Pistas para la Lectio Divina...

Juan 20,2-9: La honra de ser testigo de Jesús (II): el Discípulo Amado. “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

Una antigua tradición eclesiástica, un poco tardía (en torno al 180 dC), identificó al apóstol Juan, discípulo de la primera hora junto con Pedro y Santiago (ver Marcos 1,19-20), con el autor del cuarto evangelio.

 

Esta identificación hoy es discutida, sin embargo no deja de ser fascinante el hecho de que el autor del cuarto evangelio se presente a sí mismo como testigo privilegiado de Jesús: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero” (Juan 21,24).

 

El discípulo “amado por Jesús”, es el modelo del discípulo idea. Vemos a este discípulo asociado a la contemplación del misterio de la encarnación: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). Y de ahí en adelante como testigo privilegiado de los principales momentos de la segunda parte del evangelio:

·         es el que recuesta su cabeza sobre el pecho de Jesús (13,20),

·         es el que recibe a María por madre al pie de la cruz (19,26),

·         es el que acentúa la credibilidad de lo testificado sobre la muerte de Jesús (19,35-36),

·         es el testigo del sepulcro vacío (20,8).   

 

Sobre esta base, en el cuarto evangelio, su autor parece querer decirnos constantemente: “Yo he vivido estas cosas y sé que son verdad”.

 

 El evangelio de hoy se detiene precisamente en la escena en la que el discípulo amado se convierte en testigo de la resurrección de Jesús.

 

La resurrección de Jesús genera un cambio profundo en la relación de los discípulos con Jesús. Lo último que han presenciado de Jesús “Verbo encarnado” ha sido su muerte en la Cruz y la sepultura. Su cuerpo habían quedado rígido y frío, envuelto en vendas, como se acostumbrada en aquella época. Pero Jesús vence la rigidez de la muerte, se levanta y entra en la vida eterna con Dios. Esto había sido anunciado por la Escritura, como dice el texto de hoy: “Hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos” (20,9).

 

Es a partir del encuentro con Jesús vivo y resucitado que los discípulos van a poder comprender la escritura e interpretar todo lo que se dice sobre Él.  El evangelio entonces nos muestra los primeros pasos a través de los cuales pasan Pedro y el discípulo amado para llegar a la experiencia del Resucitado.

Encontramos a María Magdalena que, después de haber visto que se había quitado la piedra del sepulcro (20,1), corre donde Pedro y donde el discípulo amado para decir que se han llevado el cuerpo de Jesús y que no sabe dónde está (20,2). Pero mientras María Magdalena está preocupada por el cadáver, Jesús ya lleva tiempo de estar resucitado.

 

Los dos discípulos recorren el camino por el cual la Magdalena ha pasado en dirección de la tumba. Van asustados. Quieren constatar personalmente las palabras de la discípula (20,3).

 

Cada uno de ellos corre a la velocidad que le es posible. Al llegar a la tumba cada uno de ellos ve un poco más de lo que vio el anterior: María sólo había visto la piedra corrida, el discípulo amado ―que fue el primer en llegar― vio las vendas en el suelo, Pedro vio además el detalle del sudario doblado en un lugar aparte (20,5-7).

 

Lo que Pedro ve contradice la explicación dada por la Magdalena, porque es muy improbable que una persona que se roba un cadáver se ponga primero desenvolverlo de las telas que lo cubren, y mucho menos se ponga a doblarlos cuidadosamente. Pero  la tumba vacía no pretende ser una prueba contundente de la resurrección sino más bien un signo de que Jesús ha dejado la tumba y vencido la muerte.

 

El punto es que Pedro constata con mucha precisión el estado actual del sepulcro, pero no sabe interpretar el signo. En cambio el discípulo amado ve al final lo mismo que vio Pedro y es capaz de dar un paso adelante: “Vio y Creyó” (20,8).

 

Es verdad que sólo las apariciones del Resucitado, harán inequívoco el signo de la tumba vacía y conducirá a los discípulos hasta el creer, pero el caso del discípulo amado es distinto, para él fue suficiente “ver” algunas señales para dar el paso del “creer”.

 

Lo que convenció al discípulo amado fue lo que vio con sus propios ojos. Pero para entender a partir de pequeños signos se necesita el amor. El amor le dio a este discípulo visión para leer las señales. Y este amor no proviene de sí mismo sino del extraordinario amor que recibió primero, por eso lleva el título de “Discípulo Amado por Jesús”.

 

Todo el cuarto evangelio respira esta experiencia fundamental. El evangelista nos da su testimonio ofreciéndonos signos para que también nosotros ―como él― lleguemos a “creer” y por esta relación estrecha con Jesús hagamos el camino que conduce a la plenitud de vida que lo distingue en cuanto Hijo de Dios (ver Juan 20,31).

 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

En estos días se nos dan muchos signos del amor y de la presencia del Señor. El discípulo amado nos enseña el camino y las actitudes que necesitamos para leerlos y nutrir nuestra comunión tanto con Dios, como con todos los que nos rodean. El misterio de la encarnación nos coloca en la puerta de entrada de un camino espiritual profundo. La manifestación del Señor en la navidad es una provocación para recorrerlo.

1. ¿Qué relación tuvo el Discípulo Amado con el Verbo encarnado?

2. ¿Cuál es el itinerario que conduce a los discípulos del dato de la muerte de Jesús a la fe en su resurrección?

3. ¿Qué significado tiene la tumba vacía? ¿Qué signos he encontrado en mi camino hacia el Señor vivo y resucitado?

4. ¿Qué me enseña el Discípulo Amado? ¿Considero que el Evangelio de Juan es también un signo que da pistas para entrar en profundo camino de la fe y de la vida en el Señor? ¿Cómo leo el evangelio?

5. ¿Qué relación tiene esta fiesta y su evangelio con el misterio de la Navidad?