Solemnidad: La Ascensión del Señor, Ciclo B

San Marcos 16,15-20: Este cuerpo de hablarles

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

Sitio Web 

“El Señor Jesús, después de hablarles a sus discípulos, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. San Marcos, cap. 16.

“Existen varias formas de volar: Como las mariposas. Como las golondrinas. Pero existe también otra manera: Uno lanza sus afanes e ilusiones hacia el infinito. De este modo, aunque el cuerpo se quede aquí en la tierra, podremos conquistar el firmamento.” Así le explica Julieta, la cometa coqueta, a Julián su amigo y dueño, en un cuento de autor contemporáneo.

Este deseo de subir, de triunfar, de superarnos es parte inseparable del quehacer humano. Jamás nos resignamos a vivir pegados a la tierra, cuando desde la altura nos llama un ideal.

Comprendemos entonces el sentido que para un cristiano presenta la Ascensión del Señor. Un acontecimiento al cual San Marcos le dedica solamente dos líneas: “El Señor Jesús, después de hablarles a sus discípulos, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. San Lucas es más descriptivo, e integra en su relato tres verbos en pasiva sobre el Maestro: Fue levantado. Fue elevado al cielo, ante la mirada de sus discípulos. Fue llevado a lo alto.

El lenguaje, aún el de los testigos oculares, se queda corto frente a los sucedido. Se trata del regreso de Cristo hasta su Padre, llevando como trofeo de su victoria sobre el pecado y la muerte, esta carne nuestra santificada.

Se acusa al cristianismo de un miedo puritano frente al cuerpo. Quizás pudo ocurrir en ciertas épocas. Pero la verdadera fe comprende y ama al hombre con su materia y con su espíritu. Y al recitar el Credo, afirmamos que Jesús subió al cielo con su cuerpo y confesamos el dogma de la resurrección de la carne.

No basta entonces mantener limpia el alma, ignorando a su compañero de camino. Jesús nos ha enseñado que él también - nuestra mitad más vulnerable - revestido de inmortalidad, participará del premio eterno.

Nos gustaría saber cómo serán nuestros cuerpos en la vida futura. pero los autores casi no abordan este campo. Les basta presentarnos a Jesús resucitado y decirnos que a ejemplo suyo, todos seremos transformados.

Estas verdades nos invitan a sentir nuestro cuerpo como un amigo fiel. Lo educaremos entonces para que no extravíe el camino. Lo adornaremos convenientemente, porque es la obra maestra de un artista extraordinario.

Brota de allí el aprecio y respeto hacia los cuerpos de nuestros hermanos, especialmente de aquellos maltratados por la enfermedad y la pobreza.

Para el hinduismo, quienes sufren pagan ahora las faltas de anterior existencia. Por lo tanto conviene respetar a distancia su proceso. Los cristianos entendemos el sufrimiento como un mal, que es necesario vencer con nuestro esfuerzo, aunque la muerte ha de llegar un día, irremediablemente. Pero Jesús ha dicho que ella es sólo una puerta, una aduana hacia otra vida mejor y perfecta.

San Jerónimo cuenta que sobre el monte de la Ascensión, conoció una basílica de forma circular, que tenía el techo abierto, para que las plegarias de los fieles pudieran subir hasta los cielos.

Por ese espacio ilimitado de la fe, lancemos nuestros afanes e ilusiones hacia el infinito. De este modo, llevándonos un cuerpo transformado, podremos conquistar el firmamento.