Solemnidad: Domingo de Pentecostes
San Juan 20, 19-23:
Más fuerte que la muerte

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Dicho esto, exhaló sobre ellos su aliento y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. San Juan, cap. 20.

Hoy la oración de la Iglesia sale en busca de nombres para invocar al Espíritu Santo. Le llama Luz, Padre de los Pobres, Consuelo, Huésped del alma, Descanso en la fatiga, Frescor, Paz, Riego, Calor, Limpieza.

Estas expresiones logran explicarnos algo de Dios. Pero, a veces también son palabras que ruedan en el vacío. Porque nuestro lenguaje, mucho más cuando se refiere al Creador, ilumina y opaca al mismo tiempo las ideas. Es vehículo del pensamiento y, en la misma medida, muralla que interrumpe la comunicación.

Y así, al final, nos quedamos cómo un niño que empuña una moneda, sin saber su valor. Cómo el amante con el nombre del amado escrito sobre una hoja blanca. Logramos una lejana definición de Dios y nada más.

Pero partamos de lo inicial que nos dice San Juan sobre el Señor: Dios es amor.

Recorremos entonces la historia del amor sobre la tierra. Medimos sus proezas. En todas ellas alienta el Espíritu de Dios.

Aún más: En nuestra historia personal, todo lo bueno y noble que guardamos tiene esa misma raíz.

Nuestra sinceridad, el amor de familia, ese implícito deseo de inocencia, la generosidad, la compasión, nuestros anhelos de ser más, el sentimiento de la propia dignidad, el recto sentido de la vida, el respeto al otro, la constancia... Todo aquello que podemos anotar en nuestro haber, viene del Espíritu Santo, que influye diariamente en nosotros.

Aunque a veces nuestros defectos se oponen a la fuerza del Espíritu. Pero ese Dios Amor nunca descansa: Crea, ordena, orienta, proyecta, conquista, vence.

Qué positiva sería nuestra vida si acogiéramos plenamente los planes de Dios.

Dice un proverbio hindú que existen sobre la tierra diez cosas fuertes: "El hierro que taladra las montañas. Pero más fuerte es el fuego que funde los metales. Y más fuerte es el agua que vence al fuego. Y más fuerte que el agua son las nubes que se beben el agua. Y más fuerte que las nubes es el viento que juega con las nubes. Y todavía más fuerte es el hombre, que domina los vientos con la vela del mar. Pero más fuerte que el hombre es la embriaguez. Y más fuerte que la embriaguez es el sueño. Y más fuerte que el sueño es la pena que nos roba de los ojos el sueño. Y más fuerte que la pena es la muerte que pone fin a toda pena".

Hasta aquí el proverbio oriental. Pero la Biblia añade a la serie un undécimo elemento: El amor es más fuerte que la muerte.

Confiémonos al Espíritu Santo, al amor de Dios, más fuerte que todas las cosas del universo, nosotros, los que necesitamos con urgencia romper cadenas, derribar muros, vencer obstáculos, continuar llevando nuestra cruz, mantener encendida la esperanza.