Solemnidad: La Santísima Trinidad, Ciclo B
San Mateo 28,16-20: Bastará dejar libre el corazónAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
“Dijo Jesús: Id y
haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado”. San Mateo, cap. 28.
La magia ha intentado
dominar a Dios, arrebatarle sus poderes, colocarlo al servicio del hombre.
No así la teología, que
apoyándose en la Biblia, pretende explicarnos un poco sobre Dios, revelarnos lo
que alcanza a comprender de la divinidad, contarnos las cosas que el Señor ha
realizado en favor nuestro.
Para esto debe recurrir a
palabras humanas. No tiene otro remedio. De lo contrario nada entenderíamos.
Nos dibuja un Dios parecido
a nosotros. Le pinta cuerpo, rostro, manos y pies. Le atribuye cólera y risa,
cansancio y alegría: "El Señor se sienta sobre el círculo de la tierra y reparte
la paz y la justicia", escribe Isaías. "Tus manos, Señor, se plasmaron y
formaron cómo se amasa el barro", dice Job. Y el salmista ruega a Dios que haga
brillar su rostro sobre nosotros.
además la teología se vale
de conceptos filosóficos. Nos habla de la naturaleza de Dios, de sus personas,
de sus atributos. Pero Dios vive más allá de la filosofía.
Pide prestados términos a
las matemáticas y llama a Dios Uno y Trino. Pero Dios no cabe en la ciencia
matemática.
Nos habla un lenguaje de
familia: Dios es Padre, es Hijo, es Amor, inspira, mueve, consuela. Pero el
Señor se encuentra más allá de todo vocabulario.
¿Debemos pues descalificar
la teología? De ninguna manera. Es sincero su esfuerzo. Aunque sólo alcanza
aproximaciones, más que revelarnos el misterio.
Los teólogos podrían tener
entonces muy presente el secreto del zorro, de El Principito: "Es muy simple:
Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos".
En consecuencia, Tomás de
Kempis nos enseña a amar a la Trinidad, antes de aprender muchas cosas sobre
ella.
Para lograr esta meta,
bastará dejar libre el corazón. Separarlo poco a poco de los valores relativos
que lo entusiasman provisionalmente. Explicarle despacio que en todas las cosas
buenas, en las nobles acciones, en la hermosura que encontramos, de pronto, por
las esquinas del mundo, el Señor ha dejado sus huellas.
Bastará explicarle a
nuestro corazón que su sed de ternura, su ansia de compañía, su deseo de sincera
intimidad, aunque a veces lo engañen, algún día lo podrán conducir hasta el
altísimo.
Bastará motivar a nuestro
inquieto corazón para que alguna vez se asome al infinito y desde el marco de
las cosas visibles, se proyecte al amor de lo invisible.