V Domingo de Pascua, Ciclo B
San Juan 15,1-8: Como una llama al vientoAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
“Dijo Jesús: Como el
sarmiento no puede dar fruto de por sí, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros si no permanecéis en mí”. San Juan, cap. l5.
El poeta Barba Jacob
comparaba su vida con una llama al viento. Al final, después de muchas
tempestades, su llama se extinguió.
El Señor nos invita a
permanecer en su amor. No es tarea fácil. Tantas veces lo hemos intentado...
Con frecuencia equivocamos
el camino. No alcanzamos a cumplir todos los mandamientos.
Nos agobian las obligaciones
del propio estado. Ser esposos perfectos es un ideal inalcanzable. La educación
de los hijos rebasa nuestras capacidades: No se logra únicamente con buena
voluntad. La Iglesia, a veces, no nos convence. Nos agota el cansancio. Los
demás se olvidan de nosotros. Los problemas de la vida son múltiples e
imprevisibles. Las enfermedades, las tentaciones, los desengaños.
¿Será posible permanecer en
el amor del Señor?
Es bueno, pensamos,
permanecer con Dios pero sólo de vez en cuando. Ser cristianos es agradable
algunos días.
Conviene tener al Señor cómo
un refugio para las situaciones desesperadas. Pero permanecer continuamente en
su amor, estar injertados en El cómo los sarmientos a la vid, más parece una
frase retórica o un ideal irrealizable.
Pero el Señor, al invitarnos
a estar siempre con El, tiene en cuenta nuestra humana condición. Aquel día
quizás iba de camino por entre los viñedos de su aldea.
El sabe que necesitamos
ideales, pero que una igualdad perfecta entre la vida y los proyectos, es
simplemente imposible.
Nos ve parecidos a los
sarmientos: Primero una yema diminuta, luego un retoño tierno. Enseguida rama y
más tarde sarmiento. A veces cubierto de hojas frescas, de flores y racimos,
otras desnudo y retorcido bajo el sol, avergonzado en su pobreza.
Sin embargo, la savia
trabaja a todas horas en silencio. Empuja la vida por los vasos del tallo, para
preparar la vendimia. Y los viñedos sueñan con la fiesta de la uva y profetizan
el mosto y el vino que alegra el corazón.
No alcanzamos a permanecer
serenamente en Dios. Pero sí es posible no borrarle nunca de la memoria.
También es posible amarlo
desde nuestra debilidad, desde nuestro pecado. Regresar a su casa cada tarde,
aunque mañana muy temprano volvamos a abandonarlo.
Es posible decirle que lo
amamos, aunque nuestras potencias inferiores permanezcan mudas o hagan señas
diciendo lo contrario.
Vivimos en expectativa de
perfección, y cuando comprobamos que nada ni nadie es perfecto, queremos
arrojarlo todo por la borda.
Pero no. Es necesario
aprender a vivir dentro de una real medianía, aunque deseando cada mañana ser
mejores.
Conviene luchar por
permanecer en el amor de Dios, trabajando humildemente por lograrlo.
Defendamos nuestra llama
contra las tempestades. El Señor no permitirá que se extinga.