Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 9,14-17: Lo nuevo con lo nuevo. “El vino nuevo se echa en odres nuevos”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

Un grupo de los discípulos de Juan, atraídos tal vez por la forma de ser y de actuar de Jesús y sus discípulos, se acercan y sin más le preguntan: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mientras que tus discípulos no ayunan? (14). Una pregunta que desde el inicio suena a comparación: Nosotros si – ellos no. Aquí radica el conflicto, por así decirlo.

 

Probablemente ellos habían presenciado el banquete al cual habían participado Jesús y los suyos en casa de Mateo. Para ellos la pregunta era obvia.

Jesús, en tanto, no se derramó en una serie de explicaciones del por qué si o el por qué no. Simplemente por toda respuesta les lanza a su vez una pregunta: ¿Pueden los invitados a la boda estar tristes mientras el novio está con ellos? (15).  Si quisiéramos ‘traducir’ con nuestras palabras, más o menos sonaría: ‘¿Pueden mis discípulos estar tristes mientras yo esté con ellos?’ A los discípulos de Juan les quedaba muy difícil entender esta expresión porque estaban aferrados a sus tradiciones, a la vieja mentalidad. Juan estaba con ellos preparando el camino al Señor y exhortándolos a hacerlo mediante ayunos y penitencias. Jesús, en cambio era el Señor, estaba con ellos y debían alegrarse.

Jesús, sin embargo, deja entrever que, más adelante, ya no disfrutarán de su presencia y entonces sí ayunarán. Este es como un primer anuncio de su pasión.

 

Jesús les explica aún más y se vale de dos pequeñas parábolas tomadas de la vida diaria y llenas de un gran sentido común:

 

1.”Nadie usa un trozo de tela nuevo para remendar un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido y el desgarrón se hace más grande” (16). Nosotros añadiríamos: Es muy lógico. Por más que el remiendo nuevo sea de tela de alta calidad, si con él se pretende remendar lo viejo no nos va a funcionar. El remiendo nuevo va a hacer que el roto sea aún más grande, no tanto porque el remiendo no sirva, sino, porque el que no sirve es el vestido viejo.

 

2. La segunda comparación es tomada del mundo agrícola, de los métodos de fermentación del vino.

Éste se hacía en unos sacos de cuero llamados odres, en los cuales se vertía el vino y allí éste se añejaba. Este proceso hacía que los odres se envejecieran junto con el vino, y no sirvieran para ser usados una segunda vez, pues el proceso era largo y el cuero no resistía, i se reventaba, echando a perder también el vino.

 

Jesús estaba diciendo claramente que el nuevo mensaje que Él traía no se podía depositar en corazones viejos, aprisionados por las antiguas tradiciones y costumbres, pues éstas no resistían toda la carga de novedad que su Palabra traía y muy probablemente se destruirían, echando a perder también el mensaje.

 

Aquí caería muy bien una pregunta dirigida a la familia: ¿En qué medida, la buena nueva de Jesús la depositamos en esos ‘odres nuevos’, que son los hijos cuando pequeños, para que los dos, odres y vino vayan impregnándose y generando el vino nuevo, único capaz de transformar nuestra sociedad anquilosada y sin ideales?

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Qué nos quiso decir Jesús con las dos parábolas del remiendo y de los odres?

2. ¿Qué hacemos en nuestra comunidad, familia o grupo, para convertirnos en esos odres nuevos que ayudan a que el vino nuevo del mensaje de Jesús nos impregne a nosotros, a nuestros ambientes y nos transforme?

3. ¿Qué sentimos que nos pide el Señor al respecto? ¿Qué nos comprometemos a hacer?