XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6, 7-13:
Asignatura pendiente

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez  m.x.y.(Calixto)

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“Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, a predicar la conversión, dándoles autoridad sobre los malos espíritus”. San Marcos, cap. 6.

Se cuenta de Miguel Ángel, que al concluir la estatua de Moisés, una de sus obras maestras, le gritó dándole un martillazo en la frente. “¿Por qué no hablas?”

¿Por qué no hablas? también alguien podría preguntarme. Soy cristiano porque trato de seguir a Jesucristo. Procuro copiar sus criterios, sus actitudes. Un seguimiento que poco a poco me transforma, me pacifica desde dentro, me da seguridad en todas circunstancias. Eso tan especial que yo he alcanzado ¿por qué no se lo cuento a los demás?

Jesús envía a sus primeros discípulos por los pueblos y ciudades a predicar la conversión. En otros términos, a contar que estaba entre ellos el Mesías y era urgente despertarse, para empezar a fabricar el futuro. Dice san Marcos que para esta tarea les dio autoridad. Algo así como un convencimiento interior y la capacidad de hacer signos que convencieran a la gente.

También les encargó que no llevaran demasiado equipaje para su travesía. Lo cual significa que para anunciar al Señor, se requiere un estilo peculiar de vida, desde la austeridad y la apertura al otro.

En nuestro caso, ir equivale a acercarnos, hacer amigos, crea empatía. Para contar lo que creemos, cómo creemos, quién es para nosotros Jesucristo. Se nos pide insistir en que todo alrededor se vuelve absurdo, sin la presencia de Dios entre nosotros.

Nuestra sociedad técnica y centrada en lo económico, apunta un autor, le ha mutilado al hombre su capacidad de trascendencia, su actitud contemplativa y la costumbre de experimentar a Dios a través de los signos. De ahí esa búsqueda desasosegada de muchos. Su afán de ensayar con tantas religiones “a la carta” que hoy se ofrecen.

Es necesario entonces que nuestro anuncio sea creíble para el hombre contemporáneo. Hemos de hablar de Cristo, sin quedarnos en la meditación trascendental o la iluminación, el equilibrio, la sanación interior, la integración de nuestras potencias. El Evangelio presenta un personaje central que es el Señor Jesús. Todo lo demás es apenas telón de fondo, o consecuencias.

Sólo el Maestro puede llevarnos a ese más allá, que calma nuestra sed de trascendencia. Sólo El nos enseña la verdadera actitud contemplativa, para mirar el mundo de otro modo. Sólo El puede dar a nuestros símbolos la fuerza de los valores evangélicos.

Tantos cristianos que decimos ser discípulos del Señor, pero no lo anunciamos. Nos queda siempre esa asignatura pendiente. Sin embargo, el anuncio no se reduce a enseñar fórmulas abstractas o normas de comportamiento. San Juan, en su primera carta nos enseña que hemos de comunicar a los demás “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida”.

Aunque sea al final de nuestra vida, pero es necesario resucitar sobre el corazón y los labios el mensaje de Jesús, para que muchos lo conozcan y lo amen.

“Vivo mi vida en círculos”, escribió el poeta Rilke. Ojalá nuestra vida no se asfixie dentro de un círculo pequeño y cerrado, por el egoísmo y la indolencia.