Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 9, 9-13: La vocación y el perdón. “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

El evangelio de hoy está estrechamente conectado con el de ayer. Tres verbos importantes de la escena de la curación del paralítico (“perdonar”, “levantar”, “ir”) se convierten ahora en verbos vocacionales que insertan a un hombre en el camino de seguimiento de Jesús (“llamar a pecadores”, “levantar” y “seguir”).

 

Distingamos inicialmente dos escenas en el pasaje: (1) la vocación de Mateo (9,9) y (2) la cena con pecadores en casa de Mateo (9,11-13). Ambas escenas se conectan como hecho y explicación.

 

 

1. Primera escena: la vocación de Mateo (9,9)

 

La escena de la vocación de Mateo está construida con base en una cadena de verbos-acciones importantes que nos permiten comprender lo que es una experiencia vocacional.

 

Jesús aparece, en primer lugar, en movimiento: se “va” de la ciudad, “ve” a Mateo, le “dice” (9,9ª). Se nota el contrate con el otro personaje, Mateo, que está “sentado”.

 

Llama la atención también la manera como el Jesús misionero itinerante y restaurador del hombre, involucra en su camino a un cobrador de impuestos, un hombre que pertenece a la categoría de los “pecadores”.  El poder de la palabra de Jesús, “sígueme”, tiene un efecto similar al que tuvo el “levántate” en el caso del paralítico: “Él (Mateo) se levantó y le siguió”.

 

Significativo es el gesto que Jesús hace de ir a la casa del hombre pecador y necesitado de Él. Es así como Jesús forma su comunidad (ver también los tres primeros milagros en Mateo 8).

 

 

2. Segunda escena: la cena con pecadores en casa de Mateo (9,10-13)

 

La primera acción de Mateo es ofrecerle a Jesús la mejor acogida posible: le brinda su casa y su mesa, es decir, lo hace entrar en su intimidad y en el mundo que les propio. Se trata de un bello gesto de amistad.

 

Los detalles de la cena y de las palabras de Jesús en ella, nos revelan el sentido de la vocación:

(1) El seguimiento genera una relación estrecha con Jesús –relación de comunión- como la que se establece en una cena (recordemos lo que se anotó el mes pasado sobre la cena en el mundo bíblico).

(2) La comunión en la mesa muestra que la nueva relación con Jesús hace de la vida una fiesta (se trata de una cena festiva).

(3) Las relaciones se amplían a todos los discípulos de Jesús, con quienes ahora se forma comunidad. El banquete le abre las puertas del Reino a todos los “pecadores”, impuros y excluidos. Lo que importa para Jesús no es el pasado sino al adhesión al Reino.

(4) La comunidad de discípulos es vista no como de personas fuertes sino “frágiles” que necesitan de un médico: “no necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal” (9,12). La escuela de Jesús es una comunidad de personas que reconocen sus fragilidades pero que también están en camino de superación, de crecimiento, de fortalecimiento interior, gracias a la persona de Jesús.

(5) Jesús no llamó a los discípulos por la limpieza de su hoja de vida, sino por todo lo contrario: “no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (9,13).

(6) Por lo tanto, al interior de toda experiencia vocacional hay un itinerario fuerte de perdón. De hecho, el llamado que se recibe por parte de Jesús es una expresión de la misericordia que Dios ha tenido con nosotros. La misericordia, en el evangelio de Mateo, se expresa en el perdón. Seguir a Jesús es entrar en un proceso de sanación.

 

Nuestra vocación es precisamente esto que le sucedió a Mateo.  Jesús nos desinstala de una vida en la cual hay estructura de pecado y nos pone en movimiento ascendente, de crecimiento, de la mano suya, gracias a las pistas del evangelio.

 

Este camino está constituido por la comunión estrecha con Él y por el crecimiento personal y comunitario que vamos teniendo procesualmente a su lado. Todo llamado implica que nos pongamos en camino de conversión y aprendamos la vida nueva de Jesús.

 

En la controversia entre Jesús y los fariseos por el tipo de personas que constituyen su comunidad, Jesús evoca la profecía de Oseas 6,6: “Misericordia quiero, que no sacrificio” (Oseas 6,6; Mateo 9,13).   Su comportamiento, chocante para los fariseos, está inspirado en la Palabra de Dios y particularmente en la palabra profética que enseña qué es lo verdaderamente esencial en la relación con Dios.

 

El hecho que Jesús invoque aquí la “misericordia” revela un rasgo característico de Dios que se opone al concepto de Dios que tienen los fariseos. La misericordia es el amor de Dios en acción, que no sólo no excluye sino que busca y acoge a todos los excluidos y los reintegra en la comunidad.

 

Esta “misericordia” que acoge y tiende la mano para el crecimiento, al contrario de las prácticas legalistas y las discriminaciones fariseos, es el nuevo distintivo de la comunidad de Jesús.

 

El caso de Mateo y sus amigotes pecadores es patente. Es así como el “poder del hijo del hombre para perdonar pecados” está a la base de todo itinerario de seguimiento y cómo la comunidad cristiana se constituye en espacio revelador del rostro misericordioso de Dios.

 

 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Cuáles son los verbos que en este pasaje nos hacen comprender lo que es una experiencia vocacional?

2. La relación que se establece entre Jesús y Mateo a partir de la llamada, le amplía a este último el círculo de sus relaciones. ¿Cuáles son las personas a las cuales he abierto mi casa y he brindado mi acogida como consecuencia de mi relación más estrecha con Jesús?  Si mis relaciones son las mismas es bueno que me pregunte el por qué.

3. La llamada de Jesús nos pone en un camino de conversión. ¿En qué forma reconocemos y estimulamos el camino de conversión que hacen las personas que viven con nosotros?