VI Domingo de Pascua, Ciclo B.
San Juan 15, 9- 17:
Un millón de amigos

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Vosotros sois mis amigos. Ya no os llamo siervos. A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer”. San Juan, cap. 15.

Roberto Carlos nos dice cantando que quisiera tener un millón de amigos. Deseo ambicioso, pero a la vez proyecto imposible. Es tan estrecho el corazón de un mortal, que apenas puede albergar cómodamente cuatro o cinco amigos verdaderos.

Quien asegure lo contrario, o se engaña, o recurre simplemente a una figura literaria.

El Señor explica cómo cada uno de nosotros está llamado a ser su amigo predilecto. No hay duda: El corazón de Dios tiene que ser mucho más amplio.

La Biblia, a través de sus páginas, explica la relación entre Dios y los hombres: Un trato de amistad. Nos lo enseña a través de comparaciones tomadas de la vida de un pueblo.

En un principio, Dios describe su alianza en términos copiados de la vida pastoril: "Yo soy un Pastor, vosotros sois mis ovejas". Esta comparación la hallamos en muchos lugares de la Biblia. Sin embargo tal relación no satisface. Es vertical. Insiste en nuestra inferioridad respecto a Dios.

Más adelante, el Señor se presenta cómo un rey y nos invita a ser sus vasallos. Allí somos seres racionales, pero se conserva una relación de dominio.

Después, en Ezequiel, Isaías, Amós y el Cantar de los Cantares, Dios describe su alianza cómo el amor del hombre y la mujer. Dios es esposo. La humanidad será su esposa. Avanzamos muchísimo: Se introduce en la fe un elemento nuevo: El amor. Pero recordemos que para la cultura oriental de aquellos tiempos, no valía mucho la mujer.

Llegamos al Nuevo Testamento. Jesús anuncia una y otra vez, que Dios nos ama cómo un Padre. Nos lo dice en parábolas: El Hijo pródigo, la Oveja extraviada, la Dracma perdida... y descubrimos con asombro que somos hijos de Dios. Que nuestra importancia ante El es definitiva.

Sin embargo, no todos los padres de la tierra transmiten esta imagen de amor que el Señor pretende revelarnos.

De ahí que el Maestro introduce un nuevo elemento, para completar la relación padres e hijos: La amistad.

Así en este texto, Cristo les dice a sus discípulos: "Os llamo amigos, porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer".

Es difícil hallar una fe adulta que no haya sido precedida de una experiencia honda de amistad.

El Señor no acostumbra a revelarse directamente. Espera los acontecimientos, recoge las vivencias de nuestra historia, cómo materia prima para elaborar su imagen en nosotros.

No podremos entender a un Dios Amigo sino a través de aquellos que nos han tendido la mano en el camino. Que han comprendido nuestra angustia y han caminado a nuestro lado muchos kilómetros de búsqueda.

De ahí la importancia de vivir plenamente la amistad. De ahí la importancia de coleccionar tantos datos sobre Dios, que se encuentran esparcidos entre las actitudes de la gente.