XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,1-6:
La terquedad de Dios

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Fue Jesús a su tierra y empezó a enseñar en la sinagoga. Y la multitud se preguntaba: ¿No es éste el carpintero, el hijo de María? Y desconfiaban de él”. San Marcos, cap. 6.

El infierno son los demás escribió Sartre con dolorosa amargura. Quizás sentía en su entorno el fracaso de aquella fraternidad proclamada por la revolución francesa.

Algunos cristianos, sin refrendar la afirmación del filósofo, también señalan con su vida que el Evangelio se vive en solitario. En un sistemático aislamiento retocado de barniz religioso.

Pero ni los demás son el infierno, no todos nuestros prójimos son gente perfecta que diariamente nos apoya. Conviene entonces mirar las cosas son realismo y la vez ser comprensivos hacia los demás. Ellos cargan su propio pecado original, el mismo que nosotros llevamos a cuestas.

San Pablo, al compartir su vida con los corintios, les cuenta que en su camino de fe y de anuncio de Cristo ha sufrido grandes dificultades: Enfermedades, limitaciones personales, obstáculos de parte del prójimo. Es la historia de quienes se han propuesto vivir el Evangelio. Aquellos campesinos de Nazaret no imaginaban que el Mesías actuara dentro de situaciones tan comunes. Sin embargo, la acción de Dios se realiza dentro de normales circunstancias. Aún más, por la tarea de hombres y mujeres como nosotros, con la condición de que tratemos de afianzar nuestro esfuerzo en la persona de Jesús.

No hemos de ser creyentes sólo en momentos solemnes o celebraciones multitudinarias. Tales acontecimientos calientan de pronto el corazón, pero la obra del Señor avanza por el afán nuestro de cada día.

Muchos inician el seguimiento de Cristo, tratan de realizar el ideal cristiano, pero se desaniman de inmediato ante los primeros obstáculos. Jesús, en cambio, nos da ejemplo de una terquedad positiva. Realiza su tarea de Mesías, a pesar de la incomprensión de muchos.

Sin embargo, no es cristiano el narcisismo que algunos cultivan dentro de un complejo de mártires. Ante los múltiples problemas, lo correcto es aceptar con sencillez que así es este mundo. Que todo

ser humano es limitado y falible. Que a nadie se le brinda gratuitamente un laureado porvenir.

Alguien afirma que la ciencia, como también las artes, cuentan con un 3% de capacidad natural, más un 97% de esfuerzo personal. ¿Este programa del Reino de Dios no merecerá nuestra diaria paciencia?