Pistas para la Lectio Divina...

Lucas 11, 29-32: Nuestra conversión: acoger los signos de la presencia de Dios. “Aquí hay algo más que Salomón aquí hay algo más que Jonás”
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM

Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la America Latina (CEBIPAL) del CELAM  

 

 

La conversión de nuestro corazón es obra de Dios y regalo inmenso de su amor, pero requiere de nosotros una grande confianza y docilidad para aceptar con sinceridad lo que Él nos pida.

 

El Señor no falla nunca porque ha sido Él quien nos amó primero hasta el punto de entregar a su Hijo por nosotros, para que en Él tuviéramos la vida (ver Juan 3,16). Somos nosotros quienes con frecuencia resistimos a  su amor y por miedo quizás a perder algo, dejamos nuestra conversión para mañana y así vamos “echando en saco roto la gracia del Señor” (2 Cor 6,1); es el caso de muchos contemporáneos de Jesús que pretendían signos para  probar su autoridad porque no creían en Él y rehusaban convertirse (Cf. Ex 17, 7; Jn 2, 11).

 

El Evangelio de este día nos muestra el dolor de Jesús ante aquellos que por su incredulidad exigen signos a Jesús para probar su autoridad. A ellos Jesús les dice enérgicamente: “esta generación es una generación perversa; busca una señal y no le será dada otra señal que la señal de Jonás(11, 29).

 

 

1.         Captar el signo

 

La Palabra clave de todo el texto es “signo”, “señal”, repetida cuatro veces. El signo es realmente clave en la comunicación con Dios y en toda comunicación. Dios concede signos para ayudarnos  a llegar a la fe, pero una vez que llegamos a la fe los signos ya no son necesarios. Cuando seguimos pretendiendo y buscando signos es porque en el fondo  nos falta la fe.

 

Los signos son siempre un don de Dios, el pretenderlos con arrogancia –como si nos los mereciéramos- quiere decir que  no los consideramos un don de la infinita gratuidad de Dios.

 

Jesús, habla del signo de Jonás como el único signo que Él está dispuesto a dar a esta generación incrédula. ¿Y cuál ha sido el signo de Jonás? Su predicación sobre un Dios misericordioso y clemente que se compadece y perdona. Este es el signo que Jesús vino a traer a este mundo,  y que en su muerte gloriosa ha llegado a su expresión más plena.

 

Lo importante en los signos es que sepamos leerlos y acoger la realidad que en ellos se desvela; pero es justamente esto lo que con frecuencia no logramos o no queremos hacer.

 

Jesús, colocó en confrontación aquella generación que en lugar de creer, exigía pruebas, con los ninivitas que se convirtieron ante la predicación de Jonás; y con la Reina de Sabá que vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón. Ellos mismos en el día del juicio se levantarán contra esta generación y la condenarán.

 

 

2.         De Jonás y Salomón a Jesús: ¡aquí hay uno mayor!

 

Al final, Jesús concluye confrontando la predicación de Jonás, y la sabiduría de Salomón, con su propia Persona, cuando dice: “Aquí hay algo más que Salomón… aquí hay algo más que Jonás” (11,31.32).

 

Mientras Salomón tiene el don de la sabiduría, Jesús es la sabiduría misma (7,35) que permanece velada ante aquellos que pretenden signos. La sabiduría de Jesús no se revela en signos de poder sino en la debilidad y necedad de la cruz (ver 1 Corintios 1,5). El Padre la esconde a los soberbios y la revela a los pequeños y sencillos de corazón (ver Lc 10, 21-22).

 

Jonás anunció la conversión y fue mediación de la misericordia de Dios para los ninivitas, casi contra su propia voluntad; Jesús en cambio lo ha hecho en la obediencia libre y amorosa al Padre (cfr. Hech 10, 5-7); y declarado  con gozo inefable que para esto ha venido al mundo. (5, 32; 19, 10) Jesús es la imagen viva, la personificación misma de la Misericordia.

 

Ante la Palabra del Maestro en este día, podemos preguntarnos ¿Se descubrir los signos de la presencia y el amor del Señor en la cotidianidad de mi vida? ¿Estoy acogiendo sus constantes llamados a la conversión? ¿Qué es lo que me hace resistir y posponer mi conversión para mañana?

 

Este es el tiempo favorable, este es el día de la Salvación” que el Señor nos concede la gracia de dejarnos tocar el corazón y de hacer lo que está de nuestra parte para dejarnos transformar por Él.

 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.

 

1.         ¿A qué signos se refiere Jesús cuando habla de Jonás y de Salomón?

 

2.         ¿Ha existido algún momento o etapa de mi vida que ha sido para mi un signo con el cual el Señor me ha querido decir algo? ¿Qué quedó en mi vida de todo esto?

 

3.         ¿De qué actitud concreta en mi vida debía haberme convertido hace rato? ¿Por qué no lo he hecho? ¿Qué pasos seguiré para lograrlo?

 

 

“Convertíos a Mí, dice Él, de todo corazón… Cristo habla aquí de una conversión espiritual que no se hace en un día. ¡Ay de aquella persona que pasa todo su tiempo en lo que es exterior; él cree que todo va bien porque no siente el gusano escondido que roe interiormente! Pon atención a lo que temes, a lo que te regocija y a lo que te contrista, y tú encontrarás tal vez que bajo la apariencia del convertido, conservas un corazón perverso. Pienso que es preciso entender estas palabras: convertíos con todo vuestro corazón”.

 

(San Bernardo, “Sermón de Cuaresma”)