Pistas para la Lectio Divina...

Juan 6, 30-35: Pan de Vida (IV): Por qué Jesús es creíble. “Señor danos siempre de ese pan”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

El texto que venimos leyendo desde ayer es un evangelio coloquial que desarrolla una catequesis basada en preguntas y respuestas. Cuando uno lo va leyendo despacio y atentamente, va descubriendo que hay un itinerario interno a lo largo de él. Jesús va conversando con la gente y la va llevando como si estuviera subiendo una escalera: cada paso lleva a otro más alto.  Algunos comparan esta didáctica de Jesús con la sugestiva imagen de un espiral.

 

Hay un fuerte movimiento espiritual, rico de sugerencias, que encontramos en este texto. No hay que pretender explorarlas todas de una vez, pero sí se puede (y se debe) observar el itinerario básico.  En la primera parte de la catequesis sobre el pan de vida notamos los siguientes pasos:

·         El nuevo encuentro en “la otra orilla del mar” (6,24-25)

·         Purificar los motivos de la “búsqueda” (6,26-29)

·         Dar un salto cualitativo en la “búsqueda” dejándose orientar por la nuevas pistas dadas por Jesús (6,30-33)

·         Hacer la comunión vivificante entre el hombre y Dios en la acogida del “Pan de Vida” que es Jesús (6,34-35)

 

Vamos a detenernos hoy en los últimos dos puntos.

 

 

(1) Dar un salto cualitativo en la “búsqueda” dejándose orientar por las nuevas pistas dadas por Jesús (6,30-33)

 

Tomando como base la carta que Jesús acaba de poner sobre la mesa, que el creer en Él era la verdadera obra de Dios (ver 6,29), los judíos le hacen una interpelación académica que en pocas palabras dice: “Si tú eres el Mesías, ¡demuéstralo!”. Esto se plantea con dos preguntas sobre el “obrar” y un ejemplo “modelo” del “obrar” de Dios en la historia:

 

Las preguntas: “¿Qué señal haces... qué obra realizas?” (6,30)

 

La obra del hombre es “creer”, pero previamente debe hacer una obra por parte de Dios que sirva de base y de ruta para el camino del creer.  Esta es la “prueba” de la confiabilidad de Dios.

 

El ejemplo “modelo”: “Nuestros padres comieron del maná en el desierto...” (6,31)

 

Los interlocutores de Jesús, teniendo en cuenta que Jesús se presenta como el que “obra” de parte de Dios, se remiten inmediatamente a una de las grandes de acciones de Dios en favor de su pueblo durante el caminar pascual y le piden que actúe en ese plano.

 

El hecho de que todavía tengan en mente la multiplicación de los panes, los lleva a traer de la historia de la pascua uno de sus momentos más deslumbrantes: el don del maná en el desierto, cuando Dios alimentó milagrosamente al pueblo peregrino y lo salvó de morirse de hambre (ver Éxodo 16).

 

Pero, ¿qué es lo que tienen en mente los interlocutores de Jesús trayendo a colación el caso del “maná”?  Se le está pidiendo que repita un milagro que bellísimas implicaciones:

(a)  En el maná hay un alimento ordinario, natural (grano de coriandro), pero también una provocación al misterio. La palabra “maná” significa “¿Qué es esto?” (ver Éxodo 16,15; de la etimología popular: man hu).   ¿Se imagina Usted comiendo “¿Qué es esto?” durante cuarenta años, todos los días sin falta, y luego mirar atrás y concluir que fue una gran experiencia?

(b) Se trata de una acción típica de Dios: su origen es el mismo Dios providente.  Esta comprensión se apoya en dos citas bíblicas que califican el maná como “el pan del Dios”: “Este es el pan que Yahveh os da por alimento” (Éxodo 16,15) y “les  dio el trigo de los cielos” (Salmo 78,24).

(c) Es un signo identificador del Mesías, porque éste actúa en sintonía con Dios para atender las expectativas vitales del pueblo; de ahí que se creyera que cuando viniera el Mesías se repetiría el milagro del maná, como dice el Talmud: “Así como fue el primer redentor, así será el redentor final; como el primer redentor hizo que cayera maná del cielo, así el postrer redentor hará descender maná del cielo”.

 

Por lo tanto, los judíos están interpelando la propuesta de Jesús de que “crean en el enviado” desafiándolo para que produzca “el pan de Dios”, “el pan del cielo” (como se le llama, a partir de las referencias y citadas) y de esta manera justifique sus pretensiones y les de un apoyo para depositar en Él su fe, al mismo nivel de su fe en Yahveh “Señor” y “Padre providente” del Pueblo que lleva su nombre.

 

La respuesta de Jesús: “Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo...” (6,32-33)

 

En su respuesta, con palabras bien precisas, Jesús les abre los horizontes de la mente y el corazón para poder leer a fondo la presencia y la obra de Dios en la persona de Él.

 

En primer lugar, Jesús les recuerda que no había sido Moisés el que les había dado el maná, sino Dios mismo (6,32a).

 

En segundo lugar, al decir que “es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo”, se está afirmando que en la nueva pascua de Jesús, el Padre está ofreciendo un nuevo maná en el que no hay ambigüedades. Si bien el maná en el desierto fue toda una bendición que le dio “sobrevivencia”, que mató el hambre sólo por un tiempo; en el “pan” que ofrece Jesús, que es el pan que da el Padre, y del cual la multiplicación fue un primer aviso, apunta a un alimento infinitamente superior que va más allá de la sobreviencia (por eso dice que es “del cielo”) y mata el hambre definitivamente (por eso es “verdadero pan”).

 

En tercer lugar, Jesús les dice que el maná no había sido el verdadero pan de Dios, sino apenas un símbolo.  El “pan de Dios” tiene dos características: (a) “Baja del cielo” y (b) “da vida al mundo

 

(2) La comunión vivificante entre el hombre y Dios: acoger el “Pan de Vida” que es Jesús (Juan 6,34-35)

 

La ultima etapa del diálogo de la gente con Jesús, es la petición y el ofrecimiento de ese pan que Jesús poco a poco ha hecho anhelar.

 

La reacción de la gente tiene los elementos de una oración: “Señor, danos siempre de ese pan” (v.34). Se dice

(1) “Señor”: un título que reconoce en Jesús su divinidad;

(2) “Danos”: se ha comprendido que lo que Jesús ofrece no se alcanza por el propio esfuerzo sino que es un “don” que requiere precisamente de esta apertura, de este deseo, de esta receptividad;

(3) “siempre”: no un día ni dos, la relación con Jesús se construye en la constancia;

(4) “de ese pan”: ya no se quiere el pan de la multiplicación de los panes sino el nuevo pan del que habla Jesús. Con todo, la gente todavía dice “de ese pan”, sin sabe nombrarlo. Falta todavía un pasito.

 

Los oyentes de la enseñanza de Jesús, están siendo educados incluso en la oración. Jesús arranca de ellos una súplica que parte del fondo del corazón y en la cual se deja entender que “Jesús” es mayor de las necesidades vitales del hombre.

 

Por fin la gente ha entendido que no hay que buscar en el Maestro únicamente el pan terreno, es claro que esto sería un triste empobrecimiento, una clara incomprensión de su gran valor.  Se reconoce que él puede, y de hecho quiere, dar un regalo incomparablemente mayor que viene de lo alto.

 

Hasta ahora Jesús ha dicho que es él quien da ese pan, pero no ha dicho que Él mismo es el pan.  Hasta que en el v.35 lo dice claramente:

“Yo soy el pan que da la vida:

quien viene a mí no pasará hambre,

quien cree en mí nunca tendrá sed”

 

Lo que nosotros buscamos en Jesús y lo que debemos recibir de él, está recogido en esta frase.

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:

1.     ¿Qué significado tiene el “maná”? ¿Por qué se le menciona en el discurso del “Pan de vida”?

2.     ¿Por qué Jesús es creíble?

3.     Oremos repetidamente a lo largo de este día: “Señor, danos siempre de ese pan”.