Una página en blanco

Domingo III del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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“En aquel tiempo Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan”. San Lucas, cap. 4.


Hubo entonces sinagogas de mucho prestigio. Por la calidad del rabino que allí explicaba la ley, o en razón también del edificio que albergaba a los fieles. Algunas llegaban a tener tres naves y una hermosa decoración.

Ciertos historiadores afirman que cuando la capital de Israel fue destruida por los romanos en el año 70, contaba con 40 sinagogas, que congregaban a diversos grupos judíos, según sus procedencias.

Generalmente este lugar de reunión estaba orientado hacia Jerusalén. Al fondo había un armario, donde con sumo respeto se guardaban los rollos de la Ley. Ante él ardía constantemente una lámpara, en recuerdo de la luz que alumbraba en el templo de la ciudad santa. Además, un atril, desde el cual el ministro dirigía la enseñanza. En ocasiones, uno de los presentes era invitado a hacer la lectura y a explicarla luego al auditorio.

Así ocurrió aquel día y al hijo del carpintero, que ya tenía fama de maestro, le entregaron el libro de Isaías. Desenrollándolo leyó aquel pasaje: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido”.

Este párrafo, tomado del Tercer Isaías, explica la tarea que Yahvé encomendó al profeta. La cual a su vez se apropia Jesús.

Por el futuro Mesías, la Buena Noticia de Dios llegaría a los pobres. Los cautivos serían liberados, sanados los ciegos. Empezaría para todos un tiempo de gracia.

En el grupo preparatorio para la Confirmación, alguien preguntó al catequista: ¿La Teología de la Liberación es buena o es mala?. Un tema que hoy vuelve a estar de moda, cuando todos hablamos de derechos humanos.

El catequista respondió sabiamente: Hoy encontramos muchas teologías de muchas liberaciones.

Vale reconocer que la evangelización anterior pudo pecar de angelista. Lo importante era salvar las almas y nuestro peregrinaje temporal no importaba demasiado.

Pero luego entendimos que la historia humana es algo integral. Que Dios no quiere un mundo de miserables y de esclavos. Surgió entonces la “Teología de la Liberación”, un esfuerzo para iluminar desde el evangelio todas nuestras circunstancias.

Fue un proyecto que tuvo muchos opositores y quizás en algunas ocasiones mostró poca relación con los valores trascendentes. Con la conversión del corazón, de donde brotan la caridad cristiana, y a la par todas las injusticias.

Actualmente una evangelización auténtica ha de comprometerse con el remedio de todas las estructuras humanas.

Esta es la razón por la cual muchos conceptos y palabras que se consideraban intangibles hoy se ven afectados. La fuerza del evangelio ha empezado a transformarlos. Por ejemplo: Propiedad privada. Salario justo. Trabajo infantil. Seguridad social. Sociedad de consumo. Beneficencia. Compromiso comunitario. Todo ello nos ofrece hoy otro significado más generoso y obligante.

Sin embargo, numerosos creyentes no han estrenado aún esa alegría que da el tender la mano a los necesitados. Falta mucho en el proyecto que Jesús nos ha confiado de liberar a los cautivos, sanar a los ciegos, limpiar los leprosos.

Como una página en blanco Dios nos ha reglado un nuevo año. Si somos discípulos de Cristo, ¿cuál será nuestra agenda para que la liberación cristiana llegue a todos?