IV Domingo de Pascua, Ciclo B
San Juan 10,11-18: Esperanza, alegría de vísperasAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
“Yo soy el Buen
Pastor... tengo además otras ovejas que no son de este redil; a esas las tengo
que traer”… San Juan, cap.10.
Cuando el Papa Juan Pablo
II iniciaba su ministerio pastoral, pudimos escuchar su voz firme y cálida, que
decía a todos los jóvenes del mundo:
“Vosotros sois la
esperanza de la humanidad. Vosotros sois la esperanza de la Iglesia. Vosotros
sois, mi esperanza!”.
Hoy podemos unir estas
palabras con las del Evangelio: “Yo soy el Buen Pastor... y tengo además otras
ovejas que no son de este redil; a esas las tengo que traer”. En este domingo
todas las comunidades católicas del mundo están orando y pensando en sus
sacerdotes: Es la Jornada Mundial de las Vocaciones.
Ser sacerdote es emplear la
vida en el servicio de los demás, en relación con la fe y los sacramentos.
Ser sacerdote no es una
evasión, no es entregarse a un mito, a una utopía. Es ayudar al hombre a
realizar su dimensión religiosa. Es vivir plenamente lo humano, iluminado por la
luz de Cristo.
Yo he conocido sacerdotes
felices. Su vida no es noticia, porque son modestos y callados y porque la paz
no hace ruido ni golpea los teletipos de las agencias informativas. Encontraron
su realización en el estudio de la palabra de Dios, en la enseñanza de la fe, en
la administración de los sacramentos, en el servicio, sobre todo a los más
necesitados.
He conocido sacerdotes
entregados a la obra misionera de la Iglesia. También son felices. Han buscado
aquellos grupos humanos en donde Cristo no ha sido anunciado. Renunciaron a una
familia, a su patria, a sus propias costumbres, a su lengua, pero hallaron otra
familia tan numerosa como las estrellas del cielo, como las arenas del mar. He
hablado con los misioneros, he escuchado sus historias y los he visto plenamente
hombres y enteramente cristianos.
Ser sacerdote en el mundo
de hoy vale la pena. Ojalá este mensaje llegue a muchos jóvenes: Bachilleres,
universitarios, obreros, empleados, campesinos, soldados. Ojalá muchos sientan
hoy en la posibilidad de servir a la Iglesia como ministros de los sacramentos y
animadores de la fe.
Pensemos en nuestros
sacerdotes. A veces están muy solos porque los seglares no entendemos su
ministerio. Creemos que la Iglesia depende solamente de ellos y nos les
ofrecemos nuestra colaboración. Sin embargo, ellos son sacerdotes para nosotros,
y es cristiano demostrarles nuestro agradecimiento cariñoso.
¿Por qué no saludarlos hoy,
aunque sea por teléfono? Cada familia tiene un párroco, o un sacerdote amigo,
aquel que nos casó, aquel que ha bautizado a nuestros hijos, aquel a quien hemos
acudido en nuestros problemas de hogar. ¿Por qué no hacerle comprender, este
domingo, que agradecemos su servicio y su ministerio?
Ellos se han propuesto ser
como el Buen Pastor. Ayudémoslos con nuestro afecto, nuestro respaldo y nuestra
oración.
Recemos para que la
esperanza de Juan Pablo II se cambie pronto en alegría y gozo. Para que muchos
jóvenes entiendan la grandeza de la vida cristiana, la importancia del servicio
sacerdotal, Para que la Iglesia abunde en buenos pastores al servicio de toda la
humanidad.