Pistas para la Lectio Divina...

Juan 6, 16-21: Pan de Vida (II): El paso del mar en medio de la noche oscura. “Soy yo. No temáis”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

Después de la multiplicación de los panes, ante la presión de la multitud que “intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey”, Jesús “huyó” (6,15). La gente no había comprendido el signo (ver 6,62). Pero parece que los discípulos tampoco. Por eso se narra una escena que describe la confusión de los discípulos: son incapaces de reconocer a Jesús que camina sobre el mar.

 

En el momento cumbre en la noche oscura, en medio del mar agitado, vemos a Jesús quien por medio de la revelación de su identidad domina la tempestad, las tinieblas y el miedo de los discípulos.

 

En este breve pasaje encontramos muchos detalles dicientes que aparecen uno tras otro. Pongamos atención al texto:

 

(1) La dirección que toma el viaje en la barca, Cafarnaúm (6,17a), es diciente: prepara el terreno en el cual se va pronunciar el largo discurso sobre el “Pan de Vida” (6,69: Sinagoga de Cafarnaúm).

 

(2) El manto de tinieblas que desciende desde el comienzo, reforzado con la constatación de la ausencia de Jesús (6,17b), no remite a la frase: “Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en oscuridad” (8,12). Sin Jesús hay desorientación.

 

(3) Al faltar la luz, las olas se precipitan sobre la barca (6,18).

 

(4) Amenazada por la tempestad, la barca se detiene a mitad de camino, en aguas profundas, a unos cinco kilómetros de la orilla (6,19a). Están en el lugar más terrible.

 

(5) Los discípulos tienen miedo cuando ven a Jesús caminando sobre el agua acercándose hacia ellos (6,19b). ¿Es comprensible este “miedo”?

 

(6) Jesús revela su identidad a los discípulos con la expresión “Yo soy”. Su revelación infunde confianza: “No temáis” (6,20).

 

(7) Fue suficiente la palabra reveladora de Jesús para ser salvados de la situación, ni siquiera alcanzan a recogerlo en la barca: “enseguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían” (6,21).

 

Como podemos notar, a diferencia de los paralelos en los otros evangelios (Mateo y Marcos), este relato se centra ante todo en la persona de Jesús. La revelación de su identidad es la clave de la victoria sobre el mal que amenaza la vida de los discípulos.

 

Nos encontramos con el tema del éxodo: el paso del mar con plena seguridad.  Como en la primera pascua, las grandes acciones reveladoras tratan de desvelar un misterio: “¿Quién como tú, Yahveh?” (Éxodo 15,11).  Aquí Jesús, quien ayuda a los discípulos a pasar ilesos el mar, también revela su identidad.  Y es el Nombre Santo de Dios quien lo revela.

 

Jesús es mucho más que un rey terreno (6,15) que vence el hambre y la opresión. Él fue enviado por el Padre con plenos poderes, vino para que todos tengan vida (ver 10,10), y hay que descubrir el gran horizonte de su obra en el mundo. Esto está relacionado con la comprensión del verdadero sentido de su persona: no sólo hay que ver el pan multiplicado, también hay que comprender al dador del pan.

 

Y para ello, como sucede en este relato en el cual se revela mediante su palabra que dice “Yo soy”, hay que escuchar la enseñanza que viene a continuación donde se dará el paso del signo del pan multiplicado a la gran revelación: “Yo soy el pan vivo... que da vida” (6,34.41) .  Sólo la escucha de la Palabra de Jesús permitirá enfrentar con plena confianza las tempestades de la vida y llegar a la otra orilla.

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:

1. ¿Qué relación tiene el pasaje de hoy con la multiplicación de los panes y con el discurso que viene?

2. ¿Cuáles son mis temores, desalientos e inseguridades? ¿Qué nuevas tempestades se abaten sobre la barca de la Iglesia en estos nuevos tiempos? ¿Qué puede sacar a los discípulos del peligro?

3. ¿Qué hago para cultivar hábitos de escucha orante de la Palabra que me permitan descubrir con más claridad el rostro de Jesús y su presencia vivificadora en mi vida?

 

 

“Reina del cielo, alégrate, aleluya,

porque Cristo,

a quien llevaste en tu seno, aleluya,

ha resucitado, según su palabra, aleluya.

Ruega al Señor por nosotros, aleluya”