XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 5,21-24.35-43: Basta que tengas feAutor: Padre Gustavo Vélez Vásquez m.x.y.(Calixto)
Basta que tengas fe
“Llegaron de casa del jefe
de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar al
Maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo: No temas; basta que
tengas fe”. San Marcos, cap.5.
Sigmund Freud, atormentado
por un cáncer del paladar, respondía a su hija que le reprochaba tantas horas de
trabajo: “Si aún estoy vivo es porque puedo hacer algo”.
El Evangelio es siempre un
llamado a la vida, al servicio. Pero a menudo no lo entendemos ni vivimos así.
Cuántas veces pronunciamos sentencia de muerte frente a nuestros hermanos.
“Es la oveja negra de
la familia”. “Toda la vida, un enemigo de la Iglesia”. “Señora: Su niña no le
conviene de ningún modo al colegio”. “Esto se acabó de una vez,
hijo. Haga de cuenta que yo no existo para usted”. “¿Fulanita? Ya no tiene
remedio, lo que se hereda no se hurta”. Son sentencias humanas, sentencias de
muerte...
Pero alguien ha ido a
buscar al Señor, alguien ha rezado, alguien ha suplicado por ese que “ya
no tenía remedio”. Quizás alguna religiosa en el silencio de su clausura, un
grupo de oración, una anciana ignorante en una iglesia de aldea, una madre que
nunca pierde la esperanza, un niño de rodillas al borde de la cama. Alguien ha
tenido fe, alguien ha buscado a Jesucristo.
Y el Señor se pone en
camino. Se abre paso por entre el gentío curioso y displicente que siempre rodea
al “difunto”, lo toma de la mano y lo llama. Entonces el ladrón se arrepiente,
vuelve el rostro y exclama: “Acuérdate de mí”. Pablo es derribado del caballo,
cuando perseguía a los cristianos, Eva Lavallière se postra como Magdalena a los
pies de Jesús. En un rincón ya famoso de Notre Dame de París, Paul Claudel
recibe la luz. El agresor de María Goretti se convierte... La niña que no
convenía en el colegio, aquella por quien nada se podía hacer, es ahora una
mujer entregada al servicio de los más necesitados, el hijo pródigo retorna al
hogar, el alcohólico encuentra un amigo que le tiende la mano. El Señor ha
vuelto a decir: No temas. Basta que tengas fe, anulando así un decreto de
muerte.
Nuestra vida es la trama,
muy compleja y hermosa, de la acción entusiasta del hombre y del amor desvelado
y constante del Señor.
Cuando nos sentimos
vencidos porque hemos mellado todas nuestras armas, cuando nos dicen que ya no
hay para qué molestar al Maestro, todavía falta que manifieste la fuerza tenaz
de Dios, llamada por la oración que va más allá de nuestros brazos y más allá de
nuestros horizontes.
Pensemos en la hija de
aquel jefe de la sinagoga que se llamaba Jairo. Dios tenía sobre ella sus planes
que son siempre de amor y de esperanza.
Y aunque el Evangelio no
nos vuelve a decir nada sobre esta joven, si Cristo la resucitó fue porque la
necesitaba, y como Freud, aunque enfermo de cáncer podía hacer mucho todavía.
Esta palabra del Señor es
un llamado a la vida, a la conversión, mientras esperamos la voz y la mano de
Cristo que también nos dice a cada uno: No temas, basta que tengas fe; yo puedo
darte la vida, la inocencia, el perdón y la dicha.