Solemnidad: La Ascensión del Señor, Ciclo B.
San Marcos 16,15-20: ¿Cuándo uno es grande?Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
Jesús les dijo: Id al mundo entero y proclamad
el Evangelio a toda creatura. Después subió al cielo y se sentó a la derecha de
Dios. San Marcos, cap. 16.
Así preguntaba un niño a su papá: ¿Cuándo uno es grande? ¿Por
qué?, le dice el padre. - Para no tener que comulgar.
Muy deficiente la visión de adultez que tenía aquel pequeño, recogida obviamente
en su entorno familiar.
Tampoco eran muy maduros los discípulos del Señor. Un día discutieron
acaloradamente sobre quién de ellos sería el más importante.
Ahora cuando se va a los cielos, el Señor pretende que ellos sean adultos,
maduros en la fe. Lo cual no lograron sino después de un largo proceso.
Dos líneas apenas ofrece san Marcos para contarnos el hecho de la Ascensión.
Todo lo demás fue preparación y consecuencias. Jesús se aparece a los Once, como
lo había hecho repetidas veces luego de su resurrección. En aquella ocasión les
manda ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda creatura.
Unos meses antes los había enviado a una primera excursión pastoral, pero
advirtiéndoles que sólo pisaran las ciudades de Israel. Ahora les abre un
horizonte inmenso y los envía a todos los hombres, de todos los pueblos.
El libro de Los Hechos explica que los apóstoles no comprendieron muy bien la
intención de Jesús. Al comienzo rechazaban en sus comunidades a quienes venían
del paganismo. Pero más tarde, por obra y gracia de san Pablo quien tenía a su
favor el contacto con tres culturas, judía, romana y griega, comenzaron a
entender que el Evangelio era una herencia para toda la humanidad. No solamente
un maquillaje del judaísmo. Este proceso ocasionó frecuentes tensiones en la
primitiva Iglesia. Nos lo cuenta san Lucas en Los Hechos.
El relato de san Marcos sobre la Ascensión del Señor, está confeccionado dentro
de unos esquemas demasiado humanos: Cristo es llevado al cielo. Una nube lo
oculta a los ojos de sus amigos. Jesús está sentado a la derecha de Dios. Unos
hombres vestidos de blanco aparecen de repente para explicarles a los discípulos
lo sucedido.
Pero lo esencial del acontecimiento es que, desde entonces, Jesús estrena una
nueva manera de estar con nosotros. Ya no lo hace de una forma visible y
sensible. Es algo más estable y excelente. Una manera que ni el tiempo ni el
espacio pueden obstaculizar. Cabría aquí la palabra de san Pablo a los
atenienses: En Él vivimos, nos movemos y existimos.
Según san Mateo, el Señor había dicho a los discípulos: Yo estaré con vosotros
todos los días hasta la consumación de los siglos.
Algunos comentaristas enfatizan demasiado la orfandad de discípulos, luego de la
Ascensión del Señor. Pudo ocurrir que ellos se sintieran desamparados, sin un
plan de trabajo definido, frente a la enorme tarea que el Señor les había
encomendado. Pero conviene entender que toda orfandad nos empuja sin remedio a
la madurez. Enterrar a los progenitores, con todo el dolor que ello implica, es
graduarnos de adultos.
Por lo tanto, adulto en la fe es el creyente que descubre todos los días a un
Dios cercano. El que contempla al Señor entre las sombras. A un Dios que nos
habla en el silencio, que nos da luz y fuerza en cada encrucijada del camino.