Dios se les ha extraviado

Fiesta de la Sagrada Familia

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

Sitio Web

 

 

“Cuando Jesús cumplió doce años, sus padres subieron a la fiesta de Pascua. Y cuando terminó se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres”. San Lucas, cap. 2.

Según Flavio Josefo, Jerusalén alcanzaba durante la celebración pascual, hasta dos millones y medio de habitantes. Pero este dato es improbable. Ya es mucho suponer que la población de la capital, unos 30.000 vecinos, se viera entonces duplicada o triplicada.

Cuenta san Lucas que los padres de Jesús “solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua”. A ello estaban obligados los adultos varones. Las mujeres lo hacían a voluntad, lo mismo que los niños. Y el evangelista anota que Jesús tenía entonces doce años.

Aquí viene un amargo episodio que la tradición cristiana dulcifica, hablándonos de “pérdida y hallazgo” en los Misterios del Rosario.

Era explicable que aquel niño, criado en una aldea vulgar que el Antiguo Testamento ni siquiera menciona, quedara deslumbrado ante la magnificencia del templo. Todo israelita entraba allí con el corazón palpitante. Por esos atrios se mostraban también los maestros de la Ley, dispuestos a responder las preguntas de los peregrinos.

El texto evangélico afirma solamente que Jesús, luego de haberse separado de su padres, fue hallado al tercer día “en medio de de los doctores”.

No es necesario imaginar a un niño prodigio que pone en apuros a unos ancianos venerables, luz y verdad para el pueblo. Él era apenas un chiquillo que apuraba su curiosidad en aquel ambiente de esplendor y sabiduría.

Más adelante san Lucas consignará que “iba creciendo en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y los hombres”.

La fiesta pascual se prolongaba durante una semana, aunque muchos peregrinos luego de uno o dos días, volvían a sus casas. Es probable que así lo hicieran José y María, por motivos económicos. Y esa estancia, así breve, pudiera explicar por qué el hijo resolvió quedarse en la ciudad.

Ocurrió entonces lo imprevisible. José y María supusieron al comienzo que el niño andaría con algún grupo de paisanos o de parientes. Pero al comprobar que no era así, regresaron afligidos hasta Jerusalén.

No alcanzamos a comprender del todo el diálogo entre los padres y el niño, cuando lo hallaron: “Hijo, por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos llenos de angustia”, le dice Nuestra Señora. Jesús responde: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”. “Pero ellos no comprendieron lo que quería decir”, concluye el evangelista.

Más tarde, en su archivo cordial, “ella guardaba todas estas cosas en su corazón”, como anota san Lucas, Nuestra Señora entendería muchas cosas.

Trasladando ese hecho doloroso al día de hoy, podríamos imaginar que José y María piden ayuda al diario más prestigioso de la capital: Se les ha extraviado su hijo único. Que además es Dios, añadiría en voz baja la Virgen. El director de “The Jerusalen Post” se conmueve y promete publicar la noticia el día siguiente, a seis columnas. Sin embargo, el jefe de redacción se opone rotundamente. - No es ninguna noticia, explica. A muchísimas familias les sucede lo mismo diariamente, por su propio descuido. Y ni siquiera se han dado cuenta del problema.