

 

El gesto de Jesús y sus primeras palabras al entrar en el Templo, se constituyen en una nueva enseñanza.  A ésta le sigue un ciclo de enseñanzas, de las cuales el evangelista nos hace un breve resumen: “Enseñaba todos los días en el Templo” (19,47ª).  Lo que Lucas parece querer decirnos es: “miren desde dónde les está ahora hablando Jesús, Él tiene plena autoridad”.

 

Al mismo tiempo, Lucas nos hace caer en cuenta que Jesús allí se encuentra cara a cara con sus adversarios (19,47b). Estos son identificados claramente (“los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo”) y se nos dice que tienen también una intención bien clara: “buscaban matarle”.  Sin embargo, Jesús también tiene un auditorio que está “pendiente de sus labios”, que lo toma en serio y que es semilla de nuevo pueblo de Dios.

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida cotidiana:

 

1. ¿Cómo entiende el evangelio de Lucas la entrada de Jesús en el Templo?

2. ¿De qué quiere Jesús purificar el Templo?

3. ¿Qué me enseña el texto de hoy para mi vida de oración?