Pistas para la Lectio Divina...
Mateo 4,18-22: La vida del discípulo es la respuesta a una vocación. “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”

Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

La celebración de la fiesta del apóstol Andrés, el hermano de Pedro, uno de los primeros cuatro vocacionados del Evangelio, llamado en medio del placido ambiente del lago de Galilea y de la cotidianidad de su oficio de pescador, nos hace retroceder a toda velocidad hasta el punto de partida de todo el proceso es decir, de la vida del discípulo como respuesta a una vocación.

 

La vocación es una experiencia de la Palabra de Dios, una palabra que, al interpelarnos, nos hace salir de nosotros mismos y arroja nuestra existencia hacia Dios y hacia los demás. La Palabra nos hace “ser” verdaderamente porque sólo quien se autotrasciende puede vivir plenamente. El llamado del Señor genera, en quien escucha y responde, una existencia radicalmente nueva, que es una obra inédita del Dios creador.

 

La vocación, entonces, es la roca sobre la cual se construye todo el edificio de la vida cristiana. No sabríamos que hacer con ninguna de las enseñanzas que nos ha dado Jesús si no tuviéramos claro que la escucha y vivencia del evangelio no es más que una respuesta cotidiana a la vocación. Cada día, apoyados en el evangelio, es un paso más en la peregrinación, un ladrillo nuevo y hermoso en la edificación de nuestra vida.

 

La palabra que escuchó en aquella mañana de su vocación el apóstol Andrés, lo hizo salir de sí mismo en una doble dirección:

­   En el “Venid conmigo”, invitación que compartió con su hermano Pedro, su existencia encontró un nuevo horizonte: el estar siempre con el Señor compartiendo sus días y sus noches. Su vida maduró en esta relación.

­   En el “Os haré pescadores de hombres”, entendió que su vida tenía sentido en cuanto viviera una misión, una misión compartida junto con la comunidad de Jesús, una misión que era la misma de Jesús.

 

Apoyados en la experiencia fundamental del apóstol Andrés, revisemos el proceso que hemos hecho, A LA ESCUCHA DEL MAESTRO.

 

1. ¿Cuánto he crecido en mi vida de discipulado, teniendo en cuenta que cada día Jesús me estuvo dando una nueva enseñanza?

2. ¿Cuáles son los indicadores concretos de este crecimiento? ¿Otros lo pueden confirmar?

3. ¿Qué he ido captando que tengo que hacer en mi familia, en mi comunidad, en mi entorno social? ¿Cómo se ha ido delineando la misión que el Señor quiere que yo realice?

4. ¿Hacia dónde va mi vida? ¿Cuál es mi esperanza?

5. Con la mirada puesta en el futuro, ¿Qué debe caracterizar mi estilo de vida, la vida nueva en el Señor en el “hoy” de mi historia?